Por: Dumar A. Jaramillo-Hernández
Universidad de los Llanos (Villavicencio, Meta, Colombia)
Partamos del principio “un mundo, una salud”, que explica que estamos interconectados en todas las interfaces donde convivimos y coincidimos como sociedades modernas. Tenemos una relación ineludible e inextricable entre la salud de las comunidades animales, la calidad e inocuidad del medio ambiente y por supuesto la salud de nosotros. Es decir, debemos entender la relación estrecha y crucial que existe entre nuestra salud y el entorno en el que vivimos. En un momento en el que las preocupaciones sobre la calidad del aire, el agua y la contaminación se vuelven cada vez más apremiantes, es fundamental reconocer la importancia de abordar estos problemas y tomar medidas para proteger nuestra salud y el ambiente.
En julio de este año la prestigiosa revista científica “Environment International” publicó un manuscrito que evidencia los efectos de las partículas finas ambientales contaminantes del aire (ej., dióxido de nitrógeno y ozono) en la maduración de las redes cerebrales funcionales durante la adolescencia temprana. Para ello, estudiaron la fisiología cerebral de más de 9500 niños a lo largo de su edad infantil y adolescencia temprana, enfocándose especialmente en las alteraciones en el desarrollo de la conectividad de la red cerebral.
Resulta que, en el aire que inhalamos, existen una serie de partículas microscópicas <2.5 µm (en teoría una persona con visión 20/20 podría observar a simple vista partículas mayores a 40 micras -µm) provenientes de la contaminación constante que estamos generando. Este pequeño tamaño permite que las partículas se inhalen profundamente hacia los pulmones y entren al torrente sanguíneo, provocando inflamación sistémica y afectando múltiples sistemas biológicos; entre estos el sistema nervioso, es decir, en el aire que inhalamos todos los días existen compuestos contaminantes que son neurotóxicos y podrían aumentar el riesgo de enfermedades neurodegenerativas en personas adultas.
Por supuesto, las ciudades que concentran más acciones humanas que incluyen combustión de gasolina, petróleo, combustible diesel, carbón o madera, son las más contaminadas con estas partículas <2.5 µm. La Agencia de Protección Ambiental de Estados Unidos, también sumó dentro de este grupo de contaminantes del aire el ozono del suelo (O3), un componente clave del smog (contaminación atmosférica) formado a partir de la reacción entre la luz solar y los óxidos de nitrógeno, así como el dióxido de nitrógeno (NO2), una fracción importante de partículas <2.5 µm y la principal fuente de aerosoles de nitrato.
Uno pensaría que la legislación internacional y nacional debería proteger contra esta contaminación del aire a los ciudadanos, la cual debería ser rigurosa y cero tolerante ante la idea de generar efectos adversos en la salud (primero la vida en todas sus formas); pero en el mundo y menos en Colombia hay garantías de evaluación de calidad de aire y cumplimiento de la deleznable legislación existente. La Resolución N° 2254 de 2017 del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible dicta para nuestro país la norma de calidad de aire ambiente; el nivel máximo permisible para estas partículas <2.5 µm es de 25 µg/m3 con un tiempo de exposición anual (proyectada a 15 µg/m3 para el 2030) , y 37 µg/m3 con un tiempo de exposición de 24 horas.
Resulta que, a la luz de los desarrollos científicos en materia de evaluación del impacto en la salud de estos niveles máximos permitidos de contaminantes del aire ambiental, se ha demostrado la amenaza para el desarrollo neuronal en niños. Es decir, cuando los niños crecen aún en ambientes “seguros” asociados a calidad de aire, se pueden presentar eventos de neurotoxicidad crónica que altera las dinámicas de sinapsis neuronal (comunicación de neuronas, la base de los procesos de aprendizaje, raciocinio y comportamiento).
Estos hallazgos son especialmente preocupantes, considerando que la Organización Mundial de la Salud –OMS–, estima que más del 90% de los niños en todo el mundo están expuestos a niveles de contaminación atmosférica por encima del límite recomendado. A medida que partes del mundo se industrializan y las ciudades crecen, es imperativo que se tomen medidas inmediatas para abordar este grave problema.
Por supuesto, y como casi todo en este planeta, la injusticia y la desigualdad inherentes del impacto de la contaminación del aire en los niños existe. Las áreas urbanas y las comunidades de bajos ingresos a menudo se ven más afectadas por altos niveles de contaminación. Los niños que crecen en estas áreas ya se enfrentan a desafíos socioeconómicos y, al verse afectados negativamente por la contaminación, se ven aún más desfavorecidos en términos de oportunidades educativas y desarrollo personal; de nuevo se establecen las pautas críticas del ciclo de la pobreza en una sociedad.
Redondeando estas consideraciones, para nuestra sociedad hoy en día de cara a este contexto: personajes ricos, cada vez más ricos, explotando hidrocarburos e “industrializando” sin la menor consideración del cuidado ambiental, por el otro lado, personas empobrecidas con más complicaciones de salud por las consecuencias de esa explotación desmedida, y ahora, niños y jóvenes con problemas cognitivos y comportamentales por la contaminación del aire, secundaria a la combustión de esos hidrocarburos.
En Colombia, según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales –IDEAM para el 2018, la contaminación atmosférica más fuerte, por encima de 25 µg/m3 con un tiempo de exposición anual, se concentra en el Área Metropolitana del Valle de Aburrá, las localidades de Puente Aranda, Carvajal y Kennedy en Bogotá, el municipio de Ráquira en Boyacá y la zona industrial de ACOPI en el municipio de Yumbo, Valle del Cauca.
Esta problemática debe abordarse de forma holística (integradora de múltiples visiones). Como sociedad, debemos tomar medidas inmediatas para reducir la contaminación y garantizar un ambiente seguro y saludable para nuestros niños. Esto implica implementar regulaciones más estrictas sobre emisiones industriales y de vehículos, así como fomentar el uso de energías renovables y transporte ecoamigable. Un ejemplo simple como aportantes de partículas <2.5 µm es cumplir la visita anual a los centros de diagnóstico automotor (CDA), fomentar en nuestro círculo social la reducción de la evasión de la revisión técnico-mecánica y de emisiones contaminantes.
Además, es fundamental abordar las desigualdades socioeconómicas y ambientales que contribuyen a la exposición desproporcionada de los niños a altos niveles de contaminación. Todos los niños, independientemente de su origen socioeconómico, tienen derecho a un desarrollo cerebral óptimo y a un futuro prometedor. Es responsabilidad de todos trabajar juntos para crear un mundo más limpio y seguro para las generaciones futuras. Para ello, es crucial que los gobiernos y las organizaciones se comprometan en la implementación de políticas y regulaciones que promuevan la protección ambiental y la salud humana. Esto puede incluir la promoción de fuentes de energía limpias, la inversión en transporte público sostenible y la creación de áreas verdes urbanas para mejorar la calidad del aire.