Por: Dumar A. Jaramillo-Hernández
Profesor MVZ. Esp. MSc. PhD. Universidad de los Llanos.
Desde hace tiempo la organización mundial de la salud (OMS) viene alertando a todos los sistemas de vigilancia en salud pública, sobre el fenómeno natural evolutivo de resistencia de los microbios a los antibióticos, tanto en medicina humana como veterinaria. Tanto así, que este escenario es considerado como una de las diez mayores amenazas para la posibilidad de cumplir con los Objetivos de Desarrollo Sostenible para 2030.
Sin embargo, antes de continuar profundizando sobre este importante tema de salud humana, animal y ambiental, definamos qué entendemos por resistencia a los antimicrobianos (RAM). En palabras generales la RAM se origina al existir cambios en la susceptibilidad de las bacterias, virus, hongos y parásitos a medicamentos/fármacos que con anterioridad servían para su control, es decir, que tras el uso de un antibiótico el agente microbiano moría o se suprimía su multiplicación, sin embargo, una vez se desarrolle la resistencia, ese antibiótico se vuelve ineficaz para controlar al microbio.
Este escenario, por supuesto, hace entre difícil e imposible el tratamiento farmacológico de las infecciones en humanos y animales. Una situación que incrementa el riesgo de propagación de enfermedades entre poblaciones y la aparición de formas de enfermedad más graves o desconocidas.
Una vez entendido el fenómeno biológico evolutivo de la RAM, es importante precisar que, si no hay antibióticos eficaces, los resultados de la medicina moderna en el tratamiento de infecciones se verían comprometidos, especialmente durante cirugías mayores o durante la quimioterapia contra el cáncer, siendo este fenómeno el más representativo del impacto en la salud pública. Esto presenta una gran amenaza para el crecimiento económico y social de los países, puesto que la RAM tiene costos importantes para los sistemas de salud, debido a la necesidad de una atención médica más costosa y de una mayor envergadura tecnológica (ej. Más días en unidades de cuidados intensivos), además de la afectación directa sobre la productividad de los pacientes debido a su prolongada incapacidad médica y de la ocupación del personal sanitario en las clínicas y hospitales debido a las hospitalizaciones de mayor duración.
En la prestigiosa revista científica “The Lancet” se publicó recientemente un estudio desarrollado por “Antimicrobial Resistance Collaborators” que pone sobre la mesa los efectos de la RAM sobre los programas de salud pública del mundo, donde proyectan datos de 4.95 millones de muertes anuales (intervalo de 3.62 a 6.57 millones) entre 2019 y 2022 asociadas a la RAM. Además, destaca que las infecciones de vías aéreas bajas (bronquitis y neumonías bacterianas) serían las principales complicaciones clínicas, y los agentes microbianos implicados más comunes podrían ser Escherichia coli, Staphylococcus aureus, Klebsiella pneumoniae, Streptococcus pneumoniae, Acinetobacter baumannii, y Pseudomonas aeruginosa.
Otros interesantes ejemplos de los efectos de la RAM se pueden apreciar en el control de la tuberculosis, una infección causada por la bacteria Mycobacterium tuberculosis. En el 2018 la OMS alertó sobre la aparición de 500.000 nuevos casos de RAM en los que no era posible tratar la tuberculosis con rifampicina (antimicrobiano de elección), esto significó un incremento del 18 por ciento de los casos de RAM para tuberculosis en el mundo. Por otro lado, también ha habido un incremento del 10 por ciento en cepas del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH), que causa el Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (SIDA), resistentes a los antirretrovirales clásicos utilizados en la clínica. Lo que quiere decir que una persona puede infectarse con estas cepas virales resistentes y aumentar su propagación.
Ante esta problemática mundial, la mayoría de las personas pensarían que la solución es crear nuevos medicamentos/fármacos para controlar los agentes microbianos resistentes, pero esa idea es poco viable dado que el desarrollo clínico de nuevos antimicrobianos está agotado. Según la OMS, en el 2019, había 32 nuevos antibióticos que estaban en experimentación clínica que, en teoría, controlaban los patógenos prioritarios enlistados por la misma OMS, de todos estos estudios tan solo seis fueron clasificados como innovadores (y siguen en fase de estudios experimentales, aún no ha sido aprobado su uso comercial), lo que quiere decir que los otros 26 antibióticos nuevos tenían mecanismos de acción, para matar o controlar la reproducción de los microbios, similares a los de los antibióticos convencionales, frente a los que estos agentes infecciosos ya son resistentes.
En ese orden de ideas, de nada servirá toda la investigación para generar nuevas estrategias antimicrobianas innovadoras, si las naciones dejan de lado todas las recomendaciones para el control de esta crisis sanitaria global, dado que esos nuevos antibióticos tendrán el mismo destino que los actuales y serán ineficaces en el corto tiempo. Así, el incumplimiento de la legislación sobre el uso de antibióticos en humanos y animales, sumado a la falta de sensibilización y conocimientos, es uno de los principales factores que servirán para desencadenar la RAM de forma acelerada e incontrolada.
Esta pandemia silenciosa (donde el Estado sabe de su existencia, pero profesa poca información y educación sobre el buen uso de los antibióticos) es multifactorial. Desde la prescripción médica humana y veterinaria que está asociada al uso indebido y excesivo de antimicrobianos; hasta condiciones de saneamiento básico que padece gran parte de la población en los países con deleznables políticas sociales y pobres inversiones para garantizar la vida digna de sus ciudadanos y sistemas de producción animal, como la falta de acceso a agua limpia, saneamiento e higiene en poblaciones humanas y animales domésticos.
Para la muestra un botón, durante el mes pasado se publicó uno de los más importantes estudios en prospectiva para el 2030 sobre el uso de antibióticos en granjas de animales destinados la producción de alimentos, donde se estimaba un consumo de 99.502 toneladas de antibióticos para el 2020 y se proyectaba un incremento del 8 por ciento (107.472 toneladas) para el año 2030. Es importante tener en cuenta que un 67 por ciento de estos antimicrobianos son y serán usados en granjas de animales ubicadas en el continente asiático. El campo de la Medicina Veterinaria consume cerca del 73 por ciento de los antibióticos en el mundo, y es uno de los escenarios que requieren una intervención drástica sobre la regulación y uso prudente (medicina basada en la evidencia) de antibióticos en pacientes y poblaciones animales.
Los lineamientos para de aminorar esta pandemia silenciosa, que, sin lugar a dudas está resquebrajando los pilares de la medicina moderna, están trazados desde el 2015 en el “Plan de acción mundial sobre la resistencia a los antimicrobianos” promovido por la OMS y refrendado por numerosas instituciones responsables de la salud humana, animal y ambiental (pueden consultarlo en línea: https://apps.who.int/iris/handle/10665/255204).
Año a año los ministerios de salud de cada Estado miembro de las Naciones Unidas (UN) definen las estrategias que deben adoptarse como las políticas para salvaguardar el bienestar humano, animal y medioambiental en lo concerniente a la RAM. Para el 2019 el Grupo de Coordinación Interorganismos sobre la RAM presentó su informe “No podemos esperar: Asegurar el futuro contra las infecciones farmacorresistentes” y cada país debe alimentar el “Sistema Mundial de Vigilancia de la Resistencia a los Antimicrobianos y de su Uso (GLASS)” para conocer el estatus de microorganismos resistentes reportados en medicina humana y veterinaria (aquí, como raro en Colombia, estamos atrasados).
Es decir, tenemos los lineamientos para controlar esta nueva pandemia, pero es deber del Estado aplicarlos con rigurosidad, empezando por la inversión social que priorice a las poblaciones más vulnerables económicamente. Por supuesto, también es necesaria la presión ciudadana para el cumplimiento de estos preceptos y la cultura ciudadana que fomente el seguimiento de las recomendaciones básicas sobre el buen uso de antibióticos en personas y animales, que médicos y médicos veterinarios seguro establecen en su práctica profesional.