Por: Carolina Jiménez Martín[1]
El reporte del Foro Económico Mundial FEM (2023) titulado “Los riesgos globales” advierte sobre la “policrisis” que enfrenta el mundo por la confluencia de viejos y nuevos riesgos. Entre los pretéritos se destacarían: inflación, bajo crecimiento, alto costo de vida, salidas de capital de los mercados emergentes, guerras comerciales, conflictos geopolíticos y movilización social. Por su parte entre los nuevos se encontrarían: niveles insostenibles de deuda, baja inversión global, cambio climático, crisis energética, manejo inadecuado de las nuevas tecnologías y disminución del desarrollo humano con un consecuente aumento de las vulnerabilidades sociales.
Entre algunas de las expresiones más alarmantes de esta crisis se destacan: el bajo crecimiento tendencial del PIB de los EEUU, unas tasas de miseria cercanas a las de la década de los 80 que advierten una pérdida de cuatro décadas de lucha contra la pobreza y el incremento de las condiciones de desigualdad social y concentración de la riqueza reportados por OXFAM.
La policrisis correspondería al desajuste simultáneo de diversas dimensiones del sistema social, esto es, una serie de crisis mundiales superpuestas, pero no sería una expresión de una crisis totalizadora del capitalismo global. De ahí que, pese a los riesgos advertidos, la gestión y solución de dicha crisis se propondría dentro de los márgenes del orden social existente.
Para la elite económica mundial, reunida en Davos, el mapa del 2023 es de mucha incertidumbre. Aunque destacan las tendencias de caída inflacionaria, el mejoramiento de las perspectivas del crecimiento en China (4,4%) y el cambio de una actitud de las economías de la defensiva hacia la ofensiva. Alertan entre otras cosas sobre: una tasa de crecimiento aún muy baja para resolver la crisis; una presión inflacionaria derivada del crecimiento chino y su mayor demanda de energía y materias primas; el alto nivel de endeudamiento de los países, el calentamiento global, los altos niveles de desigualdad social y los riesgos geopolíticos en Asia y medio oriente.
Las respuestas para gestionar la policrisis, según lo mencionado en el panel Global Economic Outlook: Is this the End of an Era? (Panorama económico mundial: ¿el fin de una era?) celebrado durante el foro Económico, serían: un papel activo de los bancos centrales para la estabilización de los precios y el manejo de la deuda; el estimulo a la competencia de las tecnologías de energía renovable; promoción de la transición digital; estímulos fiscales para la inversión en las áreas de IA y descarbonización; aceleración de los subsidios a las empresas privadas que desarrollen la industria del hidrogeno, semiconductores, paneles solares, energía nuclear y renovables, entre otros asuntos.
La fórmula sería, Contener la crisis: Crecimiento económico + lucha contra el cambio climático + neutralización geopolítica de las amenazas. Esto se lograría a través de la subida en las tasas de interés, la financiación pública a la iniciativa privada comprometida con la transición energética y digital y una nueva gobernanza global que garantice la cooperación internacional en múltiples frentes y así neutralizar la emergencia de bloques económicos rivales, especialmente el chino.
De esta manera, la policrisis, especialmente la “crisis energética” se podría resolver sentando los cimientos para avanzar hacia la transición energética y digital la cual se soportaría en un apoyo decidido de las finanzas públicas hacia el gran capital. Ésta aparentemente resolvería el peak oil, el calentamiento global y a través de la “lógica del derrame” se podría neutralizar el malestar social de “los marginados”.
En este planteamiento no se pone en cuestión el carácter sistémico de la crisis y su explicación no valora el conjunto de relaciones sociales como la responsable de la misma.
Ahora bien, el carácter civilizatorio de la crisis reclama una profunda imaginación política. Las propuestas de transición sin cuestionar la forma de organizar la producción de la energía/ la relación trabajo-energía, frente a la magnitud del problema, resultan por decir poco ingenuas.
[1] Profesora del departamento de ciencia política de la Universidad Nacional de Colombia