Por: Migdalia Arcila-Valenzuela
El pasado domingo primero de diciembre, Aymah al-Salaymeh, un adolescente palestino de 14 años, ingresó a la prisión de al-Maskoubiya en el occidente de Jerusalem para servir un año de sentencia, luego de ser acusado de arrojar piedras a colonos israelíes. Aymah, junto con algunos de sus hermanos y primos, fue arrestado inicialmente en enero de 2023 y condenado a prisión domiciliaria. Sin embargo, este año el Knesset (parlamento israelí) aprobó una ley “anti-terrorismo” que le permite a las autoridades del gobierno de ocupación recluir a menores de 14 años en centros penitenciarios. Debido a esto, Aymah fue requerido en la prisión de al-Maskoubiya para cumplir con el resto de su sentencia, convirtiéndose en el prisionero más joven dentro de este centro de detención. Nawaf al-Salaymeh, quien ha documentado y denunciado ampliamente el caso de su hijo, declaró en una entrevista para Arab48, que su familia ha sufrido la represión del gobierno israelí por varias generaciones: “mi hijo Ayham será el prisionero más joven, y mi hijo Ahmed fue en algún momento el prisionero más jovén, y hace 30 años yo fui el prisionero más joven dentro de la misma prisión.”
La familia al-Salaymeh no es un caso aislado, ni una tragedia más dentro de una guerra que, supuestamente, empezó el 7 de Octubre de 2023. Según un informe de la Oficina de las Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios, para finales de 2015 había 428 niños palestinos, habitantes de Cisjordania, dentro del sistema carcelario israelí, de los cuales el 80% estaban imputados con el cargo de arrojar piedras. En el mismo informe se denuncia el caso de seis adolescentes palestinos que se encontraban en “detención administrativa”, un eufemismo usado para denominar detenciones sin imputación de cargos o acceso a un juicio penal, es decir, “detenciones” que se asemejan más a un secuestro que a un arresto legal. Además de ser sometidos a violencia física, los niños y adolescentes palestinos son privados del derecho a consultar un abogado y a tener a sus padres presentes durante los interrogatorios.
La fundación Save the Children realizó una investigación entre mayo y junio de 2020, donde encontró que el 81% de los niños detenidos en prisiones israelíes habían sufrido violencia física al menos una vez y el 43% habían sido golpeados múltiples veces. Además, el 88% de los niños no recibieron el tratamiento médico que requerían, incluso cuando lo solicitaban explícitamente, y el 46% reportó ser privados de agua y comida o recibir alimentos imposibles de consumir como carne cruda.
¿Cómo se justifica el abuso y la violencia sistemática a la que Israel ha sometido a los niños y adolescentes palestinos por décadas? ¿cómo se justifica la inacción de la comunidad internacional ante los múltiples reportes que denuncian en detalle cada violación a los derechos humanos y a la especial protección que todo niño y adolescente en el mundo tiene por derecho? Por supuesto, para cualquier persona con un mínimo de decencia la respuesta es que no hay justificación. Absolutamente nada puede justificar la violencia con ínfulas de legalidad a la que el sistema de apartheid israelí ha sometido a la niñez y adolescencia palestina.
Es precisamente en este punto donde los intentos de justificar todas las acciones de Israel como actos de “anti-terrorismo” o “auto-defensa” pasan del absurdo al ridículo. En primer lugar, el terrorismo no es una mutación genética característica de una población específica y transmisible de generación en generación. Además del racismo explícito que hay en deslegitimar la resistencia palestina como terrorismo, la presunción de que en cada niño palestino que arroja una piedra hay un potencial terrorista no es más que la demostración de un nivel de odio casi patológico. En segundo lugar, cabe resaltar que tanto Aymah, como su hermano Ahmed, como los 428 niños presos en 2015 y los 270 niños que actualmente se encuentran presos en Israel, han sido detenidos en Cisjordania y no en Gaza, donde Hamas es la autoridad democráticamente electa. En otras palabras, no, el ataque del 7 de octubre de 2023 no lo explica ni justifica todo. Si bien el genocidio en Gaza nos debe estremecer e indignar profundamente, no debería sorprendernos. El genocidio en Gaza no es simplemente una respuesta desmedida a un ataque fortuito de un grupo de árabes iracundos, es el recrudecimiento de un sistema que durante años ha burlado el derecho internacional, el mismo sistema que durante varias generaciones ha acosado a la familia al-Salaymeh y a cientos de familias más en Cisjordania.