Dumar A. Jaramillo-Hernández
Profesor de la Universidad de los Llanos
Recientemente la prestigiosa editorial científica “Nature” recapituló la frase "No hay un planeta B" dadas las señales de alarma mundiales que coinciden con fenómenos de crisis climática y las desigualdades sociales que desafían notablemente los estados de bienestar ecológicos que deben mantenerse para preservar la vida en nuestro agobiado planeta, siendo esta un fuerte llamado a la acción que resuene en toda la sociedad.
Sin embargo, aun en tan deleznable situación nuestra mejor oportunidad de encaminar a la humanidad hacia un rumbo más sostenible parece estar en peligro. Es así, que gran parte de las personas desconocen los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para el 2030 de las Naciones Unidas, los cuales son el núcleo de un proyecto internacional que busca erradicar la pobreza, lograr la igualdad y proteger el medio ambiente. Por esa razón, esta columna de opinión dentro del primer aniversario de la Revista RAYA, tiene como propósito crear conciencia e intensificar esfuerzos para socializar los avances y grandes desafíos de la humanidad frente a los ODS 2030 y el papel que tiene la comunidad científica global en este proceso.
En un mundo marcado por desafíos incesantes y cambios vertiginosos, la ciencia emerge como un faro de esperanza que ilumina el camino hacia un futuro más brillante y sostenible. El Informe de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura - UNESCO 2021, titulado "La carrera contra el reloj para un desarrollo más inteligente", es un compendio de conocimientos y análisis que arroja luz sobre la intersección crucial entre la ciencia, la sociedad y la sostenibilidad. Este informe, como un faro en la oscuridad, nos guía a través de las complejidades del mundo moderno he invita a los gobiernos a tomar decisiones informadas y responsables en el camino hacia un futuro mejor.
En el año 2015 y con miras de cumplimiento al 2030 los líderes mundiales se propusieron 17 de estos objetivos que contienen 169 metas, las cuales son las mejores oportunidades plausibles para repensar y encausar de forma diferente y sostenible las crisis globales, desde el cambio climático hasta las serias dificultades económicas de múltiples países empobrecidos. Hoy, cumpliendo la mitad de este tiempo, es altamente probable que ninguno de esos objetivos (ODS) se hayan cumplido y solo un 12% de las metas se puedan cumplir al 2030. Tan complicada es la situación que el próximo mes los líderes mundiales se reunirán en Estados Unidos para dialogar alrededor de un plan de rescate de la humanidad.
Por supuesto, esta reunión se establecerá de cara a la ciencia, la cual ha sido históricamente un motor de progreso, impulsando avances en diversas áreas y transformando la forma en que vivimos y nos relacionamos con el entorno que nos rodea. Sin embargo, en la era actual, la ciencia enfrenta desafíos y oportunidades sin precedentes. Por esta razón, la importancia de la colaboración entre los científicos, los formuladores de políticas y la sociedad en general para abordar los problemas globales de manera eficaz, dando el sustento para la toma de decisiones gubernamentales que propendan por el cumplimiento de los ODS 2030.
Uno de los aspectos más sobresalientes de las discusiones alrededor del plan de rescate para el cumplimiento de los ODS será la interconexión entre ciencia y sostenibilidad. En un mundo donde el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y la desigualdad social son temas apremiantes, la ciencia se convierte en una herramienta esencial para abordar estos problemas de manera holística y basada en evidencia. La ciencia puede proporcionar soluciones innovadoras para enfrentar desafíos complejos y, al mismo tiempo, promover un desarrollo sostenible y equitativo.
Y es que esa interconexión debe fortalecerse, dado que el fracaso mundial en el cumplimiento de los ODS no se debe a la falta de intención. Los científicos han alineado sus trabajos con los ODS (tal cual se propuso desde la Misión de Sabios que promovió MinCiencias en Colombia). Desafortunada y especialmente las divisiones geopolíticas son el gran obstáculo para la cooperación internacional donde se promueva un crecimiento en la generación de conocimiento equitativo, justo y contextualizado.
Los Estados de la mano de las comunidades, entre estas las científicas, deben reflexionar y considerar más a fondo las complementariedades y los intercambios entre los diferentes ODS para la formulación de verdaderas políticas que apuntalen el cumplimiento de los mismos. Por ejemplo, la acción para desarrollar energía asequible y limpia (ODS7) para abordar el cambio climático (ODS13) puede tener efectos locales negativos en la biodiversidad (ODS14 y 15) debido a la construcción y operación de instalaciones como parques eólicos y solares. Y aunque la financiación de la energía a base de carbón es una forma efectiva de generar empleo y crecimiento económico (ODS8), es una muy mala noticia para la salud y el bienestar (ODS3) así como para el medio ambiente.
El 14 de junio de 2023, las Naciones Unidas publicaron el “Global Sustainable Development Report (GSDR)”, siendo este documento la guía para reencausar las acciones mundiales dentro del cumplimiento de los ODS 2030. Siendo imperativo para todos los gobiernos abrirse a la construcción de políticas sustentadas en la evidencia científica para recambiar el trayecto de incumplimientos ante la vida. El panorama internacional es desalentador al respecto, aunque las prioridades de desarrollo se han armonizado en los últimos cinco años y los países de todos los niveles de renta priorizan su transición hacia sociedades digitales y ecológicas.
Ejemplo de ello nuestro país, que en teoría está acelerarando esta transición, diseñando nuevas herramientas políticas para facilitar la transferencia de tecnología a la industria. Sin embargo, en el mundo, ocho de cada diez países siguen dedicando menos del 1% del PIB a la investigación; convirtiéndolos en gran medida receptores de conocimientos científicos y tecnologías extranjeras; por ello, aunque los países invierten más en tecnología ecológica, la ciencia de la sostenibilidad sigue siendo marginal.
Todos los gobiernos deben velar por qué las políticas y los recursos necesarios para la doble transición apunten en la misma dirección en los distintos sectores económicos y contribuyan a los mismos ODS. La evolución del panorama geopolítico y la pasada pandemia COVID-19 han suscitado entre los líderes de la innovación un debate sobre la manera de salvaguardar los intereses estratégicos en materia de comercio y tecnología. Por esta razón, la ciencia no es un mero ejercicio académico, es un motor de cambio que puede influir en las políticas y transformar sociedades enteras. He ahí la real importancia de establecer un diálogo constructivo entre científicos y responsables de la toma de decisiones en los gobiernos locales, departamentales y nacionales. Esta colaboración es fundamental para asegurar que la ciencia informe y oriente las políticas públicas de manera efectiva. Destacando la necesidad de promover la educación científica y la alfabetización en todos los niveles de la sociedad, empoderando a las personas para comprender y abordar los desafíos científicos y tecnológicos de manera informada.
Los ODS simbolizan nuestro compromiso colectivo con un futuro mejor, donde la prosperidad, la equidad y la salud del medio ambiente convivan en armonía. Sin embargo, el camino hacia su realización ha estado plagado de obstáculos y complejidades. La próxima reunión de líderes mundiales se convierte en una encrucijada, un momento para reevaluar, reafirmar y revitalizar nuestra búsqueda de estos objetivos. Como individuos, comunidades y naciones, tenemos la responsabilidad de apoyar y promover la ciencia como un recurso valioso para la humanidad. Al fortalecer la colaboración entre científicos, políticos y sociedad en general podemos avanzar hacia un futuro más esperanzador y sostenible.