Por: Migdalia Arcila
Siria es probablemente el tema más polémico dentro de las facciones de izquierda a nivel global. Aunque es aún muy pronto para entender las repercusiones de la caída del régimen de la familia Assad, quienes gobernaron Siria desde 1971, es importante no dejarnos enmarañar en la retórica de la complejidad impenetrable que rodea siempre a cualquier conflicto en el cual Israel y Estados Unidos están envueltos.
Los Assad fueron responsables de múltiples masacres y repetidas violaciones a los derechos humanos. Es comprensible que su reciente caída haya sido celebrada por grandes sectores de la población y que las víctimas de este régimen se sientan liberadas. Sin embargo, la reparación de las víctimas y la autodeterminación política del pueblo sirio no son una prioridad en la agenda internacional. Todo lo contrario, Siria se convierte ahora en la más reciente victoria del imperialismo Estadounidense encabezado por Israel, su perro de ataque más poderoso.
Tras la caída del régimen de los Assad el pasado 8 de diciembre, Israel bombardeó Siria más de 500 veces en un periodo de 48 horas, destruyendo el 90% de la infraestructura de defensa militar de este país. Tras acabar con la capacidad de defensa siria, Israel se abrió paso en la zona desmilitarizada de los Altos del Golán –área ubicada en el suroccidente de Siria que se encuentra ilegalmente poblada por colonos israelís desde 1967– en lo que es una clara violación a la soberanía de este país y al derecho internacional. Por supuesto, tal y como ha sucedio con el genocidio en Gaza, algunos gobiernos han condenado las acciones de Israel y amenazado con una u otra sanción, pero ninguna acción concreta se ha tomado para frenar una invasión territorial completamente injustificada.
La invasión de los Altos del Golán es una violación al acuerdo de 1974 entre Siria e Israel, según el cual se declaró una zona oficialmente desmilitarizada y custodiada por los Cuerpos de Paz de las Naciones Unidas. Con la ya malgastada maniobra del pastorcito mentiroso, el gobierno zionista alega estar actuando en defensa propia. Además del hecho de que las tropas de la ONU aún custodiaban la zona y esta no estaba bajo amenaza, Israel esgrime ahora un argumento “legal” completamente irrisorio para justificar su invasión. Según el gobierno israelí, la caída del régimen de los Assad significa la invalidación inmediata del acuerdo de 1974. Sin embargo, como han denunciado expertos en política internacional, este tipo de acuerdos no se realizan entre regímenes, sino entre estados, es decir, que la vigencia del acuerdo no depende del tiempo que un determinado gobernante ocupe en el poder. En otras palabras, el argumento israelí no solo es errado sino que además sienta un precedente muy peligroso para la legitimidad y estabilidad del derecho internacional.
Con la captura del Monte Hermón, conjunto de montañas que dividen Siria, Líbano y el territorio palestino bajo ocupación israelí, en la zona desmilitarizada de los Altos del Golán, Israel busca asegurarse un lugar estratégico para someter militarmente a la región y continuar su expanción, al mejor estilo de todo proyecto colonial. Para los que aún tienen dudas respecto a las verdaderas intenciones del sionismo en el medio oriente, nada mejor que escuchar las declaraciones de Benjamín Netanyahu, quien sin ningún asomo de vergüenza, abiertamente dijo “el Golán será parte del Estado de Israel para toda la eternidad.”
Aprovecharse de la inestabilidad política y de las heridas de un pueblo soberano que tiene derecho a elegir su destino es la marca del colonialismo hambriento sobre el que se fundó el mal llamado “Estado” de Israel. Siria y las complejidades internas de sus luchas, sus alianzas estratégicas para fortalecer el resto de las naciones árabes, el sufrimiento de su gente, las dificultades de una posible transición democrática post-Assad, nada de eso le importan a las potencias mundiales cuando se trata de ocupar la tierra y explotar sus recursos. Lo que está en juego en Siria es el derecho a la autodeterminación política y la lucha contra el imperialismo expansionista.
La resistencia palestina, las comunidades judias no-sionistas y los movimientos anti-imperialistas alrededor del mundo llevaban décadas advirtiéndonos que esto iba a ocurrir, el genocidio en Gaza, la ocupación ilegal de Cisjordania y de los Altos del Golán. Un estado sin límites definidos, que no respeta la soberanía de sus vecinos, que se burla del derecho internacional a su antojo, es una amenaza que nos debería alarmar a todos. Especialmente debería alarmarnos a nosotros, los latinoamericanos, que sabemos de sobra cómo Estados Unidos y sus aliados van por el mundo quitando y poniendo regímenes, enarbolando la bandera de los derechos humanos selectivamente y rompiéndole las piernas a todo el que se les oponga.