Por: Dumar A. Jaramillo-Hernández
El avance de la ciencia no solo impulsa el progreso, sino que también se convierte en el epicentro de debates políticos, sociales y económicos. Este 2025, varios temas científicos prometen acaparar los titulares, desde descubrimientos en astronomía, pasando por la política y su papel en la ciencia, hasta avances en salud global. En esta columna de opinión, analizaremos cómo estas acciones podrían moldear el panorama social este nuevo año.
Comencemos vislumbrando las proezas científicas que nos permiten soñar con la vida humana fuera del planeta tierra, en teoría, en menos de 50 años; el programa ARTEMIS de la NASA espera concretar este sueño. En el primer mes de este nuevo año, tres misiones lunares serán el centro de atención: la empresa “ispace-TOKIO” lanzará “Venture Moon Mission 2” con diversos objetivos asociados a perfeccionar procesos de aterrizaje lunar; por otro lado, la empresa “Intuitive Machines” lanzará un cohete Falcon 9 de SpaceX, el cual tiene un par de misiones lunares, una de estas es un aterrizaje lunar equipado con un espectrofotómetro de masas que evaluará el polo sur lunar; la otra misión es colocar en órbita lunar un “Lunar Trailblazer” de la NASA, que permitirá mapear el volumen y distribución de agua que existe en la superficie lunar.
También tendremos misiones espaciales más allá de la luna, una de ellas es “NASA PUNCH” (Polarimeter to Unify the Corona and Heliosphere), la cual consta de 4 satélites que captarán imágenes 3D de la atmósfera solar para estudiar cómo la masa y energía del sol se convierten en “viento solar”, y este fluye al sistema completo (asunto que por más de 60 años ha desconcertado a los astrónomos). Otra misión solar es “SMILE” (Solar Wind Magnetosphere Ionosphere Link Explorer), la cual tiene como objetivo desarrollar una comprensión más completa de la conexión entre el sol y la tierra, midiendo el viento solar y su interacción dinámica con la magnetosfera.
También hay misiones espaciales que nos permitirán entender mejor a nuestro planeta, especialmente desde la óptica del impacto antrópico sobre sus ecosistemas, es decir, desde cómo nosotros destruimos los recursos naturales. La misión NISAR (NASA-ISRO Synthetic Aperture Radar) permitirá colocar un satélite de radar de doble banda (primero en su tipo) en órbita de nuestro planeta y rastreará cuánto avanzan o retroceden los glaciares y las capas de hielo; medirá la deformación de la tierra causada por terremotos, deslizamientos de tierra y volcanes y monitoreará el crecimiento y la pérdida de bosques y humedales para obtener información sobre el ciclo global del carbono. Otra importante misión espacial será “Biomass”, equipada con un novedoso radar de apertura sintética de banda P, diseñada para proporcionar información crucial sobre el estado de nuestros bosques y cómo están cambiando por la deforestación global.
En este mismo sentido, sobre la importancia de los ecosistemas y el papel de la sociedad moderna para resguardarlos, un asunto internacional que ocupará importantes titulares este año es la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2025, la 30ª Conferencia de las Partes (COP30) en Belém – Brasil, de cara al segundo mandato presidencial de Donald Trump en Estados Unidos (USA). En noviembre de este año, los delgados de los diferentes países a la COP30 deberán estructurar el plan de inversión de los 300 mil millones de dólares propuestos en la COP29, al respecto del “financiamiento climático” para países en desarrollo y la protección de sus recursos naturales, en particular bosques y fuentes hídricas continentales.
Por supuesto que la COP30 estará de cara a las decisiones en materia política de cambio climático que tome el imperio yanqui en cabeza de Trump, recordando que para el 2019 este mismo presidente, durante su primer mandato, incumplió y retiró a USA de los acuerdos del Acuerdo Climático de París 2015, el cual tiene como objetivo limitar el calentamiento mundial a muy por debajo de 2, preferiblemente a 1.5 grados Celsius, en comparación con los niveles preindustriales.
Es importante recordar a las sociedades de las 196 partes de la COP21 que suscribieron el Acuerdo de París, que el 2025 debería ser el año donde las emisiones globales de gases de efecto invernadero alcancen su punto máximo. Con un aumento anual que se ha ralentizado (las emisiones anuales, impulsadas principalmente por la quema de combustibles fósiles, parecen haberse estancado casi por completo). Sin embargo, incluso si logramos este punto de inflexión, alcanzar un nivel neto cero de emisiones tomará décadas. La persistencia del CO2 en la atmósfera significa que las temperaturas seguirán siendo elevadas durante siglos; para el 2024 se había alcanzado un total de 41.600 millones de toneladas de gases efecto invernadero.
Y aunque USA no es el único país donde se evidencia avances sustanciales en ciencia asociada al desarrollo de vacunas para la prevención y control de enfermedades infecciosas en el mundo, si es epicentro de importantes contribuciones en materia de la vacunología. En ese sentido, a la sociedad científica le preocupa profundamente las acciones que tomará Robert Kennedy Jr., el propuesto por el gobierno Trump al secretariado de salud y servicios humanos de USA, quien se destacó como un importante escéptico de la funcionalidad y uso de las vacunas. Seguramente sus futuras decisiones políticas estarán bajo la lupa de la salud pública y la investigación.
Al introducirnos en el ámbito de la salud global, el importante hito de las vacunas contra la malaria en el frente de la salud pública debe ser consignado. Los datos preliminares son alentadores, con reducciones significativas en la mortalidad infantil y las hospitalizaciones. GAVI, la Alianza para las Vacunas, estima que en 2024 alrededor de 5 millones de niños recibieron al menos una de las cuatro dosis recomendadas, administradas a lo largo de 12 meses. Aun con esta baja cobertura, los programas piloto en Ghana, Kenia y Malawi que llegaron a más de 2 millones de niños entre 2019 y 2023 encontraron que la vacunación redujo el número de niños ingresados en hospitales con malaria grave en casi un tercio y redujo la mortalidad general en un 13%. Este año 2025, GAVI se propone llegar a 14 millones de niños en 25 países de África subsahariana.
Otro hito en salud global estará marcado este año por los fármacos agonistas del receptor del GLP-1 (Glucagon-like peptide-1), el más conocido de este grupo es la semaglutida, la cual tiene aprobación desde el 2017 como fármaco para el tratamiento de la diabetes, pero que ha revolucionado como producto asociado al tratamiento de la obesidad desde el 2021. Varias compañías farmacéuticas en el mundo se han volcado a evaluar en diversos ensayos clínicos otros fármacos agonistas GLP-1 que han sido promisorios en el tratamiento de enfermedades como Alzhéimer o Parkinson, incluso como tratamiento a la adicción del tabaquismo.
Es así, que los avances científicos que marcarán el 2025 son un recordatorio de cómo la ciencia está entrelazada con todos los aspectos de nuestra sociedad. Desde los desafíos políticos hasta los avances tecnológicos, cada proeza científica tiene el potencial de influir en nuestras vidas de manera profunda y duradera. Es crucial que como sociedad sigamos apoyando la investigación y fomentando un diálogo informado para enfrentar los retos del presente y construir un futuro más sostenible y equitativo.