Por: Dumar A. Jaramillo-Hernández *
Las pretensiones de esta nueva columna de opinión se sustentan en José Saramago y su obra maestra “Ensayo sobre la ceguera”. En su obra Saramago sostiene en el poder de la observación, de quien lo puede hacer, la alta responsabilidad social y de preservación de la especie, cuando otros han perdido esa opción (o jamás la han tenido). Este es el caso de algunas de las parasitosis gastrointestinales que pueden ser trasmitidas a los humanos por animales domésticos, silvestres o sinantrópicos (ej., las palomas), enfermedades parasitarias denominadas helmintiasis zoonóticas.
Ahora la utilización del prefijo griego “geo”, para denominar estas enfermedades, hace referencia a la alta capacidad de estos parásitos para perdurar y ser transmitidos a través del suelo – tierra, por ejemplo, a través del área verde de un parque público. Ahora, si unimos las consideraciones mencionadas, podemos tener el siguiente cuadro de transmisión epidemiológica perfecta: primero, la tenencia de mascotas -perros y gatos- sin los protocolos adecuados de desparasitación interna (especialmente en poblaciones de escasos recursos económicos). Segundo, la incompetencia cultural para recoger los excrementos de estas mascotas en zonas públicas. Y tercero, la dispersión de millones de huevos de parásitos gastrointestinales, a través de los excrementos de estas mascotas, en el ambiente donde habitan humanos. Condiciones que aumentan la probabilidad de infección accidental, principalmente en niños, de estos helmintos (estableciendo la zoonosis parasitaria).
Desde la clásica perspectiva clínica médica esto no parecería importante, dirán los letrados galenos: “si tienes un parásito, te desparasitas y ya”. Pero resulta que muchos de estos geohelmintos zoonóticos toman al humano como un “hospedero paraténico”, es decir, lo infectan, pero no completan el desarrollo de todo su ciclo biológico y terminan enquistados, quedando así fuera del de los efectos terapéuticos de los clásicos antiparasitarios utilizados en la medicina; considerando además que han migrado por diversos tejidos (ej., sistema nervioso central) donde causan síndromes de muy difícil diagnóstico.
Esta interacción parásito - humano desencadena múltiples alteraciones, la mayoría subclínicas (imperceptibles al examen médico convencional). De las más importantes alteraciones en la vida de las personas expuestas a corta edad a estas infecciones se destacan las respuestas erráticas a vacunas (ej., alteración en la respuesta esperada a las vacunación contra el cólera en niños) y el agravamiento del denominado “ciclo de pobreza”, donde infantes y niños tienen serias incapacidades cognitivas para establecer un proceso de aprendizaje adecuado, lo que eventualmente conlleva el abandono de sus estudios de educación media o la imposibilidad de iniciar-concluir sus estudios universitarios.
Como expresé anteriormente, la mayoría de familias de escasos ingresos económicos poseen mascotas y no tienen la oportunidad de desparasitarlas de forma adecuada (la mayoría de desparasitantes sistémicos de calidad son costosos), por lo tanto, es altamente probable que en estas condiciones los infantes se expongan de forma constante a estos geohelmintos zoonóticos, que terminen siendo sus hospederos paraténicos y que silenciosamente desarrollen serias alteraciones cognitivas que les impidan acceder, mantenerse y graduarse de estudios de educación superior; en conclusión sin una formación académica que garantice mejorar sus ingresos económicos, es altamente probable que agudicen-perpetúen sus estados de pobreza.
Este tipo de situaciones epidemiológicas - médicas son ampliamente desconocidas por la mayoría de los sistemas de salud del mundo, en especial el colombiano, donde difícilmente existen líneas de trabajo en salud pública asociadas al control de la principal geohelmintiasis zoonótica: la toxocariasis (parásito gastrointestinal que si o si es trasmitido a los cachorros caninos a través de la placenta o secreción láctea de sus madres, donde aproximadamente a los 14 días de nacido un cachorro puede expulsar más de 200.000 huevos embrionados al ambiente a través de sus heces). Esa situación de desesperanza – desinterés por trabajar en su conocimiento, estado y control de este tipo de enfermedades que aquejan a múltiples personas, determina que se les denomine “enfermedades desatendidas”, donde no solo la indiferencia histórica del gobierno condena a la situación endémica (permanente en el ambiente) e incontrolada de la misma, sino también los recursos y grupos de investigación que estamos sumados a la tarea de estudiarlas, somos contados con los dedos que chuzan este teclado.
Para finalizar, Si avizoramos la punta del iceberg y nos da temor chocarnos con ella, imagínense la magnitud del cuerpo de este fenómeno. Si hacemos una analogía la punta del iceberg serían las clásicas enfermedades que deben ser registradas en el precario sistema de salud del país (ej. Dengue, VIH, COVID-19, entre otras), y el cuerpo todas aquellas que pasan desapercibidas e ignoradas. Tal cual en el “Ensayo sobre la ceguera”, los investigadores en salud pública, biólogos, parasitólogos, médicos internistas - infectólogos, inmunólogos, médicos veterinarios, epidemiólogos, entre otros, estamos llamados a recomendar, dirigir y exigir a este nuevo gobierno del Cambio, que generé el ambiente óptimo para pensar y ejecutar estrategias que mitiguen esta penosa situación en salud pública, dado que somos nosotros los que podemos observar esta situación. Si y solo así, este desastre de la salud de Colombia podría virar en un verdadero cambio que permita a todos de forma justa y equitativa tener oportunidades de crecimiento en su calidad de vida.
Prof. MVZ. Esp. MSc. PhD. Universidad de los Llanos