Por: Óscar Montero
Diariamente, en el departamento del Cauca, el sonar de los helicópteros tiene una connotación negativa en la población. Y no es para menos, cada vez que se escuchan, se sabe que es para atender una situación del conflicto armado en la zona rural del departamento. Las mañanas ya no son las mismas, los pájaros no cantan, solo se escuchan los trinos estruendosos y agobiantes de las aves mecánicas.
Sea cual sea su rumbo, anuncia el enfrentamiento con los actores armados no estatales que no deja otro camino que la guerra y la mala muerte. Una zozobra de un conflicto que nunca acaba, a pesar de todos los esfuerzos que se hacen a diario por la paz.
El Cauca es hoy el departamento en Colombia donde quizás más se vive la agudización del conflicto armado; la proliferación de actores armados en el departamento y de múltiples “mandos” no permiten diálogos duraderos en la región, solo confrontaciones sin límites entre todos incluyendo el Estado.
La utilización de helicópteros y drones, que deberían estar al servicio de la búsqueda de la paz y salvar vidas, llegando a los lugares más inhóspitos y lejanos del departamento a llevar justicia social, están lastimosamente al servicio de la guerra.
Se debe hacer un llamado enfático a no perder la esperanza de seguir creyendo en la paz, seguir buscando caminos que lleven al diálogo, que convoque a los actores armados a detener esta guerra tanto en el Cauca como en todo el país y que incluya a la Madre Tierra.
Expongo a continuación acciones conjuntas para transitar a la paz:
- No estigmatización de los firmantes de paz
- Parar la confrontación entre los actores armados
- Proteger la vida de los líderes sociales
- Prevenir y evitar el reclutamiento forzado
- Generar diálogos entre actores para la paz y espacios que pueden ser, tanto en la academia como en barrios y comunidades.
- Lograr corredores humanitarios que permitan ingresar a los territorios más complejos del departamento en clave de buscar caminos para la paz
- Crear una agenda común para la paz.
- Reforzar la atención del Estado en el departamento, no militar, sino social y cultural.
El departamento merece ser reconocido por su agricultura, su río, su tierra fértil, su dignidad y resistencia popular, no puede seguir siendo el epicentro de violencia diaria y condenar a sus habitantes a vivir en constante miedo y temor.
La paz es un derecho y un deber universal que nos debe mantener unidos y en armonía vital. Queremos helicópteros que bombardeen semillas que germinen en la tierra y crezca la esperanza.