La reciente arremetida genocida de Israel en contra del pueblo palestino en Gaza, demuestra la insensibilidad del mundo hacia la vida, y la incapacidad o la doble moral de la comunidad internacional para detener una matanza latente y sistemática que en más o menos cien días ha cobrado la vida de más de ventisiete mil personas asesinadas a sangre fría, en vivo y en directo ante los ojos de la humanidad.
Los que sabemos y hemos vivido genocidios conocemos de la desgracia y la zozobra que se siente. Palentina merece vivir en paz como cualquier otro lugar en el mundo y la comunidad internacional no solo debe condenar estos hechos atroces, sino que, además, detener de manera inmediata la masacre palestina. Están matando el presente y el futuro de Palestina y de la humanidad.
Los tratados internacionales en derechos humanos y derecho internacional humanitario son claros en determinar el momento en que las hostilidades en contra de los civiles deben parar. El asesinato de más de cien palestinos que iban a buscar comida para ellos y sus familias es, claramente, un atentando sin precedentes en contra de las leyes que la humanidad ha firmado para estar en paz.
No podemos ser indiferentes y no tener empatía ante una de las barbaries más crueles del “mundo contemporáneo”; guardar silencio es ser igual o peor de cómplices ante tanta injusticia. No es una cuestión de ubicación geográfica, es la vida de la gente, de la niñez, esa que el mundo “civilizado” supuestamente está llamado a cuidar, como reza la infamia de los discursos de los objetivos de desarrollo sostenible con la Agenda 2030 y muy pronto la 2050. La falacia del supuesto desarrollo, el intervencionismo de la guerra y la justificación de la misma para despojar y desaparecer físicamente de la tierra a un pueblo. Pero por más bombardeos que hagan, por más balas que disparen, el mundo entero tiene y tendrá en la memoria y sin olvido la lucha del pueblo palestino.
Recientemente, cuando estuve en Ginebra, tuve el placer de encontrarme con amigos palestinos, nuestra conexión y expresión unánime de dolor, impotencia y resistencia no pasó desapercibida, porque en ese abrazo se cruzó por nuestras mentes y pensamientos cada muerto y cada llanto que hay allá, y lo sentimos como nuestro, aunque también sentimos profundo cada grito de libertad y cada silencio de resistencia y lo ofrendamos para que, en medio del desespero, la sangre derramada y las lágrimas secas nos permitan ver el camino de la tranquilidad.
Esto es un genocidio étnico, es la ruptura total del tejido social, cultural, territorial y político del pueblo palestino. Es un vaticinio de lo a que estaremos condenados si no emprendemos acciones conjuntas para cuidar y proteger la vida, un delito de lesa humanidad, que no nos cansaremos de condenar.
Recientemente, desde estas otras orillas del océano Atlántico y Pacífico, en el corazón de Bogotá, en el Museo Nacional de Colombia, lanzamos el libro Genocidios Indígenas en América Latina. NUNCA MÁS, un espacio en donde era inevitable nuestro más enérgico rechazo y condena hacia las acciones violentas y rememoración a la lucha del pueblo palestino por su libertad. Libertad que solo será posible cuando se nos permita vivir en paz, haya verdad, justicia, reparación y garantías de no repetición; sabemos en nuestros corazones, con seguridad, que la paz nos permitirá en algún momento de la vida quizás perdonar, porque nuestra grandeza y resiliencia tienen que ser mayores siempre ante la brutalidad de la violencia.
El pueblo palestino NO puede desfallecer, y las acciones de movilización y condenas alrededor del mundo no pueden cesar, deben suceder cada día con más intensidad para poder lograr acabar con esto ya. Nadie en el mundo debería poder dormir con tranquilidad si a diario vemos como matan sin piedad y sin horror a niños y niñas que podrían ser nuestros propios hijos.
La lucha por la dignidad de los pueblos es y será una constante imparable de día y de noche y hoy hasta con sus propias vidas lo está demostrando claramente el pueblo palestino, el mundo debería estar de pie honrando la fortaleza de un pueblo que se resiste a ser exterminado.
Genocidios NUNCA MÁS: Palestina Vive, Palestina Libre, Palestina es Dignidad.