Por: Óscar Montero De La Rosa
La muerte y la mala muerte son categorías comunes hoy en los pueblos indígenas de Colombia, en una se expresa el ciclo de la vida que se debe cumplir desde el origen y en la otra la interrupción abrupta sobre la vida en manos de otros.
Para muchos pueblos indígenas en Colombia, como es el caso de los nasa en el departamento del Cauca, el suicidio se conoce como el “sucio” que puede tener una persona en su cuerpo y espíritu, un estado que de no ser tratado desde lo espiritual conlleva a la mala muerte. En otros pueblos indígenas, como el kankuamo, está relacionado con una desarmonía por el no cumplimiento de los pagamentos a los padres y madres espirituales- dueños de la vida-. Y en otros, como es el caso de los embera en el departamento del Chocó (también muchos de los que habitan hoy en el Parque Nacional, en pleno centro de la capital de la República) el suicidio es una consecuencia de la desproporcionalidad del conflicto armado interno en el país, causados por los desplazamientos, reclutamientos, confinamientos, masacres, asesinatos, entre otros hechos victimizantes que atentan contra la vida humana y de la Tierra.
Las cifras de suicidio en Colombia son inciertas, hay un subregistro grande, en muchos casos porque las muertes no se registran, otras porque se registran pero de manera distinta, como puede pasar al determinar que fue una “muerte natural”, entre otros factores que no permiten tener un registro serio de cuántos son los casos realmente producidos por esta enfermedad. Un ejemplo de esto es lo que sucede a diario en el Vaupés, en donde la vastedad geográfica del departamento y la poca capacidad para atender a la población indígena hace que muchos casos no sean reportados. Aun así, según las cifras oficiales que hay actualmente, se evidencia que la población más afectada es la juventud indígena, sin desconocer que se presentan con frecuencia casos de niños, niñas y adultos.
En otros pueblos indígenas, el suicidio se ha visto como una expresión de la re- existencia y resistencia indígena. Así lo han demostrado pueblos como el u’wa, en el centro y oriente del país, al declarar suicidios colectivos si hay exploración y explotación de sus territorios. Aquí es pertinente resaltar que son decisiones políticas consultadas y concertadas desde lo espiritual y comunitario, donde el suicidio no se ve como una mala muerte, sino como una muerte en resistencia, en dignidad y en lucha por detener el exterminio de la vida en la Madre Tierra.
El suicidio no es un tema nuevo en la salud de los pueblos indígenas, ya sea como expresión de la buena muerte o la mala muerte, ha estado presente en las dinámicas de los pueblos indígenas. En algunos casos, como el mencionado del pueblo u’wa, el suicido es una expresión de denuncia y resistencia individual. En otros momentos de la historia se han documentado también suicidios como manifestación de resistencia ante la ‘aculturación’, evangelización e imposición de otros sistemas de vida. Existe documentación de casos como la de los wayuu, quienes ante las políticas de “desarrollo” en su territorio acudieron a esta forma de manifestarse, también está el caso del pueblo arhuaco, que hicieron lo mismo en su momento ante los capuchinos en la Sierra. También, el caso de los ingas y kamëntsá en el Putumayo, ante la conjugación de las dos formas de imposición descritas anteriormente.
Hoy, los retos que tiene la transición de los pueblos indígenas en el tema de la salud con la propuesta del Sistema Indígena de Salud Propia e Intercultural es poder visibilizar, contribuir y fortalecer la salud espiritual de los pueblos, familias, comunidades y territorios desde la prevención; en su componente de atención propia e intercultural en salud y promover un sistema de registro que dé cuenta de esta desarmonía o resistencia de acuerdo al contexto y caso presentado.
Finalmente, el suicidio desde el puesto de vista occidental, es un problema de salud mental y desde el punto de vida de la concepción de la salud propia de los pueblos indígenas se relaciona directamente con la espiritualidad, asímismo como algo que se debe prevenir en vez de tratar.
Prevenir la salud espiritual, individual, colectiva y territorial de los pueblos indígenas es cumplir con lo que mandata la ley de origen de cada pueblo, y por lo tanto prevenir el suicidio es cumplir con la misma. Por ejemplo, este proceso está relacionado con saber armonizar los tiempos de la luna y del sol, esto acorde al sistema de conocimientos de algunos pueblos. Es, en cambio, muy distinta la decisión del suicidio colectivo cuando se decide como forma voluntaria de resistencia.
¡Por una salud integral para la armonía y el equilibrio de la vida de los pueblos indígenas, por una salud con paz para el espíritu, el ser y el cuerpo!