Por: Carolina Jiménez Martín*
El pasado 30 de octubre se realizó la segunda vuelta presidencial en Brasil. Los resultados arrojaron una victoria para Ignacio Lula Da Silva quien obtuvo el 51% de las votaciones. Pese a la claridad del triunfo, pues se registró una diferencia de más de 2.2 millones de votos, el candidato derechista y actual presidente, Jair Bolsonaro no lo reconoció el mismo día de las elecciones. Por el contrario, guardó silencio inicial frente a los bloqueos y manifestaciones, aunque menores, de las fuerzas golpistas.
El día de ayer, 1 de noviembre, en su primera rueda de prensa, Bolsonaro agradeció a la base social que lo votó y explicó las movilizaciones como una expresión legítima del pueblo ante la injusticia del proceso electoral. En su discurso exaltó que en Brasil se ha instalado con fuerza la derecha y los valores que la soportan: Dios, patria, familia y libertad. Esta posición se corresponde con la política neofascista que ha acompañado su gobierno durante estos años y alerta sobre los desafíos que deberá enfrentar el Gobierno de Lula quien tomará posesión el próximo 1 de enero de 2023.
Ahora bien, aunque el triunfo de Lula, configura una contención al crecimiento de las fuerzas reaccionarias en el mundo, no se constituye per se en una garantía para el fortalecimiento de los procesos democráticos globales. Esto en razón, entre otras cuestiones, porque, como bien lo señala Harvey en una reciente entrevista, no es posible afirmar el fin del neoliberalismo en el escenario actual, por el contrario, se asiste, bajo renovadas estrategias, al crecimiento continuo de la restauración del poder de clase,
“Yo veo el neoliberalismo como un intento de recuperar y potenciar el poder de clase y no veo que eso esté amenazado en absoluto. De hecho, lo que ha ocurrido es que en las dos o tres primeras décadas del neoliberalismo hubo una buena cantidad de consentimiento popular. (…) Así que ahora tenemos un tipo de neoliberalismo autoritario, que está rozando el neofascismo en ciertos lugares. En efecto, si se observan todos los datos sobre la desigualdad de ingresos, está claro que esta se aceleró en lugar de disminuir. Así que, desde ese punto de vista, dada mi definición de neoliberalismo, es algo que todavía está en marcha”[1].
Entre las expresiones de este curso del neoliberalismo autoritario se destacan las intenciones expansionistas de la OTAN y que explican precisamente la guerra entre Rusia y Ucrania, un eventual triunfo del partido Republicano en las elecciones legislativas en los Estados Unidos, el fortalecimiento de los gobiernos de derecha en Europa occidental, entre otros asuntos.
Ahora bien, el fortalecimiento de este neoliberalismo autoritario, expresa a su vez, la incapacidad del hegemón para mantener el consenso global de las clases dominantes. En palabras del mismo Harvey “Lo de la potencia hegemónica que puede hacer lo que quiera terminó en la década de 1980 y la gestión de Biden es una especie de reconocimiento de la necesidad de construir alianzas, aunque con EE. UU. todavía en una posición hegemónica”.
Y justamente, esta incapacidad abre en un primer momento caminos para sitiar el autoritarismo de neoliberal. Al decir de Chomsky, propuesto en la entrevista publicada hoy por la Revista RAYA, es necesario hacer el tránsito del mundo unipolar expresado en la alianza Atlántica de la OTAN a un mundo multipolar de distintos núcleos de poder y que se podría expresar, entre otras cosas, en el reavivamiento de los BRICS -incluso ampliado-, el cual es perfectamente posible con el triunfo de Lula,
“Por lo tanto, hoy estamos ante un conflicto que definirá si vivimos en un mundo unipolar, dominado por los Estados Unidos y con Europa sometida, o un mundo multipolar, con innumerables centros de poder que cooperan entre sí. En el orden unipolar, el hemisferio occidental también estaría sometido al poderío de Estados Unidos, especialmente con un gobierno de Bolsonaro. El Sur Global intenta mantenerse al margen, pero no es una fuerza mayoritaria y creo que deberíamos estar cooperando”.
En todo caso, claramente, la crisis civilizatoria que atravesamos desde la última década y que amenaza la vida misma sobre el planeta no se resuelve con la consolidación de un escenario de multipolaridad, esto demanda el fortalecimiento de las fuerzas sociales populares y la agenda de transformación más allá del capitalismo.
* Profesora del Departamento de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Colombia
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