Por: Margarita Jaimes Velasquez
Después de toda fiesta surgen las reflexiones y el Carnaval de Barranquilla no es la excepción. Según la página oficial de la entidad que lo organiza, esta es una fiesta que se nutre y expone las tradiciones emblemáticas de la memoria e identidad del pueblo barranquillero, del Caribe colombiano y del Río Grande de La Magdalena. En mis recuerdos, están las carreras para llegar temprano a “coger puesto” para ver desde el bordillo el desfile de reinas y comparsas. Eran los tiempos en que se hacía derroche de la social bacanería currambera sin distingos de ninguna especie. La fiesta invitaba a compartir, hacer nuevas amistades, a bailar en los desfiles con los y las danzantes, a hacer bromas y, en fin, disfrutar desde el bordillo y la” empujadera”. Era la fiesta de las expresiones culturales de los pueblos ribereños -las farotas de Talaigua, Son de negros, la danza del golero, la danza del paloteo, la danza del caimán cienaguero, del mapalé y por supuesto, de su majestad la cumbia- además de los disfraces y las parodias sobre personajes o acontecimientos de actualidad. En fin, era la máxima expresión de creatividad y folclor
Esto fue la plataforma que sustentó la declaratoria del Carnaval como Obra Maestra del Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad por la UNESCO. Este gran acontecimiento fue también el génesis para que los eventos tradicionales y más importantes de esta magna fiesta se privatizaran. Después de muchos años lejos de mi terruño, con profunda tristeza, observé que el pueblo de a pie no tiene cabida en los desfiles de la vía 40. Los palcos de principio a fin de la ruta no dejan espacios para que el pueblo que no puede pagar los 300.000 pesos por persona que cobran pueda ver y gozar de los desfiles. En definitiva, es un carnaval para turistas y nativos con capacidad de pago. Para el pueblo, la transmisión, los desfiles del sur, de la 44 y los de municipios atlanticenses.
Esto no es una nimiedad. Es un acto de discriminación que está pasando de agache. Si bien, en otrora, los clubes sociales hacían bailes y comparsas a las que solo asistían los socios, no es menos cierto que, los dos grandes desfiles -Batalla de flores y Gran parada- convocaban por igual a todos los habitantes de Barranquilla y sus alrededores. Hoy el Carnaval es un éxito si reporta dividendos para la economía, poco importa que el pueblo participe, fomente y perpetúe las tradiciones. Me pregunto, ¿dónde queda el derecho al acceso a igualdad de condiciones en la vida cultural de las y los barranquilleros? ¿Cuáles son las medidas positivas que el estado debe realizar para promover y facilitar en plena libertad el acceso a la vida cultural con el fin de evitar la discriminación?
Contrario a lo que ocurre con el Carnaval y seguramente, con otras fiestas tradicionales, el derecho al acceso a la vida cultural requiere que exista accesibilidad física para todas las personas, además, que haya accesibilidad económica y de información para garantizar la no discriminación. De seguir así, el patrimonio oral e inmaterial se va a perder porque las danzas tradicionales y demás manifestaciones artísticas se forjan en los barrios populares de nuestros pueblos caribeños.