Por: Alejandro Mantilla Q.
Stockton Rush, director ejecutivo de OceanGate, pilotó un submarino sin certificación sometido a presiones extremas. Para los ignorantes en estos asuntos, como yo, era una mala idea. Para los expertos en la navegación submarina, era una pésima idea. En una nota publicada en Smithsonian Magazine en 20191, el Titan fue descrito como el primer sumergible destinado a aguas profundas fabricado con un compuesto de fibra de carbono, tal novedad lo hacía mucho más barato para construir y operar en comparación con los submarinos tradicionales. Ante la rigurosidad de las leyes en Estados Unidos, Rush afirmaba que la regulación ponía demasiado énfasis en la seguridad a expensas de la innovación empresarial: "No se ha producido ninguna lesión en la industria de submarinos comerciales en más de 35 años. Es demasiado segura, gracias a las regulaciones. Pero la industria no ha innovado, ni crecido, gracias a las regulaciones"2. El pasado 18 de junio, el Titan, pilotado por Rush, partió desde un barco canadiense hacia los restos del Titanic; tras sumergirse, perdió comunicación con la superficie y sufrió una implosión causada por la presión oceánica.
En Grafton, una pequeña ciudad de New Hampshire en Estados Unidos, se desarrolló un proyecto para crear una ciudad libertariana3 basada en la reducción de impuestos y el desmonte de las regulaciones del Estado, con el fin de garantizar plenamente los derechos individuales y la libertad de mercado4. Aunque allí ya residían cerca de mil personas, el proyecto buscaba generar una migración masiva que superara en número a los habitantes tradicionales, ocupara la ciudad y se tomara el gobierno local para poner en práctica la utopía de los discípulos de Ayn Rand. Centenares de varones blancos de mediana edad llegaron en sus remolques, y otros tantos se instalaron en sus carpas. A pesar de las resistencias iniciales, los libertarianos descubrieron con beneplácito que muchos de los viejos lugareños veían con buenos ojos las propuestas de ahorrarse unos dólares en servicios públicos como la reparación de calles, el mantenimiento del cuerpo de bomberos y de policía o el funcionamiento de la biblioteca pública. Como relata Matthew Hongoltz-Hetling, autor del libro A Libertarian Walks Into a Bear, en Grafton las tasas de reciclaje bajaron, la basura empezó a pulular, las vías se arruinaron, los gastos jurídicos de la ciudad aumentaron gracias a constantes demandas de ciudades vecinas, creció el número de delitos registrados y el número de delincuentes sexuales en la ciudad. Con cientos de nuevos habitantes acampando en los bosques, guiados por su irrestricta libertad individual de arrojar basura y desperdicios de comida, los osos encontraron nuevas fuentes de alimento. Ante la llegada de los osos, cada individuo actuó de manera diferente, descentralizada, libre. Algunos les dispararon, otros los alimentaron, otros intentaron poner trampas. Con el tiempo, los osos cambiaron su comportamiento, se hicieron más agresivos y por primera vez en un siglo5, un oso atacó a una mujer en su propia residencia6.
Un empresario ambicioso que desconfía de las regulaciones estatales sostiene que la seguridad es un valor menos importante que la innovación empresarial. El resultado es una compañía que evade las normas establecidas para construir vehículos más baratos, más competitivos y más inseguros. Un grupo de utopistas entusiastas decide renunciar a los impuestos y los gastos para la seguridad pública para poner en práctica sus convicciones sobre la libertad individual. El resultado es una ciudad inviable, sin posibilidades de solucionar problemas simples, ni capacidad de coordinación entre individuos para vivir mejor.
Las parabolas del submarino y el oso nos llevan a preguntarnos por tres asuntos superpuestos. En primer lugar, por los valores compartidos que se consolidan en las sociedades. La innovación, el emprendimiento, la supremacía del talento individual o la mentalidad de tiburón, son parte de un léxico dominante que señala la prevalencia de una nueva mentalidad difundida en libros de autoayuda de supermercado y canales de tiktok de machos alfa con joyas prestadas. Ese individualismo egoísta competitivo ve con desconfianza las normas compartidas, los acuerdos con otros, las regulaciones estatales y los impuestos. A su juicio, toda barrera a la iniciativa individual es autoritaria, peligrosa o injustificable moralmente. No obstante, toda sociedad requiere cooperación, solidaridad y compromisos compartidos para organizar el presente y el porvenir colectivo. Sin un mínimo de cooperación toda sociedad es inviable, la libertad individual solo puede adoptarse en el marco de la interacción con los otros que hacen parte de un nosotros-nosotras en permanente constitución.
El segundo asunto son los proyectos institucionales que adoptamos para tener una vida compartida digna. Un buen ejemplo es la autorregulación, principio defendido hasta el cansancio por ciertos empresarios y lobistas que se resisten a que los Estados aprueben normas que salvan vidas pero les cuestan ganancias. “No nos regulen, nosotros podemos hacerlo solos para nos distorsionar el mercado”, afirman. Pero si se evita la regulación a las compañías privadas será imposible tomar medidas contra el cambio climático, no podremos evitar los riesgos que trae la nueva ola de la inteligencia artificial y las grandes compañías de comestibles seguirán vendiendo la comida basura que desmejora los índices de salud pública. Como bien señaló la historiadora Naomi Oreskes, la regulación estatal puede hacer más lentos algunos procesos, pero salva vidas7.
Por último, vale la pena reflexionar sobre nuestra relación con los territorios y ecosistemas. Tal vez el nombre del sumergible Titan aludía a la competitividad prometeica, a la voluntad de dominio de la naturaleza. Pero la presión del oceano no entiende de las ventajas de la innovación autorregulada y a veces los osos pueden devorar a los tiburones.
1 A Deep Dive Into the Plans to Take Tourists to the ‘Titanic’
https://www.smithsonianmag.com/innovation/worlds-first-deep-diving-submarine-plans-tourists-see-titanic-180972179/
2 “There hasn’t been an injury in the commercial sub industry in over 35 years. It’s obscenely safe, because they have all these regulations. But it also hasn’t innovated or grown—because they have all these regulations”. Las declaraciones pueden encontrarse en la nota citada.
3 En la escritura en nuestra lengua es habitual el uso de la palabra ‘libertario’ en lugar del anglicismo ‘libertariano’. Prefiero usar ‘libertario’ o ‘libertaria’ para aludir a la herencia de la tradición anarquista obrera derivada de figuras como Bakunin o Emma Goldman, y usar ‘libertariano’ o ‘libertariana’ para aludir a los partidarios del libre mercado y la reducción de impuestos y regulaciones.
4 https://web.archive.org/web/20130118215151/http://freestateproject.org/about/mission.php
5 How a New Hampshire libertarian utopia was boiled by bears https://www.vox.com/policy-and-politics/21534416/free-state-project-new-hampshire-libertarians-matthew-hongoltz-hetling
6 El título del libro de Hongoltz-Hetling, A Libertarian Walks Into a Bear, es un perspicaz juego de palabras que junta el inicio de los chistes del tipo “un sacerdote entra en un bar” y la similitud fonética entre ‘bar’ y bear, ‘oso’ en inglés.
7 Naomi Oreskes, The Myth that May Doomed the Titan https://www.nytimes.com/2023/06/28/opinion/titanic-titan-oceangate-innovation.html