Por: Óscar Montero De La Rosa
He aprendido algo en estos últimos tiempos y es que debemos escribir sobre lo que vivimos, lo que nos pasa, la cotidianidad y realidad en la que estamos.
En Colombia, en este primer semestre del año, ha estado en la agenda pública la situación de salud del país, con el debate nacional sobre las EPS, su funcionamiento, financiación y hasta si deban o no acabarse, incluso la discusión sobre la corrupción que se ha denunciado sobre ellas. Y es que esa coyuntura de la salud no está lejos de nosotros, no es una cuestión aislada de nuestra realidad, la tenemos enfrente, a la vuelta o a las espaldas.
Fuente: Óscar Montero, archivo personal, 2024
Quiero seguir con este escrito, desde el relato de la mordida de un perro que enfrenté en días pasados y nos lleva a reflexionar que en nuestro país nos falta mucho, pero mucho más de paz, humanidad, solidaridad y responsabilidad, y lo digo porque así lo evidenciamos en todo lado y en el lugar menos esperado, nos falta de empatía.
Vuelvo a la mordida del perro, como dando vuelta al escrito. Es un día “normal”, sábado en la mañana, cuando en una caminata me muerde un perro; se veía robusto, bien alimentado y aparentemente sano. En una salida en falso se lanza y logra rasgar mi piel e incrustar uno de sus colmillos en mi rodilla de la pierna izquierda. Logro quitarlo de encima y después del susto me pongo a buscar a sus dueños, porque no era un perro callejero, para preguntarles dos cosas: ¿está vacunado? y ¿dónde está el carnet de vacunación? pero estos nunca aparecieron. Al no tener respuesta y ante el miedo de una enfermedad como la de la rabia o infección, decidí ir al hospital, eso sí sin antes consultar a mis amigos médicos de confianza sobre qué hacer. La primera recomendación fue lavara bien en la herida con agua y jabón azul y la segunda ir de urgencias a un hospital de primer nivel.
Hice lo correspondiente y al llegar al hospital, de acuerdo al primer diagnóstico “realizado por el vigilante” lo mío no era una urgencia, está la primera falla. Hice luego una fila para que me asignaran una cita y alcancé a identificar a 3 médicos. El flujo de pacientes eran constante y evidencie aquí la falta de personal versus la demanda de pacientes, eso da respuesta a mi más de hora y media de espera, segunda falla. Pasado esto me atendió el médico, fue cordial y amable, pero en ningún momento del diagnóstico me preguntó si tenía o no una de las vacunas que se tienen en cuenta para casos como el de la mordedura de un perro, la vacuna del tétano.
Yo ya la tenía, y muy reciente (apenas 5 meses de habérmela puesto), le pregunté que cuánto era la vigencia de la misma, me indicó que 10 años, le manifesté que ya la tenía pero insistía en que no me preocupara que me la colocara, que igual “no pasaba nada” y que se refuerza. Evidencié que realmente no quería corregir el registro y volver hacer el papeleo correspondiente, me lo dijo textualmente: “esto es más papeleo”; me iban a colocar otra dosis de vacuna que no necesitaba y que eso se traduce en recursos y en una vacuna menos para alguien que si la necesita, tercera falla.
Entre camillas y pasos de enfermeras, pacientes y médicos, me dispuse a esperar el otro paso, el de la curación y que me colocaran vacuna de la rabia, Aunque ya la tenía, pero por la indolencia y falta de humanidad en nuestro sistema de salud, que debe ser realmente un derecho fundamental. No tenemos empatía, vi a una señora que también fue mordida por un perro que se revolcaba en la camilla y no era atendida, lo mío era nada a comparación de lo de ella que tenían que suturarla mínimo con unos 10 puntos. Indignado exigí que la atendieran y que yo esperaba. Después de todo logran colocarme la primera dosis de la vacuna.
Cada paso que se da es un “trámite”, es burocracia que en nada ayuda a temas prioritarios como la vida y la salud. En el pasillo, había un joven que no pasaba de 16 años, con hepatitis y recluido en un centro de menores y me dijo su madre “sino lo busco en el centro donde está, no me lo traen a que lo atiendan en el hospital”, sin lugar a dudas en este país, la paz empieza por pequeñas cosas.
Seguí en mi trámite, ahora para pedir la salida después de esperar 3 horas para que me colocaran una vacuna y me mandaran tres dosis más, sin antes advertirme que además debía comprar antibióticos porque eso no me cubría la EPS. Entonces ¿qué será que cubre?, no cubren nada aun cuando me descuentan mucho dinero por mi “seguridad social”, lo que mandan y que si cubre es ibuprofeno, parece cliché, pero no, es real. Eso sí, si el pago se atrasa un día, que con seguridad me ha pasado, de inmediato llegan correos, mensajes de texto y cuanta notificación puedan cobrando, que en muchos casos es abusivo y aunque ya se haya cumplido con esa obligación, siguen llegando, con la excusa “omita este mensaje si ya pagó.”
Antes de la salida me explican que solo me han colocado una dosis, que faltan tres más y que estas debo aplicarlas en el día indicado, que si es sábado, a pesar que debe cumplirse con los tiempos para asegurar el efecto, ahí sí no importa y debo ir un día antes; ya no soy una urgencia para ellos.
Con este relato, más que encontrar las fallas quiero resaltar que, no podemos seguir permitiendo que un sistema de salud como el colombiano siga estando mediado por el dinero, en vez de lo que arriba indique: lo que nos falta es paz, humanidad, solidaridad y responsabilidad. Con seguridad si el perro tuviera bozal, esto no hubiera pasado, si el perro tuviera un dueño que me indicara que si ha estado vacunado todo fuera otro relato, pero es el país que tenemos y es el país que debemos cambiar, para que sea realmente potencia de la vida.