Por: Mauricio Jaramillo Jassir
Dos de los puntos esenciales de la democracia son la rendición de cuentas y la transparencia, caras de una misma moneda. El sistema nació tanto de la soberanía popular como de la separación de poderes, es decir, de la posibilidad de que existan contrapesos a la gestión de los gobiernos. La situación en Bogotá es dramáticamente reveladora sobre la costumbre que desde hace varios años campea en Colombia y que consiste en que el control político se ejerce de acuerdo con la afinidad o desavenencia ideológica entre partidos. Es decir, que en el caso de algunos concejales sólo ejercen su labor de controvertir y visibilizar las acciones del alcalde cuando no coincide con sus colores políticos. Tal es el caso de cabildantes de la capital, salvo en el caso del Pacto Histórico, que frente a la dramática y calamitosa crisis del agua en Bogotá han decidido pasar de agache y centrarse en asuntos que no corresponden a su jurisdicción. Vale la pena recordar antes de que salga la eterna falacia de que es una costumbre de todas las fuerzas políticas, que el “carrusel de la contratación” por el que fue condenado Samuel Moreno Rojas, fue destapado por militantes de su propio partido Luis Carlos Avellaneda, Gustavo Petro y Carlos Vicente de Roux.
La crisis por la gestión del racionamiento del agua ha dejado al descubierto una condescendencia que no tiene antecedentes en la época reciente de las alcaldías bogotanas. Si bien se podría entender este racionamiento como una decisión necesaria que se aleja de responsabilidad exclusiva de Carlos Fernando Galán, es extraño que los concejales de centro y derecha no digan nada sobre las miles de quejas de usuarios a los que no se les reestablece el servicio del agua según los horarios, los accidentes en tuberías que no son escasos y el color turbio con el que llega a varios hogares. ¿A quién se deben esos concejales, a la ciudadanía o a una forzada lealtad con la extrema derecha para contrarrestar al ejecutivo nacional? ¿Es válido que por un cálculo político para llegar al Congreso en 2026 se den el lujo de darle la espalda a los bogotanos? Claro, en estos tiempos es redituable electoralmente controvertir a Petro, pero no se puede llevar a tal extremo una estrategia por varias razones deleznable.
A esto se suman medios de comunicación que han optado por el “alcahueteo” con Galán como línea editorial por razones que aún no son del todo claras, o al menos no explícitas. Han renunciado al deber de ir a los barrios de Bogotá y constatar lo que a todas luces es una situación caótica en especial para los estratos bajos. Basta contrastar el despliegue mediático por el cambio de modelo de recolección de basuras cuando la izquierda era gobierno distrital con el momento actual para concluir la extraña selectividad de la prensa a la hora de visibilizar temas en la ciudad.
Cuando la izquierda gobernó Bogotá con Petro, se entregó un mínimo vital para acceder al agua que benefició a 800.000 familias, en contraste con un derecho que se ha interrumpido por falta de previsión por parte de gobiernos distritales que desde 2018 tenían forma de saber lo que podía suceder, pero en particular por la ausencia de reacción de un gobernante que sigue aferrado a una dizque “rendición de cuentas”. Ésta no es otra cosa que la publicación de imágenes en redes contrastando consumo y nivel de embalses, pero sin ninguna interacción, diálogo o explicaciones concretas para determinar correcciones a fallas protuberantes en al desastroso manejo del racionamiento.