Por Jaizareama Gerardo Jumi Tapias
Mancuso, el asesino con promesa de verdad y de paz, vuelve a Colombia. Lleno de deudas, pero no monetarias (aunque también), más bien de justicia ante las atrocidades que acometió durante mucho tiempo, en especial en la Costa Caribe colombiana. La principal de estas es la verdad, pero una verdad completa, no a medias, como la que dejó cuando fue extraditado a Estados Unidos. Los pueblos indígenas de Colombia la reclamamos completa. Necesitamos saber no solamente quien apretó el gatillo, sino también quiénes dieron las órdenes y se beneficiaron con la muerte de nuestras madres, hermanos y hermanas, de nuestras autoridades ancestrales, quienes se beneficiaron expropiando nuestras tierras sagradas y bajo cuál pretexto lo hicieron.
Sufrimos la fiebre del oro, de las especias, del carbón y del petróleo y hasta la eléctrica. Aquellos que han llegado a nuestros territorios por más de 500 años lo han hecho trayendo la enfermedad de la ambición. Primero nos acusaron de no tener alma, después de no tener derechos, de ser salvajes y de ser un freno al progreso y al desarrollo. Aún nos tienen como ciudadanos de segunda mano y se demuestra en que para nosotros no hay justicia, aquellos que nos asesinaron, amenazaron, torturaron y desplazaron, viven en la absoluta impunidad.
La llegada de Mancuso debe ser una oportunidad para que por fin sepamos el origen de esa enfermedad, que no es cualquier cosa, pues puso en riesgo de desaparición a 60 pueblos originarios, más del 50% de los pueblos que aún sobrevivimos. Cuánto nos ha costado sobrevivir. Pero es que nuestras leyes de origen y propios sistemas de gobierno nos han protegido, nos han enseñado el cuidado durante milenios; nos han dicho que la vida de estos grandes territorios está amarrada a la nuestra. La crisis ambiental que vive la humanidad pasa por no entender que personas y naturaleza somos un equilibrio, somos unidad.
En los departamentos que dominó el señor Mancuso no olvidamos los genocidios al pueblo Emberá, Wayuu, Kankuamo, Kogui, Arhuaco, Wiwa, Ette Enaka, Yukpa, Zenú, Barí, Tule y Wounaan. Seguimos reivindicando nuestros derechos.
Cuando asesinaron al gran líder Embera Kimi Pernia Domicó, todos sabían que se debía exigir al “Mono Mancuso” que respetara su vida. Sin embargo, posteriormente confesaría la forma atroz en que lo torturaron y desaparecieron en las aguas del río Sinú. Si de verdad está arrepentido y quiere ser gestor de paz, necesitamos que por fin cuente quienes dieron las órdenes, desde abajo hasta arriba y de quiénes se beneficiaron económicamente con sus acciones criminales.
La Organización Nacional Indígena para el año 2018 entregó el anterior cuadro con las diferentes afectaciones que hemos sufrido antes del 2016. De estos hechos el 28% fueron responsabilidad de los paramilitares, al menos los que se pudieron verificar como autores. Pero otros tantos necesitan de su compromiso para ser esclarecidos. Desde 1996, año en que entraron en escena los paramilitares, hasta el 2012, la curva de afectaciones indígenas sufrió su mayor crecimiento, y aunque haya presentado una disminución posteriormente, en los últimos años ha vuelto a presentarse un aumento de la violencia en contra de los pueblos indígenas.
No somos ciegos y necesitamos que el Estado deje de serlo. Es voz popular que megaproyectos como los del carbón, de la palma, de la electricidad, de la ganadería y otros tanto se vieron beneficiados con esos genocidios. Es hora de saber esa verdad que fue el motor de uno de los momentos más desastrosos como sociedad.
Los indígenas no nos acostumbramos a ser invisibilizados, no nos dejamos amedrentar a pesar que contra nosotros han utilizado todas formas de violencia inimaginable. Por nuestros territorios sagrados se ha derramado mucha sangre sin que se haga justicia, sin que se conozca las razones que motivaron a los más absurdos y macabros eventos que sufrimos como pueblos ancestraless.
Son siglos continuos de exterminio contra los pueblos ancestrales, el no saber la verdad, el no valorarla y hacer justicia es lo que ha permitido que se siga repitiendo aún hoy. Basta ya.