Por: Mauricio Jaramillo Jassir
Corresponde a todo demócrata defender la libertad de expresión. Aquello que parece tan obvio e indiscutible se termina controvirtiendo en Colombia, donde el macartismo se sigue abriendo paso desde hace varios años. Desde que Petro es presidente se ha disparado a niveles que deben generar inquietud.
Juan Carlos Monedero, profesor universitario y reconocida figura de la ciencia política española, ha sido objeto de todo tipo de agresiones y ataques en estos días por su postura frente al proceso venezolano. Se puede estar de acuerdo o disentir con lo que expresa, pero no se puede tolerar la constante censura a la que se pretende someter. A cada académico corresponde juzgar la situación venezolana según su criterio y Monedero tiene el suyo para juzgar y afirmar que existe interés internacional en desestabilizar al gobierno de Nicolás Maduro y que las elecciones llevadas a cabo el pasado 28 de julio fueron legítimas y transparentes. Lo anterior es controvertible, mas no censurable. Los límites a la libertad de expresión pasan por la apología al odio y a la violencia, por eso y como bien lo recordó el propio Monedero en la célebre conferencia de medios comunitarios en Armenia: al fascismo no se le controvierte, se le combate. Se trata de una ideología que promueve la superioridad de "razas", es violenta y marcadamente anti derechos. En cambio, lo expresado por Monedero no es de ninguna manera una incitación al odio. En Armenia habló de la democracia y de los medios de comunicación, ni siquiera se centró en el caso venezolano y de haberlo hecho tampoco hubiese sido censurable.
Los ataques contra Monedero no salen solamente de generadores de opinión de derecha (mal llamados influenciadores) en las redes, sino de periodistas y políticos reconocidos (¡incluso algunos de centro!) que han hecho de la unanimidad en el tema venezolano, un supuesto credo de la democracia. Quien se desvíe de sus tesis de que solo un golpe contra Maduro puede cambiar el rumbo y direccionar a Venezuela hacia la democracia, es un enemigo al que no se le controvierte, se le censura y calla.
En el colmo del desespero para desautorizar a Monedero se volvió a recurrir a la desinformación. En efecto, como no bastó el descalificativo para aislar a quien piense diferente, sino como en las aciagas épocas de Joseph McCarthy, senador estadounidense responsable de la peor persecución en el siglo XX en Estados Unidos, se debe enlodar su reputación. La Silla Vacía publicó una pieza aludiendo a un supuesto pago recibido por Monedero por parte del gobierno nacional para su conferencia en Armenia, algo que no solo no era cierto, sino que, de haberlo sido, no era condenable. Si bien el portal terminó rectificando, el impacto de una fe de erratas jamás es equiparable al de una desinformación publicada en el calor de un debate como el que inútilmente se armó alrededor de la figura de Monedero, sin siquiera escarbar en algunos de sus argumentos. Un reconocido periodista de 6AM 9AM Caracol, atacó a Monedero citando un video con un comentario en el que quedaba en evidencia que no conocía el tema al que aludía el profesor español, porque un sector del periodismo discute desde el prejuicio y no desde la razón o la investigación. La ignorancia es incluso motivo de orgullo. En Colombia ya no se discute de fondo, solo importa quién está detrás de las ideas para alabar o descalificar según de quien se trate el personaje. En la posibilidad del disenso, un país define qué tan democrático es. Defender la agencia de Juan Carlos Monedero es reivindicar la democracia.