Por: César Jerez
En Calgary son las 9 am y todavía está oscuro, el pequeño Pau camina hacia un autobús marcado con un letrero negro que dice: “School bus”, el ruido de la nieve estrujada bajo sus botas es la onomatopeya del frío y de la nostalgia. Hace demasiados grados bajo cero hasta llegar a -19.
El paisaje podría recordar tristemente el invierno ruso en “Corazón de perro“ (Собачье сердце) de Bulgákov; pero ahora, cuando Pau camina hacia la nave amarilla que lo llevará a su nueva escuela de Babel, escucho desde lejos sus pasos, es el chasquido de los pies que luchan por salir libres de la nieve, es el mismo pellizcado de violines en el segundo movimiento del “Invierno”, en “las cuatro estaciones” de Vivaldi, que de niño golpeaba el piso con sus pies, para espantar el frío de los inviernos en su Venecia congelada.
El Pau de los Andes y la Irati de los Pirineos y del Mediterráneo estudian en la capital de Alberta, la región petrolera y gasífera de Canadá, que además produce carbón metalúrgico, ingrediente fundamental para la fabricación del acero canadiense.
Canadá es un estado de bienestar, un país lejano y frío que se ha convertido en una de las potencias petroleras y mineras de este mundo en crisis climática, pero sediento de minerales y energía. Los minerales y el petróleo representan más del 20% de las exportaciones canadienses, la industria minera y petrolera de Canadá contribuye anualmente con más de US$ 150 mil millones, equivalentes al 6% del PIB nominal total de Canadá. La distribución social de esta renta implicó que las empresas del sector extractivo pagaran más de US$ 10.5 mil millones anuales al gobierno canadiense durante los últimos años.
En 2020, Canadá exportó US$47,2 mil millones en petróleo crudo, convirtiéndose en el cuarto exportador de petróleo en el mundo. El gran problema de este petróleo es que se encuentra en arenas bituminosas, por lo que extraerlo requiere de métodos contaminantes con alto consumo de agua y energía.
Muy a pesar de los impactos ambientales de su economía extractiva, Canadá ha sido enfática en asegurar que el mundo no tiene, por ahora, otra opción.
"Pueden elegir apagar las luces y congelarse en la oscuridad. La alternativa es hacer lo que todo el mundo está haciendo, usar la energía disponible", dijo en su momento Joe Oliver, exministro de recursos naturales de Canadá.
Pronto Canadá exportó su modelo minero al extranjero, especialmente a América Latina, donde actualmente operan 319 empresas mineras canadienses, con 1526 proyectos, 30 de estas empresas están en Colombia. El impacto de esta masiva presencia en una región desigual derivó en graves violaciones a derechos humanos y demoledores impactos ambientales.
El Informe presentado a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) por el Grupo de Trabajo sobre Minería y Derechos Humanos en América Latina, denominado “El impacto de la minería canadiense en América Latina y la responsabilidad de Canadá”, recoge el impacto de 22 proyectos mineros de empresas canadienses en nueve países, donde “se pudieron determinar las tendencias en el impacto de esas actividades y un patrón de violaciones de derechos humanos, así como las condiciones en los países receptores de la inversión minera y las políticas de Canadá que favorecen a tales violaciones”.
Así que Pau e Irati, mis hijos, viven ahora en un país con poderosos intereses en la Colombia de sus ancestros, donde por estos meses llueve. El agua que falta en la sequía, ahora inunda, destruye y mata. En Piedecuesta, en Suesca, en el Caribe.
La crisis climática diaria se discute globalmente por estos días, pasados por agua. En Egipto sesiona la cumbre COP27, este año en un contexto de desastres naturales exacerbados en todo el mundo y de crisis energética y alimentaria.
La COP26 de Glasgow en 2021 hizo hincapié en la urgencia y las oportunidades de avanzar hacia una economía neutra en carbono, en reducir las emisiones un 45 % —con respecto a los niveles de 2010— en 2030 y alcanzar las emisiones netas nulas en 2050. Los líderes mundiales definieron que había que acelerar la reducción del carbón y la eliminación de subsidios fósiles ineficientes, prestando apoyo para tener una transición justa.
Pero de nuevo la geopolítica y los intereses económicos e imperiales se atravesaron en los objetivos, la guerra entre Rusia y la OTAN en territorio ucraniano marcan otro escenario, el llamado urgente del capital es a producir más petróleo y gas para bajar los precios en alza, garantizar el suministro energético en Europa y salir de la recesión con combustibles nuevamente baratos.
Algunos países europeos anuncian su regreso al carbón y a la energía nuclear, Estados Unidos pone en el mercado parte de sus reservas estratégicas de petróleo y mantienen el impulso al negocio especulativo del Fracking, además anuncian la instalación de 300 nuevas plantas nucleares a 2050, como respuesta a la iniciativa china de instalar 150 plantas de energía nuclear en 2035.
La carrera por la soberanía e independencia energética en una nueva geopolítica de bloques y economías emergentes es imparable, así que la transición energética y la lucha contra la crisis climática ahora parecen un proceso complementario a más largo plazo y un discurso político lleno de buenas propuestas e intenciones.
En este trance llegó Petro a las orillas del Nilo, un río mitológico que en tan solo 50 años es 100 veces menos caudaloso que el Amazonas; la crisis climática está secando el cauce del segundo río más largo del mundo, afectando a 500 millones de africanos empobrecidos.
Cuando Petro terminó su discurso ante los líderes mundiales confieso que descansé, pues no reiteró en Egipto el exabrupto de traer a la OTAN a Colombia para salvar la Amazonía, en plena guerra entre la Federación Rusa y la OTAN, como lo propuso hace unos días. Más bien su decálogo genérico y pletórico cierra con un llamado a la paz para avanzar en las soluciones climáticas.
Hay que reconocer con pena que el llamado romántico a la movilización mundial climática que cambie el rumbo no va a ocurrir, por ahora. El capital se integrará totalmente a la transición energética solo cuando escaseen las reservas de hidrocarburos y la transición sea un buen negocio basado en los avances científicos, por eso mismo llegar a la economía descarbonizada desvalorizando los hidrocarburos no será una realidad ni a corto ni a mediano plazo, así sea impulsada por la política y por los Estados, el club de los ricos y sus bancos no van a apagar los motores.
El cambio de deuda por inversión en adaptación y mitigación de la crisis climática en el sur es una propuesta realizable, si se construye un consenso con los bloques y las potencias en un marco de cooperación ambiental, sobre todo si se ata a la propuesta más sensata y brillante del decálogo de Petro: salvar a la Amazonía.
La geopolítica de América Latina y de Colombia, su soberanía y su poder, consisten en ser un pilar biodiverso de la paz con la naturaleza en la Amazonía.
Ahora que los países que financiaron la persecución de campesinos con helicópteros, cárceles y balas en la Amazonía, se reorientan hacia un enfoque de derechos campesinos en el nuevo gobierno, hay que construir un modelo de cooperación internacional amazónico, de justicia ambiental, dialogando y llegando a acuerdos ambientales y de paz con los que ejercen soberanías armadas, para detener entre todos la deforestación, sin vender ilusiones, sin miedo al éxito de la solución con la gente, sin malgastar ese dinero en subsidios y pagos inventados por servicios ambientales, usando las capacidades locales en su propio desarrollo.
La bioeconomía, el aprovechamiento forestal sostenible, debe ser para satisfacer los derechos de la gente. No más programas inútiles sin visión amazónica, no más cazadores de rentas ambientales ni tramitadores de permisos. Hay que hacer de los amazónicos los aliados de la gestión territorial, de la restauración, defensa y protección de los bienes comunes, de la naturaleza.
Lo que fueron luego las Zonas de Reserva Campesina nacieron en la Amazonía como la solución añorada, en medio de un proceso de paz que fue frustrado, pero ellas sobrevivieron a los fusiles y a sus disparos, para quedarse en sus ríos, en los amaneceres del Guayabero y en los ocasos del sol de los venados de La Macarena, entre los estallidos de pájaros, esperando, siempre esperando, a que la paz llegase, para quedarse, por fin, entre nosotros.
