Por: Clara López Obregón
Los primeros 100 días de Petro marcan un cambio en la manera de conducir la política que los sectores de la vieja guardia se niegan sistemáticamente a reconocer. Insisten en montar el relato de la “tenaza”, la “aplanadora” y el “pupitrazo” porque no entienden que el sentido común de la sociedad está en pleno viraje y que incluye a muchos que defendieron el modelo de democracia recortada del pasado. Las “líneas rojas” planteadas por el expresidente Cesar Gaviria naufragaron, no por indisciplina de bancada ni encantos gubernamentales, sino por falta de convencimiento de la bondad de su contenido. Donde existió convicción, como fue el caso del impuesto a las iglesias y confesiones, ganaron la partida a voto limpio.
Incluso algunos de las filas del Pacto Histórico no han digerido el cambio en curso y se quejan de la no inclusión de algunas de sus propuestas en la tributaria. La realidad es que el presidente Petro ha conformado, a partir del Frente Amplio por la Paz y la Democracia que le dio el triunfo en la segunda vuelta presidencial, una sólida bancada de gobierno sobre la base del concepto del Pacto, del diálogo, del debate, del acuerdo. La reforma tributaria es claro ejemplo de como funciona el nuevo método.
Claro que el gabinete tiene representatividad de los partidos que conforman la coalición. Ni más faltaba que todos fueran del Pacto Histórico. Pero a diferencia del menudeo de la mermelada, el presidente Petro se reunió con cada una de las bancadas de los partidos de Gobierno, en discusión colectiva, para hablar de la tributaria. Los ponentes de todos los partidos, incluidos los de la oposición, nos reunimos disciplinadamente durante diez semanas y discutimos artículo por artículo. No hubo un solo texto sobre el cual no intervinieran todos los sectores, con preponderancia de los colegas de la oposición. Fueron muchas las discusiones que se repitieron una y otra vez. El ministro Ocampo y su viceministro Hernández participaron en todas las reuniones y el director de la DIAN estuvo presto a hacer todas las explicaciones solicitadas. También se realizaron audiencias públicas en varias ciudades del país para escuchar a la sociedad civil, a los gremios y a las organizaciones sociales.
Coincido con el ministro de Hacienda: no ha habido nunca una reforma tributaria más ampliamente debatida que esta. En las reuniones de ponentes se construyeron acuerdos. Todos teníamos, desde nuestras diversas perspectivas, mayores aspiraciones. Pero en eso consiste el método del Pacto. Todos ceden algo, todos consignan algo de sus posiciones y propuestas, incluso la oposición cuya impronta quedó consignada en varios artículos. El Pacto forjado en la discusión y hasta la pasión se consignó en la ponencia de primer debate después del cual volvimos a la pizarra. La ponencia del segundo debate fue ampliada con proposiciones de las plenarias y fue esa versión la que finalmente aprobaron senado y cámara, con diferencias que se saldaron en la Comisión de Conciliación por unanimidad, buscando consolidar la voluntad ampliamente mayoritaria del Congreso.
El método del Pacto está revolucionando la política. El debate es intenso, fructífero y por encima de todo, participativo y democrático. Lejos estamos de los conciliábulos de intereses especiales y funcionarios con la aplanadora de los votos aceitados que vieron pasar quince reformas, o más bien contrarreformas tributarias, a partir de la Constitución de 1991 y en contravía de sus mandatos de progresividad y equidad.
Esta reforma es también, de lejos, la más progresiva que ha pasado el Congreso. Dos de cada tres pesos los pondrán quienes devengan más de 20 millones de pesos mensuales, los dividendos entran a pagar con la tabla progresiva de tarifas dentro de una cédula general que equipara los ingresos laborales con del capital y se introdujo un impuesto permanente al patrimonio. Su efecto redistributivo es un primer paso frente a la desigualdad reinante y uno certero hacia la equidad dentro de un Pacto consciente de nuevas mayorías.