Por: Jimmy Viera Rivera
“La producción capitalista necesariamente implica una expansión hacia la naturaleza y la destrucción de esta, lo cual no solo tiene consecuencias trágicas para la vida en el planeta sino que también socava la viabilidad futura del capitalismo mismo” Antonio Negri.
En nuestro país, los distintos gobiernos han subordinado el medio ambiente a los imperativos de un juego político de visión estrecha y tecnocrática, y al libre albedrío del mercado. Los mecanismos del mercado son ciegos en cuanto a los problemas tanto sociales como ambientales y prevalecen sobre las medidas políticas y legislativas, en el tratamiento a la crisis ambiental del mundo.
Más que una Cumbre de la Biodiversidad, Cali parece una gran vitrina donde se compra y se vende la naturaleza, mediante la posibilidad de cambiar deuda externa por “protección de hábitats de valor”, es decir, por porciones de territorio de los países del Sur, ricos en biodiversidad, a través de los fondos ambientales globales que serían controlados por parte del “ecologista” Banco Mundial u otro de estos bancos captadores de economía verde.
La ministra del ambiente en Colombia, confirma lo siguiente: “Lo que proponemos de fondo es un nuevo pacto financiero, por eso invitamos al sector privado a construir de la mano un modelo sostenible que ponga en el centro el cuidado de la naturaleza y potencie las oportunidades que surgen de ella; esperamos que este portafolio sea un incentivo de capital y de avance para todos los sectores, sobre todo, para movilizar desarrollo regional y liderazgo global”. “Este portafolio debemos traducirlo en tres monedas: biodiversidad, carbono y divisas fuertes”, esto es, precisamente, lo que queremos lograr en la Feria de Economías para la Vida; con la estructuración de este robusto portafolio pasamos del discurso a la acción, evidenciando que avanzar en la protección y el cuidado de la naturaleza es reactivar la economía del país” (El Tiempo, 28 de septiembre 2024).
Miller Dussan, uno de los líderes de la lucha del Quimbo y Salvemos al Río Magdalena, denuncia: “En la ronda de negocios que se realiza en la zona azul, las grandes potencias del Norte global a partir de las estrategias y planes delineados en el marco global sobre biodiversidad suscrito en la cop15, que es el instrumento de implementación de la convención de los países miembros para la planeación de la biodiversidad biológica, busca imponer un mecanismo multilateral para fijar una distribución financiera de los beneficios del uso de la información de secuencias digitales sobre recursos genéticos, que es el insumo de la biotecnología farmacéutica y del mercado agroquímico, también de armas biológicas y patógenos contra las luchas de los pueblos a nombre de la paz con la naturaleza”.
El actual modelo económico y productivo requiere para su funcionamiento, de una constante necesidad de crecimiento cuantitativo. Esta es la clave del beneficio y, por consiguiente, de la acumulación de capital, la concentración de la riqueza. El crecimiento continuo está legitimado ideológicamente en la veneración a los conceptos de “progreso” y “desarrollo”, de los cuales no se separan los gobiernos de derecha y hay gobiernos progresistas que le rinden culto a la ideología en crisis del desarrollo.
“Un aspecto son los discursos y las narrativas de estas conferencias mundiales (Conferencia de las Partes -COP) y otra la realidad ambiental de los países, en los cuales las políticas ambientales (PA) son divergentes de una efectiva protección ambiental y sostenibilidad socio-ambiental de los territorios, inclusive difiere de las demandas de los sectores ambientalistas locales. En gobiernos progresistas de América Latina (primera ola), los ambientalistas tomaron distancias de lo pregonado por los gobiernos, los casos de Evo en Bolivia (por los proyectos extractivos), Correa en Ecuador (con el PNN Yasuní), Lula en Brasil (con la Amazonia), y Cristina Fernández en Argentina (con los monocultivos agroindustriales –soja– y los glaciares)” (Jaime “Chipi” Quijano).
Detrás de los fuegos de artificio de estos discursos políticos, está la realidad concreta del genocidio étnico, la criminalización social y la entrega de vastas extensiones territoriales a las corporaciones.
Como expresa el economista ecuatoriano Paulo Dávalos, la estrategia posneoliberal tiene como foco al territorio y este se amplía, y lo vincula con la analítica desarrollada por la economía neoclásica en virtud de la cual, la naturaleza puede, en sí misma, convertirse en una mercancía y, por consiguiente, puede inscribirse en la lógica de la oferta y la demanda de los mercados, a través del concepto de “servicios ambientales”. A partir de los “servicios ambientales”, la frontera de la economía puede ampliarse y mercantilizar la naturaleza y, al mismo tiempo, la naturaleza puede desconectarse de su base física territorial. Este concepto de “servicios ambientales” abre paso a considerar a la naturaleza, no solo como un reservorio de materias primas o como una base pasiva de la acumulación de capital sino también, como un elemento activo de la acumulación y de la especulación financiera. La naturaleza se convierte en una mercancía como cualquier otra y depende de aquellas fuerzas económicas, tanto como si fuese una mercancía cualquiera.
La COP16, vendida como un gran espectáculo de belleza, no puede convertirse en la pasarela cosmética y festivalera que oculta la muerte de 248 líderes ambientalistas asesinados en Colombia desde el 2016. Son muchas las organizaciones sociales y ONGs que pierden su visión crítica, convirtiéndose en actores activos que validan la mercantilización y privatización de la naturaleza.
Debemos afirmar la visión del etnodesarrollo encaminado a reactivar la economía del campo como el motor del desarrollo rural y agrario, una opción que permite resolver el tema de la seguridad alimentaria en los territorios, como diría Arturo Escobar en su texto sobre Territorios de Diferencia: “Los territorios étnicos son espacios-tiempos vitales de toda la comunidad de hombres y mujeres, espacio-tiempos de interrelación con el mundo natural que lo circunda, y que es parte constitutiva de él; donde la interrelación genera escenarios de sinergia y de complementariedad tanto para el mundo de los hombres-mujeres como para la reproducción de otros mundos que circundan al mundo humano. Dentro de muchos mundos indígenas, y en algunas comunidades afrodescendientes de América Latina, esos espacios materiales se manifiestan como montañas o lagos, que tienen vida o son espacios animados” y habitados por espíritus ancestrales con quienes se establece una relación social, cultural, espiritual en vez de una relación de sujeto a objeto como pregona el capitalismo salvaje.
La lucha de los pueblos étnicos indígenas y negros y los campesinos desde las prácticas colectivistas comunitarias en sus territorios ancestrales, pone una frontera real a las pretensiones mercantiles y de privatización con respecto a la naturaleza. Ellos, desde sus lógicas mágicoespirituales y ancestrales sobre la naturaleza, son el factor irreductible contra la modernización y el desarrollo capitalista y, por lo tanto, no caben en las lógicas de las denominadas convenciones ambientales, en sus mercados de “servicios ambientales”, ni en su falsa conservación.
ADENDA: los días 26 y 27 de octubre en la ciudad de Cali, se realizará desde el Colegio Multipropósitos en la montaña mágica de Siloé, la COP DIVERGENTE: Cumbre Ambientalista, Ciudadana y Autónoma.
Notas:
Columna de Susana Muhamad: La naturaleza, el nuevo motor para impulsar la economía
Taller "El proyecto posneoliberal para América Latina" - Desde Abajo