Por: Migdalia Arcila
El proyecto sistemático de limpieza étnica llevado a cabo por Israel desde 1948, y del cual hemos visto su máxima expresión en este último año, nos deja poco espacio para el optimismo. Presenciar en vivo y en directo la violencia y depravación de un genocidio, así como la inefectividad de los organismos internacionales para detenerlo, nos está asfixiando la esperanza. Para los que nos negamos a ignorar la brutalidad del imperialismo occidental es cada vez más difícil, casi imposible, encontrar razones para no rendirnos.
Sin embargo, esa sensación de derrota anticipada no puede ser una opción para nosotros, así como no lo ha sido para los palestinos que llevan más de 76 años luchando por su derecho a existir. Aunque es bastante razonable pensar que el sionismo es invencible y que lo único que nos queda es encogernos de hombros esperando en silencio que nuestro turno de ser arrasados no nos llegue demasiado pronto, es importante recordar que esta no es la primera vez que nos enfrentamos a un estado terrorista y racista como el de Israel; esta no es la primera vez que nos enfrentamos a un sistema de apartheid.
El movimiento de BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones) es un claro modelo de cómo sostener un optimismo activo y comprometido con la liberación palestina. Partiendo de la premisa de que los palestinos merecen los mismos derechos que todos los seres humanos, este movimiento busca poner presión sobre las instituciones y gobiernos que apoyan los crímenes de guerras y la sistemática violación del derecho internacional que sustenta al sistema de aparthied israelí. El BDS, oficialmente lanzado en 2005 por 170 agrupaciones civiles palestinas, lidera campañas de boicot académico, cultural y económico que ponen en evidencia las redes institucionales que no solo posibilitan, sino que también se benefician del exterminio de la población palestina.
Uno de los ejemplos más recientes es la campaña de boicot en contra de McDonald's. Después de que la franquicia israelí manifestara su apoyo a las fuerzas de ocupación y enviara comida gratuita a sus tropas, McDonald 's se convirtió en objeto de una campaña mundial de boicot debido a la cual esta empresa ha visto el primer declive en sus ventas desde la pandemia de Covid-19. Esta campaña, así como las demas estrategias de BDS, busca revertir la lógica que hace del genocidio una opción rentable. Asimismo, dentro de las acciones más efectivas para detener la maquinaria sionista está la reciente desición del gobierno colombiano de suspender las exportaciones de carbon a Israel, convirtiéndose con ello en un ejemplo mundial para la imposición de un embargo energético que ponga fin al genocidio palestino.
El antecedente principal del BDS por Palestina es el Movimiento Internacional en Contra del Apartheid en Sudáfrica (Anti-Apartheid Movement). Liderado por organizaciones británicas, el movimiento Anti-Apartheid logró imponer sanciones económicas a los productos provenientes de Sudáfrica, impedir la participación de equipos deportivos de este país en eventos internacionales y, en general, hacer de cualquier vínculo con el gobierno de apartheid una señal de desprestigio que la mayoría de instituciones buscaría evitar.
El movimiento de BDS pone en evidencia la materialidad de un genocidio. En otras palabras, aniquilar a toda una población es un proyecto bastante costoso, se requiere no solo de grandes cantidades de recursos económicos, sino también de enormes esfuerzos a nivel educativo, cultural y político que faciliten la normalización del racismo que sostiene y justifica las atrocidades a las que los palestinos han estado sometidos por décadas. Si bien es bastante tentador pensar que las imagenes que hemos visto de Gaza son producto de la perversidad sin precedentes de Netanyahu, esa es una mirada miope y completamente errada al entramado institucional que históricamente ha posibilitado el proyecto de limpieza étnica sionista. Es precisamente exponiendo y desarticulando las redes institucionales que se benefician de los proyectos de limpieza étnica como se empiezan a corroer las bases económicas e ideológicas de un imperio.