Por: Migdalia Arcila
Durante los últimos 32 años, de manera consecutiva, la Asamblea General de las Naciones Unidas ha expresado su rechazo a las sanciones económicas impuestas por Estados Unidos sobre Cuba. El pasado 30 de Octubre, con una votación de 187 países a favor, 2 en contra (Estados Unidos e Israel) y una abstención (Moldavia), la Asamblea General aprobó por trigésima segunda vez la resolución que le solicita a Estados Unidos poner fin a su guerra económica. Durante dos días de debate, los representantes de los estados votantes ofrecieron toda clase de argumentos explicando la ilegalidad de un bloqueo que se opone de manera directa a la Carta de Las Naciones Unidas y exponiendo los efectos nefastos que este ha tenido sobre el pueblo cubano.
El embargo impuesto por la administración de John F. Kennedy en 1962, para sofocar la “amenaza comunista” durante la Guerra Fría, ha sido objeto de múltiples denuncias. Este tipo de medidas constituyen un castigo colectivo que instrumentaliza crímenes de lesa humanidad como la obstrucción en el acceso a medicamentos y alimentación. Con la malgastada excusa de defender la democracia, Estados Unidos ha impuesto sanciones económicas sobre sus enemigos políticos (Venezuela, Siria, Corea del Norte, Cuba, entre otros) haciendo gala de su variado repertorio de estrategias de exterminio. Las medidas económicas son, por supuesto, una alternativa menos costosa y más silenciosa que una confrontación militar directa, para dilapidar lentamente toda esperanza de desarrollo e independencia de cualquier país.
Los efectos del embargo económico sobre el sistema de salud en Cuba son una clara ilustración de cómo este tipo de sanciones son una variante más del ímpetu genocida que caracteriza al imperialismo Norteamericano. Por ejemplo, el Hospital Cardiovascular Pediátrico William Soler, ubicado en la Habana, ha denunciado en repetidas ocasiones el bloqueo que Estados Unidos impone sobre medicamentos, suplementos alimenticios y equipos necesarios para el tratamiento de la deficiencia cardiovascular en niños. Asimismo, La Sociedad Cubana de Cirugía Plástica y Caumatología se ha manifestado en contra de la falta de acceso a insumos básicos, como las láminas dermo-expansoras, para el tratamiento de quemaduras profundas. Sumado a esto, según un informe de 2023 de La Asociación Americana de Juristas, la fábrica panameña que proveía a MediCuba con instrumental de obstetricia y ginecología canceló todas sus exportaciones a Cuba tras ser comprada por una empresa estadounidense.
Paradójicamente, este mismo sistema de salud que ha soportado más de 60 años de asfixia se ha caracterizado por proveer asistencia internacional en situaciones de crisis. Durante la pandemia del COVID-19 Cuba envió 2.000 médicos a 23 países. Probablemente, todos recordamos las emotivas imágenes de la delegación médica cubana llegando a Lombardy, la región italiana con el mayor número de muertes e infecciones por COVID-19, en marzo de 2020. Este apoyo prestado durante la pandemia hace parte de una larga tradición de internacionalismo médico Cubano que se ha materializado en la asistencia de más de 28.000 trabajadores de la salud en 59 países desde antes del estallido de la pandemia, y en el ofrecimiento de múltiples becas de estudio. Este año el presidente Miguel Díaz Canel anunció que se ofrecerán 200 becas para estudiantes palestinos que deseen formarse como profesionales de la salud.
La solidaridad y la inquebrantable resistencia del pueblo cubano, así como la ilegalidad y la brutalidad del embargo Estadounidense no han pasado desapercibidos por la comunidad internacional. Por más de 30 años la Asamblea General de las Naciones Unidas se ha manifestado en contra del bloqueo económico impuesto sobre Cuba. Sin embargo, estos esfuerzos son tan admirables como inútiles. En la rueda de prensa sostenida este año después de la votación la Asamblea General, un periodista le pregunta a Matthew Miller, el portavoz del Departamento de Estado de los Estados Unidos “¿En qué punto se van a dar cuenta que el mundo entero, a excepción de ustedes e Israel, piensa que el embargo en Cuba es una mala idea y debe detenerse?” Sin inmutarse y con la sonrisa del que se sabe por encima de la ley, Miller simplemente responde diciendo: “Nosotros estamos al tanto de la opinión de otros países alrededor del mundo, pero es una opinión con la cual no estamos de acuerdo. Tomamos sus opiniones con seriedad pero nosotros determinamos nuestras políticas.” En otras palabras, 187 gobiernos del mundo pueden manifestar y argumentar su oposición a una política que viola la carta de constitución de las Naciones Unidas, se pueden enviar expertos en Derechos Humanos y escribir cientos de reportes para documentar una a una todas las atrocidades perpetradas por Estados Unidos, pero todo esto no deja de ser simplemente un conjunto de “opiniones” fácilmente descartables por el gobierno norteamericano.
El trigésimo segundo año de la votación en favor del levantamiento del embargo económico en Cuba es la conmemoración de la farsa de un orden internacional que pretende responder a la soberanía de los estados y la protección de los derechos humanos, pero que en su lugar solo satisface a las ansias genocidas y la desfachatez de potencias mundiales que, en nombre de la democracia y el liberalismo, destruyen todo a su paso.