Por: Juan Felipe Franco
El Señor dice: “para que me traen tantos sacrificios? Ya estoy harto de sus holocaustos de carneros y de la grasa de los terneros; me repugna la sangre de los toros, carneros y cabritos”.
Isaías 1:11
Desde que conocí el caso de la comunidad Emberá en el Parque Nacional, en Bogotá, quise escribir algo al respecto. Inicialmente, me interesaba la forma en la que esta comunidad indígena logró construir un hábitat en medio de un aislamiento -social, político y cultural-. Las circunstancias que llevaron a que esta comunidad habitará este lugar por más de medio año, fueron expuestas por varios medios de comunicación. En algunos medios escritos, se hizo referencia a este proceso como una “toma” y con muchas personas con las que conversé al respecto, consideraron que la “toma” del Parque Nacional impedía disfrutar de este lugar, pues, como bogotanos, ya no era posible visitar el parque sin fijarse en el alojamiento de las comunidades indígenas, que, además, olía y se veía de una manera particular ¿tal vez cotidiana?
Las condiciones que obligaron a estas comunidades a habitar en el parque, fueron documentadas por diferentes medios como BBC en donde afirmaron que se habían visto obligadas a desplazarse desde el Chocó y Risaralda. También afirmaron que las condiciones en las que vivían las comunidades eran dramáticas e insalubres. En el mes de septiembre, diferentes medios e instituciones públicas informaron sobre el inicio del retorno y la reubicación -tal vez forzada- de más de 270 familias Emberá. Algunas regresaron a sus territorios de origen en el Alto Andágueda, que se ubica entre Chocó y Risaralda, y algunas otras fueron reubicadas en albergues en el sur de Bogotá.
Después de casi dos meses, el Parque Nacional aún está cerrado -o aislado- con una malla color azul. La malla parece antiséptica y no solo impide habitar el parque, sino que también limita su visibilidad. Parece que el parque se estuviera sometiendo a un proceso de desinfección.
El argumento que presentaron diferentes medios como El Tiempo y Revista Semana, es que el parque quedó en un estado desolador y de insalubridad evidente. Si revisamos las imágenes de los reportajes, toda la escena es antiséptica, se evidencian escombros y casi la mayoría de los funcionarios públicos que lideraron el aparente retorno se ven con guantes y tapabocas.
Para la situación que vengo aquí exponiendo me resulta útil hacer referencia a lo expuesto por Vigarello (1991) en la primera parte del capítulo “La pastoral de la miseria” en su investigación titulada “Lo limpio y lo sucio: la higiene del cuerpo desde la edad media”:
Ambición compleja y totalizadora a la par, puesto que, de la limpieza de la calle a la limpieza de los alojamientos, de la limpieza de las habitaciones a la limpieza de los cuerpos, lo que se intenta es transformar las costumbres de los menos afortunados. Expulsar sus supuestos «vicios», patentes o visibles, mitificando las prácticas de sus cuerpos. Se va instalando una verdadera pastoral de la miseria en la que la limpieza tendría casi fuerza de exorcismo. La mecánica de las ciudades y la moral van a entremezclarse con una forma completamente nueva, sin que haya cambiado, hay que repetirlo, la referencia esencial a los peligros «miasmáticos» (p.241).
En términos sociales, la configuración de un modelo de higienización conquistadora justifica cualquier accionar de la asepsia operatoria, incluso cuando ésta vulnera derechos humanos esenciales como a habitar espacios públicos. Lo interesante del caso es que este modelo ha logrado perdurar en el tiempo aun cuando la desaparición de las comunidades Emberá sucedió hace más de dos meses. Este modelo no solo persigue los cuerpos, sino que también persigue los rastros; persigue la desaparición.
Al mencionar lo anterior, no estoy intentando ignorar las condiciones de abandono a las que fueron sometidas las personas que habitaron el parque por más de medio año. Estas mismas condiciones fueron expuestas por medios como BBC, El Tiempo, El Espectador y otros medios que, en todos los casos, catalogaron la situación como una crisis humanitaria haciendo especial énfasis en las condiciones de insalubridad. Pero, más allá de estas condiciones, existía un total abandono en medios de salud, subsistencia e integridad que se vieron evidenciadas en las condiciones de habitabilidad en las que vivían las comunidades.
Lo curioso de los reportajes aquí expuestos es que concentran su argumento, el de recuperar el parque, bajo las condiciones de insalubridad. Esta insalubridad les otorga una legitimidad; la de borrar huella.
El asunto es, si ya no encuentran esta insalubridad ¿qué más quieren limpiar?
Referencias
Vigarello, G. (1991). Lo limpio y lo sucio: la higiene del cuerpo desde la edad media. Alianza Editorial.