Por: Alejandro Mantilla Q.
En Matadero cinco, la novela de Kurt Vonnegut, un grupo de soldados estadounidenses es capturado por los alemanes a finales de la Segunda Guerra Mundial. Su destino final será Dresde, la Florencia del Elba, una de las ciudades más hermosas de la Europa de la época: “…no tendrán que preocuparse por las bombas. Dresde es una ciudad abierta, sin defensas. No tiene industrias bélicas, ni tampoco ninguna concentración importante de tropas”, les dice un oficial inglés, también prisionero. Al llegar a Dresde, el pelotón fue conducido al quinto edificio del matadero de la ciudad, allí soportaron el bombardeo de las fuerzas aéreas estadounidense y británica. El bombardeo no fue parte de la ficción. Los datos actualizados calculan que las bajas civiles se cuentan entre 20.000 y 45.000 personas, y que se arrojaron 1.800 toneladas de bombas entre las 10 de la noche y la 1:00 de la madrugada del 13 y 14 de febrero de 1945. De acuerdo con el periodista Phillip Knightley: "Las llamas devoraron toda la materia orgánica a su paso: todo lo que era combustible ardió. La gente murió derretida, incinerada o por asfixia. Al día siguiente llegaron aviones norteamericanos para ametrallar a los sobrevivientes que intentaban alcanzar la orilla del Elba". Los prisioneros norteamericanos se salvaron gracias a su paradójica ubicación en el matadero.
Dresde, una ciudad sin mayor concentración de tropa, que no era importante para la estrategia militar, reducida a cenizas cuando la rendición de los nazis era inminente. Arthur Harris, Jefe del Comando de Bombarderos de la Real Fuerza Aérea Británica, abogaba por el bombardeo indiscriminado de las ciudades alemanas para causar el mayor número de muertes de civiles y así desmoralizar a la población; no en vano era conocido como “el carnicero Harris” al interior de la Fuerza Aérea. Harris también declaró que “no consideraba que el total de las ciudades alemanas aún no destruidas ‘valiera los huesos de un solo granadero británico’”.
Hace unas semanas, el político israelí Moshe Feiglin recordó a la Florencia del Elba. En una entrevista afirmó: "No hay otra solución que la destrucción de Gaza antes de que entremos en ella, y cuando digo ‘destrucción’ hablo como Dresde, como Hiroshima”. Feiglin es integrante del partido Likud, el mismo de Ariel Sharon, pero entre 2015 y 2021 lideró Zehut, una organización sionista libertariana cuyos principios eran la libertad individual, la libertad económica, la anexión de la franja de Gaza y la liberalizacion del cannabis. Dentro de su plataforma, Zehut incluía la oposición a todo tipo de coerción: religiosa, anti-religiosa, económica, cultural o educativa, así como reducir al mínimo la intervención del Estado en la vida de los individuos.
El 14 de diciembre de 2023, la ministra de seguridad del nuevo gobierno argentino, la macrista Patricia Bullrich, emitió un comunicado de prensa que amenaza con reprimir todas las protestas que se realicen en vías principales o cerca de empresas privadas. El comunicado sostiene que las cuatro fuerzas federales (Gendarmería, Prefectura Naval, Policía Federal y Policía de Seguridad Aeroportuaria) podrán intervenir contra los grupos manifestantes sin orden judicial, pues están autorizados a hacerlo en caso de flagrancia; de esta manera la manifestación pacífica se eleva al rango de delito. El comunicado también plantea que los costos que implique el despliegue de las fuerzas de seguridad correrá a cargo de las organizaciones convocantes de la protesta. Ante el rechazo en redes sociales de Myriam Bregman y Nicolás del Caño, ex candidatos presidenciales del Frente de Izquierda y de los Trabajadores, el parlamentario oficialista José Luis Espert les amenazó con las palabras “cárcel o bala”.
Slavoj Žižek ganó notoriedad por sostener que el capitalismo globalizado requería de la ideología multicultural de la tolerancia. De ahí que las declaraciones racistas y sexistas fueran vistas con malos ojos en la opinión pública de los países del Atlántico Norte. El problema no radicaba en la aparición de lideres racistas o machistas en los debates públicos, el problema era que esos lideres lanzaran sus posiciones extremistas sin autocensurarse, algo así como: “sabemos bien que eres un racista, pero por favor no digas públicamente lo que piensas”. La genialidad de Žižek radicó en mostrar que esa tolerancia no solo era una forma reprimida de racismo, pues el multiculturalismo expresa una distancia eurocéntrica condescendiente, además, era una expresión del anonimato universalista del capital, lo que llevaba a debilitar la importancia de las diferencias culturales específicas frente a los procesos que constituyen la generación de ganancia. Esa posición hoy luce tan inocente como errada, al menos por tres razones.
En primer lugar, la historia del capitalismo realmente existente no es la de un régimen puramente abstracto, sino la de arreglos institucionales que precisan de la fuerza de los Estados para mantenerse y para modificarse. Las instituciones impersonales que formalizan las relaciones de producción no pueden operar sin la coacción que las fuerzas políticas singulares realizan en situaciones concretas, bien sea gracias a los Estados o a organizaciones paraestatales (armadas o desarmadas). Parafraseando a un columnista conservador gringo, la mano invisible funciona gracias al puño cerrado.
En segundo lugar, la autocensura de las expresiones de ultraderecha nunca fue operante. Ni Le Pen, ni Uribe Vélez, ni los sectores afines al pinochetismo chileno se sumaron al coro de la tolerancia multicultural. Por último, porque algunas posiciones políticas que para el filósofo esloveno aparecían como meras “luchas identitarias” -como el movimiento gay, los movimientos feministas o las luchas antirracistas- tienen una especial relevancia en los debates políticos. Para la derecha trumpista es tan importante la anulación del precedente del caso Roe vs Wade en materia de aborto, como darle gabelas tributarias a las grandes empresas.
No es una casualidad que Javier Milei o Moshe Feiglin se declaren partidarios de la libertad y a la vez promuevan la represión más cruda. No hay contradicción en sus planteamientos. Su comprensión de la libertad, entendida como la expansión de oportunidades para los inversionistas, requiere un proyecto abiertamente represivo. En nuestra época la ideología de los capitalistas no es el multiculturalismo liberal, sino el aseguramiento de la inversión por cualquier medio coercitivo necesario. Esa paulatina adopción de posiciones extremas por las derechas otrora moderadas y por sectores del centro político (basta constatar el giro conservador de un sector del partido verde colombiano o de los verdes europeos), ha llevado a estigmatizar como amenazas latentes a los reclamos de los derechos más básicos. La gran novedad de su operación es el paso de un individualismo elitista típico del liberalismo, a la forja de un sentimiento de comunidad, típico de las revoluciones conservadoras, con amplios apoyos populares. Una comunidad artificial basada en una rabia plebeya pero alérgica a toda solidaridad.
Conviene volver a pensar en Dresde. Cuando los británicos y los estadounidenses bombardearon la ciudad no estaban decidiendo el curso de una guerra que terminaría en unas semanas. Su propósito era enviar un mensaje. Su propósito era mostrar que podían apelar a la crueldad gratuita como proyecto, que podían forjar un proyecto de destrucción. La operación israelí tiene el sello de una operación correctiva que prefiere poner en riesgo a su propia población (los bombardeos ya han asesinado a varios rehenes) que mostrar un mensaje de debilidad ante el injustificable ataque contra civiles a manos de Hamás.
Al igual que el carnicero Harris, los militares israelíes promueven el bombardeo indiscriminado para causar el mayor número de muertes de civiles y así desmoralizar a la población palestina. Esa manera de operar no es una anomalía, sino un síntoma de los tiempos. Entre octubre y diciembre de 2023 hemos constatado un giro político que puede tener una larga duración. La victoria de Milei, la masacre genocida en Gaza, la resistencia a reconocer la victoria electoral de Arévalo en Guatemala o de Sánchez en el Estado español, el debate constitucional chileno, la caída del gobierno portugués, o los trinos envalentonados de Bukele, son algunas muestras.
También conviene recordar que entre octubre y diciembre de este año, millones de personas han marchado en todo el planeta exigiendo un cese al genocidio en Gaza. Conviene saber que a pesar de las amenazas de Bullrich y Milei, los movimientos populares argentinos rechazarán sus políticas de ajuste. Conviene constatar que un escritor que soportó un bombardeo encerrado en un matadero, logró escribir una historia para denunciar el absurdo de la crueldad gratuita. Conviene recordar que Vonnegut escribió su novela con ingenio y humor, dos rasgos que la ultraderecha no soporta.