Por: Alejandro Mantilla Q.
La autonomía y la democracia universitaria son los dos conceptos más usados en el reciente debate sobre la elección de rectores en las universidades públicas. En el caso de la disputada elección de la Rectoría de la Universidad Nacional de Colombia, la autonomía universitaria ha sido comprendida de dos maneras. Por un lado, como el principio que evitaría que el gobierno nacional se oponga a las decisiones tomadas por la mayoría del Consejo Superior Universitario (CSU). Por otro, como el antídoto a las maniobras de los integrantes del CSU que desconocieron las decisiones mayoritarias de la comunidad universitaria.
En ambas interpretaciones encontramos un sujeto de la autonomía y un actor que pretende menoscabarla. En la primera interpretación, el sujeto de la autonomía es el CSU como el órgano supremo del gobierno universitario (pero no todo el consejo, sino su mayoría; en particular, la mayoría que votó por Ismael Peña en la sesión del 21 de marzo), y el actor que pretende menoscabarla es el gobierno nacional. En la segunda interpretación, la autonomía es un atributo del conjunto de la comunidad universitaria (pero no toda la comunidad, sino su mayoría; en particular, la mayoría de docentes, estudiantes y egresadas que votó por Leopoldo Múnera en la consulta del 12 de marzo) mientras el CSU es el actor que desconoció la decisión comunitaria. A esas posiciones las llamo comprensión conciliar y comprensión comunitaria de la autonomía universitaria.
A decir de W. B. Gallie[1], algunos conceptos son esencialmente impugnados. Tal vez el concepto de ‘autonomía universitaria’ es uno de ellos. En estas situaciones, los usuarios del concepto reconocen que su uso es impugnado por otros grupos, lo que conlleva que el concepto es persistentemente ambiguo. Gallie se pregunta si podemos encontrar un principio general que nos permita decidir entre los usos rivales. Aunque es reacio a esta posibilidad, considera que es factible que ciertas evidencias, o ciertos argumentos expuestos por los representantes de una de las partes en contienda, puedan tener una fuerza lógica tal que lleve a algunos de sus oponentes a aceptar sus razones y motivar una conversión justificable o razonada.
A mi juicio, la comprensión comunitaria cuenta con argumentos más fuertes que la comprensión conciliar, pues tiende a ser más democrática y a propiciar mayor deliberación. Pero ese argumento sólo puede ser fuerte si admitimos que la democracia en la universidad es deseable. Esa tesis está lejana de ser un consenso. Para varios académicos, la democracia universitaria es un mal que debería evitarse.
Moisés Wasserman, férreo partidario de la comprensión conciliar, ha insistido en dos tesis. 1. “La democracia es un sistema político que aplica a Estados, no a organizaciones”[2]. 2. “La mayoría de las buenas universidades del mundo han rechazado las pretensiones democratizadoras porque, cuando se han usado, las consecuencias han sido muy negativas”[3]; o como reiteró en otra columna: “…poquísimas universidades en el mundo usan la elección directa y esas no están entre las mejores”[4].
Mauricio García Villegas fue partidario de la elección de Leopoldo Múnera[5], pero tiene reservas frente a la democracia universitaria. A su juicio: 1. “La democratización no funciona en todos los ámbitos de la sociedad y el académico es uno de ellos”[6]. 2. “…en un país con costumbres clientelistas tan arraigadas como el nuestro, una democratización de su sistema de gobierno solo agravaría los problemas actuales”; a lo que añade: “No alcanzo a dar ejemplos de lo que podría ocurrir si las universidades son capturadas por el clientelismo, pero ustedes se los imaginan” [7].
Luis Antonio Orozco, profesor del Externado, planteó que las universidades “son organizaciones por naturaleza jerárquica y existe una relación de poder entre profesores y estudiantes -no imagino una clase donde la mayoría decide que todos pasan con nota apreciativa-”[8].
La democracia puede comprenderse como una actitud cotidiana que excede a las estructuras del Estado. Podemos reconocerla como la actitud deliberativa que surge siempre que haya una comunidad dispuesta a tomar decisiones colectivas; también puede concebirse como el gobierno de cualquiera que pueda tomar la palabra en una asamblea o votar en una elección (creo que lo primero luce más democrático que lo segundo). Así que ni las universidades son análogas a los Estados, ni la democracia es un atributo exclusivo de los segundos. Esta comprensión debilita el primer planteamiento de Wasserman.
Ahora bien, las preocupaciones sobre los posibles efectos nocivos de la democratización, asunto común a García y a Wasserman, carecen de ejemplos que ilustren su punto. En sus columnas, Wasserman dice que la democratización universitaria ha traído consecuencias negativas, pero no dice en cuáles universidades ha ocurrido algo así, ni menciona cuáles son esas consecuencias; sólo afirma que las mejores universidades evitan la democracia, lo que lo lleva a incurrir en una petición de principio. Tanto García como Wasserman deberían tener en cuenta dos puntos. 1. Ejemplificar puede ayudar a a que sepamos si sus tesis se amparan en alguna evidencia. 2. El debate sobre los alcances de la causalidad social está lejos de llevarnos a una posición concluyente. Que un suceso social ocurra en determinado lugar, no implica que se replique en todas las situaciones similares. El fracaso de algún proceso democrático universitario no es razón suficiente para rechazar la democratización en todas las universidades.
García Villegas merece otra réplica. Para el jurista, la democratización generaría clientelismo, dadas las arraigadas prácticas políticas colombianas, pero los casos del peor clientelismo universitario se han dado en contextos de ataque frontal a la democracia y la comunidad universitaria. La toma paramilitar de las universidades del caribe a principios del siglo se efectuó para saquear los recursos públicos mediante el control de la contratación. Para lograrlo, atacaron con violencia calculada a los movimientos sindical y estudiantil de esas universidades. Los paramilitares y sus políticos asociados sabían que las actividades de los líderes estudiantiles y los sindicalistas eran un factor contrario a sus intereses. En esos casos la democracia universitaria era abiertamente contraria al clientelismo violento.
Por último, la tesis de Orozco se basa en un error categorial. La asignación de notas en una clase no es comparable con el manejo del gobierno universitario. Mientras las notas se asignan en virtud de una autoridad epistémica que solo tiene la docente, el gobierno universitario democrático depende de una autoridad compartida acerca de la gestión de los centros educativos. En el primer caso, el intercambio de razones no es libre, está limitado; en el segundo, el libre intercambio de razones es la esencia del ejercicio.
La pregunta por el proyecto de universidad pública requiere una deliberación colectiva, comunitaria, que no puede limitarse ni a los consejos, ni a los concilios. Asuntos como las prioridades de la extensión, los alcances del bienestar universitario, o la relación entre investigación y sociedad, tienen una relevancia que exige una deliberación informada y democrática. De eso se trata la consolidación de una comunidad universitaria genuina.
[1] Gallie, W.B. (1956). Conceptos esencialmente impugnados. Cuadernos de crítica n.o 49, UNAM, IIF. 1998.
[2] La Universidad Nacional, sitiada, disponible en https://www.universidad.edu.co/la-universidad-nacional-sitiada-moises-wasserman/
[3] La Universidad Nacional, sitiada, disponible en https://www.universidad.edu.co/la-universidad-nacional-sitiada-moises-wasserman/
[4] El nombramiento de un Rector, disponible en: https://www.universidad.edu.co/el-nombramiento-de-un-rector-moises-wasserman/
[5] “Unos minutos antes de entregar esta columna me llega la noticia de que el CSU nombró a Leopoldo Múnera como rector. Esa era la decisión correcta desde el inicio”. Punto de no retorno, disponible en: https://www.dejusticia.org/column/punto-de-no-retorno/
[6] Sobre la Universidad Nacional, disponible en: https://www.dejusticia.org/column/sobre-la-universidad-nacional/
[7] Sobre la Universidad Nacional, disponible en: https://www.dejusticia.org/column/sobre-la-universidad-nacional/
[8] Gobernanza y democracia universitaria, disponible en: https://www.larepublica.co/analisis/luis-antonio-orozco-3795239/gobernanza-y-democracia-universitaria-3869427