Por Margarita Jaimes Velásquez
Desde que tengo uso de conciencia ciudadana, es decir, desde el siglo pasado, en Colombia se habla de paz, de caminos para la paz, de rutas para la paz y aunque todas aluden a elaborar un rumbo para lograrla, siento que ninguna de esas propuestas se toma el trabajo de pensar la paz desde la cotidianidad, eso incluye la actual propuesta de paz total.
Si bien los homicidios son el delito que más impacta a la percepción de seguridad de la ciudadanía, esto no obsta para que se analice que la violencia interpersonal no se agota con su comisión. Ello ocurre por la manera en que las autoridades y, dicho sea de paso, por muchos periodistas, presentan la noticia a la opinión pública. Se suele escuchar que ocurrió “un hecho de intolerancia” o “desadaptados hicieron…” quitándole relevancia a los acontecimientos violentos que suelen ocurrir en las calles, entre vecinos, entre familia o entre simples transeúntes que se disputan el derecho a disfrutar del espacio público.
En muchas ciudades y pueblos del Caribe Colombiano es cotidiano ver las peleas pequeñas y grandes por el uso de las vías y de los andenes. Cada vez más, las personas que recorremos las calles a pie, debemos sortear un sinnúmero de dificultades y de talanqueras que impiden la libre movilidad del peatón. Por ejemplo, en Barranquilla, Sincelejo o ciertos sectores de Cartagena es común ver como los andenes son usados como parqueaderos de motos, automóviles o por el vendedor estacionario que además se abroga el derecho de imponer desvíos a los transeúntes.
¿Qué le queda al caminante? Bajarse a la vía vehicular y exponerse a ser embestido por cualquier automotor. ¿Cuántos accidentes de tránsito se evitarían, si las autoridades hicieran cumplir las normas? ¿Cuántas lesiones personales por peleas se evitarían? Aunque lo que vengo exponiendo es una verdad a gritos, ni la ciudadanía se concientiza en el respeto por los derechos de los otros y otras a vivir y transitar por el espacio público, tampoco las autoridades prestan atención a esta problemática.
De verdad, verdad (como decimos aquí en el Caribe) Paz también significa lugares seguros para vivir la cotidianidad. Esa seguridad no debe ser pensada única y exclusivamente en lógica de violencia letal. La ciudadanía también requiere disfrutar de los espacios diseñados para existir y vivir la ciudad. Las relaciones de poder que se evidencian en este tipo de comportamientos también deben ser tramitadas por el Estado.
En este espacio he venido insistiendo en que la política de Paz Total debe apostar a derribar la discriminación en todos los ámbitos. En serio el abuso del espacio publico por unos cuantos es un ejercicio de poder que conlleva negar a la otredad el derecho a caminar por la ciudad. Incluso, si hilvanamos delgado, es un acto de discriminación y de abuso del derecho.