Por: Mauricio Jaramillo Jassir
Colombia sigue avanzando en el reconocimiento pleno del Estado palestino. Esta vez, el gobierno colombiano anunció la apertura de la sede diplomática en Ramallah a la que equivocadamente algunos medios colombianos denominaron “capital de Palestina”. Valga aclarar que se trata únicamente de la sede administrativa para la gestión de la Autoridad Nacional Palestina (creada tras los Acuerdos de Oslo), en realidad es Jerusalén Oriental, AL Quds, el centro político que reivindica la nación palestina.
A pesar de las evidentes dificultades para llevar a la práctica esta decisión, el gobierno colombiano mantiene una marcha en sentido coherente con la historia, con su tradición diplomática y llevando a la práctica la vocación de apego al multilateralismo inscrita en la Constitución del 91. A quienes legítimamente se preguntan ¿y por qué tanto interés en Gaza en vez de centrarse en zonas del país donde la violencia abunda? ¿es viable fiscalmente abrir una sede diplomática en Cisjordania? Les respondo con algunas reflexiones.
Llegó la hora de deshacernos de la idea de que el único móvil válido para la apertura de una misión diplomática son los negocios. En un mundo donde los reclamos del sur global son cada vez más coherentes y multiplicados en los países de esa enorme periferia, Colombia necesita de canales de comunicación constantes con terceros para promover sus valores e intereses. Esto pasa por preservar los derechos de sus connacionales en el exterior y permitir que aquellos colombianos que deseen desplazarse por el mundo, siempre encuentren apoyo en la institucionalidad colombiana. A su vez, el estrechamiento de lazos con el sur global refuerza nuestra defensa de la multilateralidad. Uno de los peores legados de la furia neoliberal de la década de los 90 con la apertura gavirista, fue la idea de anteponer el comercio exterior a la diplomacia y a las relaciones exteriores. Se trata de sectores complementarios, pero la sensación que quedó es que los segundos son dispendiosos e innecesarios y se han convertido en símbolos de despilfarro burocrático. Se entiende que buena parte de la ciudadanía lo vea de esa manera, pero corresponde a los medios explicar el alcance de dichas misiones para evitar como en la época de Uribe Vélez, que en nombre de la austeridad se lesionen gravemente las posibilidades de interacción de Colombia con el mundo. El cierre drástico de embajadas y consulados tuvo efectos en nuestra política exterior, aisló a Colombia, les quitó derechos a colombianos en el exterior y perdimos valiosas oportunidades en materia de cooperación internacional, pues la cancillería se convirtió en una oficina de apoyo del sector defensa. Colombia debe apuntar a la ubicación de misiones diplomáticas en sectores clave del mundo, en especial de aliados en el sur global, Palestina ha sido históricamente socia de Colombia, eso sí, nos dimos el lujo en los gobiernos de Uribe, Santos y Duque de maltratarla votando en su contra en espacios del sistema de Naciones Unidas.
Ningún reclamo internacional por Gaza contradice la responsabilidad del gobierno con el orden público a nivel nacional en casos como la violencia en Cauca. Ahora bien, causa extrañeza que se acuerden más de ese departamento ahora en medio del angustiante exterminio en Gaza, que cuando se proponían muros de separación inspirados en el segregacionismo.
De otro lado, establecer una misión diplomática en Palestina es una necesidad para continuar con el reconocimiento que concretó Juan Manuel Santos en agosto de 2018, sobre todo ahora en pleno genocidio es un deber moral ante el inminente aniquilamiento de la nación palestina. Raphael Lemkin, reconocido jurista polaco, acuñó el término genocidio para describir el intento por aniquilar o exterminar a los miembros de un grupo por la sola condición de dicha pertenencia. Es increíble que cuando agoniza una nación entera, la mezquindad de algunos sólo les permita reparar en los gastos burocráticos. Todo sirve, se trata de detener la peor crisis humanitaria de la contemporaneidad.
Mientras los medios aborden las noticias sobre el Medio Oriente sin contexto histórico, legal o geopolítico será muy difícil para la sociedad colombiana superar los reduccionismos que no sólo desinforman, en este caso incitan al odio. Que se abra esta embajada y sea la puerta de Colombia en Oriente Medio.