Por: Francisco Javier Toloza
Con la habitual doble moral del santanderismo colombiano, en Bogotá se rasgan las vestiduras por posibles violaciones al derecho internacional acaecidas sobre la embajada argentina en Caracas, y califican de golpe de Estado la posesión presidencial del pasado 10 de enero pese a que ésta fue realizada por los otros poderes públicos de la República bolivariana acorde a la normatividad vigente en dicho país. Sin querer entrar en debates que deben cursarse en las instancias internacionales propias, contrasta con el monotema mediático contra Venezuela, el silencio más que cómplice frente a comprobadas contravenciones a la inmunidad diplomática perpetradas por el Estado ecuatoriano, como en los referenciados casos de violación del asilo de Julian Assange y la transgresión de la extraterritorialidad de la embajada mexicana en Quito para capturar al perseguido político Jorge Glass. Similar “mutis por el foro” se percibe en los grandes medios y clase política nacional, frente a las reiteradas violaciones a la vigente constitución de 2008 que viene realizando el presidente-candidato ecuatoriano Daniel Noboa, quien sin duda ha consumado un gradual golpe de Estado en la hermana república.
Parece que hay vecinos que importan más a la moralina colombiana. Detrás de este maniqueísmo vulgar está el alineamiento geopolítico que tiene hoy en el gobierno del “Ricky Ricon” bananero Daniel Noboa, al más obsecuente cipayo del Departamento de Estado en Sudamérica. La derecha colombiana no es salvaguarda del derecho internacional (como se evidenció con la Operación “Fenix” justo sobre territorio soberano ecuatoriano), sino simplemente aúpa a sus aliados en un plan continental que amenaza la paz de América Latina. Más allá de la pintoresca figura de un presidente nacido en Miami, que recibe a sus homólogos en traje de piscina, se halla toda una estrategia por la dominación de espectro completo sobre la cuenca del Pacífico y la región andino-amazónica, que tiene en Ecuador el epicentro de su despliegue en la actualidad, con las obvias consecuencias para Colombia, y demás países limítrofes.
EEUU ha logrado consolidar un corredor de bases militares en el Pacífico Tropical que apuntan hacia el estratégico triángulo del litio (Argentina, Bolivia y Chile) y al control de la biodiversidad regional, buscando contrarrestar la nueva “Ruta de la seda” que promueve China y que despunta con la inauguración del mega-puerto de Chancay en Perú. Tras el último chantaje de Trump a Panamá, se reitera la ocupación militar efectiva de dicho país con una docena de bases militares norteamericanas aún tras la entrega de la zona del canal, que se articulan además con el denominado CMAR – Corredor Marino del Pacífico Este Tropical- que incluye acceso a marines estadounidenses de instalaciones en la Isla del Coco en Costa Rica, la estación en la isla Gorgona colombiana, y la cuasi-base en la isla San Cristóbal del archipiélago de Galápagos de Ecuador. Este acuerdo firmado en 2022 mimetizado en la conservación ambiental tiene claras implicaciones geopolíticas, ya que el CMAR entra a complementar un despliegue militar existente en la región que envuelve el uso gringo de la base naval de la ARC en Bahía Málaga, la cadena de radares Kelvin Hughes, puestos en la costa pacífica colombiana en Juradó, Pizarro y Bahía Solano así como la FOL que opera en la base fluvial de Puerto Leguízamo y las ocho bases norteamericanas en Perú que miran los intereses chinos en el Pacífico y de Brasil en la cuenca del Amazonas.
Sobra decir -para sorpresa de nadie- que la creciente militarización de esta área del continente no ha sido óbice para que esta cuenca sea la de mayor tráfico de cocaína en el mundo, sino que al contrario se ha consolidado esta empresa capitalista transnacional del narcotráfico que regula la DEA norteamericana. De hecho, Ecuador tiende a convertirse en un narco-estado tal cual sucedió en otros países como Honduras y Afganistán, donde la intervención imperial y el punitivismo de la War Drugs solo sirvieron para elevar la tasa de ganancia de este sector que nutre los grandes circuitos financieros del Norte global.
Tras la traición de Lenin Moreno, Ecuador ha firmado 3 tratados militares con EEUU (SOFA o Estatuto de las Fuerzas, Interdicción Aérea, Operaciones contra actividades marítimas transnacionales ilícitas), Lasso instaló un Grupo de Trabajo Bilateral de Defensa en 2023 que comprende una inversión norteamericana de U$ 3.100 millones a 2030 en las fuerzas armadas ecuatorianas, y ahora Noboa promueve una reforma a la prohibición constitucional de bases y tropas extranjeras, proyectando un aumento del grado de la injerencia imperial, ya que las actuales normas no han impedido las efectivas formas de intervención de EEUU que realiza vuelos militares diarios desde Galápagos, asistencia y financiación judicial para guerra jurídica y sus tropas gozan de inmunidad legal en el país hermano. Algunos hablan de un “Plan Ecuador” que como su nefando antecedente -el Plan Colombia- tiene una perspectiva geopolítica regional.
Sotto Voce y excusado en una exótica declaración de “conflicto armado interno” en enero del año 2024 contra bandolas, el gobierno de Noboa ha culminado el proceso de “invasión por invitación” al Ecuador iniciado por Moreno y Lasso, instaurando para ello un gobierno de facto en el país hermano. Daniel Noboa es el heredero del magnate bananero y bancario Álvaro Noboa, mayor evasor del fisco ecuatoriano que fracasó seis veces en su intención de gobernar Ecuador, y cuyo conglomerado empresarial se encuentra envuelto en los recientes escándalos del “Narco-Banano”. La exigua gobernabilidad del corto mandato de un presidente que tiene su país a oscuras y con el mayor índice de homicidios del continente, se ha sustentado en el apoyo expreso del Comando Sur para evitar un retorno de la Revolución Ciudadana al Palacio de Carondelet en las próximas elecciones de febrero.
Noboa ahora nuevamente candidato presidencial en 2025, gobierna por decreto desde hace más de un año amparado por el “estado de excepción” al peor estilo del santanderismo colombiano y se burla ya no de la constitución vigente, sino de su misma coalición de gobierno, haciendo campaña desde el poder ejecutivo, nombrando encargos presidenciales a dedo y negándose a que su fórmula vicepresidencial Verónica Abad asuma sus funciones constitucionales. Candidatos opositores han sido inhabilitados y la misma derecha ecuatoriana pide activar la Carta Democrática de la OEA. No obstante, nada de ello es noticia en Bogotá ni genera rechazo del bloque hegemónico colombiano obsesionado en buscar autoritarismos, pero solo si no cuentan con el beneplácito de Washington.
“Debemos apoyar al presidente Noboa y su administración… Si no actuamos rápidamente, podemos perder a un amigo y aliado clave en nuestro propio hemisferio” dijo Marco Rubio durante el pequeño golpe de Estado de hace un año en Quito, mientras culpaba -por ridículo que suene- a Petro, AMLO y a Venezuela de la narcotización de Ecuador, y no a la dolarización, el deterioro social generado por el desmonte de los programas sociales del correísmo o la complicidad de las élites agroexportadoras y financieras del país vecino. Queda claro que detrás de Noboa y sus trolls de redes hay una estrategia que lo supera a él, que busca posicionar una quimérica salida de “mano dura” al estilo Bukele, en tanto se cumple un claro rol de peón geopolítico regional.
No faltará quien justifique lo injustificable diciendo que lo que pasa en Ecuador -a diferencia de Venezuela- no afecta gravemente a nuestro país. El mismo Noboa lo esclarece sin ruborizarse en su entrevista en el New Yorker: “tuve una reunión con la CIA y les dije: por favor, ayuda. Enfoquen todos sus esfuerzos en la frontera entre Ecuador y Colombia”. La comprensión territorial del conflicto y de la paz en Colombia, así como no implica el desconocimiento de su dimensión nacional tampoco puede ignorar su proyección e interacción geopolítica y transfronteriza; así que nada más nocivo para los esfuerzos de la política de Paz Total y particularmente de la apuesta gubernamental en los departamentos limítrofes, que la profundización de la política de guerra en países hermanos como Ecuador, a la merced de tropas imperiales, capitales criminales transnacionales y mercenarismo de toda índole. A 200 años de la Doctrina Monroe y del Congreso Anfictiónico, es esto lo que está en juego con la continuidad del bananerito Noboa en Carondelet.