Los animales sinantrópicos y su relación con enfermedades zoonóticas: grave situación de salud pública
Por: Dumar A. Jaramilllo Hernández MVZ. Esp. MSc. PhD.
Profesor Universidad de los Llanos
Como aspecto introductorio es importante entender que nuestras enfermedades transmisibles (como especie humana) se pueden clasificar de acuerdo con el origen de la infección, las tres grandes formas son: A. Antroponosis, donde el origen del agente causante de enfermedad es un ser humano infeccioso, en esta situación la transferencia interhumana es típica (ej., rubéola, viruela, difteria, gonorrea, tiña y tricomoniasis) B. Zoonosis, donde el origen del agente causante de enfermedad es un animal infeccioso, en este caso la transferencia interhumana es poco común, y se pueden clasificar como zoonosis sinantrópicas (fauna urbana que pueda trasmitir el virus de la rabia) y zoonosis exoantrópica (fauna silvestre)) y C. Sapronosis, aquí la fuente del agente infeccioso es un sustrato abiótico (Ej., suelo, agua, excretas), un entorno no vivo, en este caso la transferencia interhumana es excepcional, típicamente hacen referencia a micosis viscerales (Ej. Aspergilosis, histoplasmosis).
Ahora, dentro de las zoonosis, el papel de los animales sinantrópicos es altamente relevante. Estos animales conviven con nosotros sin estar domesticados, hacen parte de la fauna urbana, cohabitan con nuestras familias, desde madrigueras en sótanos o anaqueles de nuestro hogar, hasta nidos en las torres de las iglesias fastuosas que nos heredaron los colonizadores españoles. Una especie sinantrópica está totalmente adaptada al medio urbano, pero sin la consideración de ser tratadas (desparasitadas, vacunadas, higienizadas …); este es el caso de las palomas, roedores, insectos, entre otros animales que conviven en el entorno ya totalmente trasformado.
Por otro lado, es importante dentro de la ecología de las enfermedades, entender el concepto de “reservorio”, este es el hospedero (especie donde habita) del agente infeccioso, allí es capaz de prosperar, crecer y replicarse. Diversos estudios epidemiológicos han determinado el papel fundamental que juegan múltiples especies animales sinantrópicas en la transición de infecciones a poblaciones humanas. Por supuesto, si tenemos animales sinantrópicos desbordados en términos de control de su población (al estar en espacio urbanos, sus depredadores naturales son inexistentes), estas poblaciones pueden ser importantes fuentes de agentes infecciosos zoonóticos a los pobladores (familias, transeúntes del parque central o ciudades enteras).
Este fenómeno de trasmisión se denomina “spillover”, hace referencia a una incapacidad de los reservorios de mantener cargas infecciosas (número de microorganismos en su organismo) controladas; normalmente los reservorios están infectados, pero no desarrollan signos de enfermedad moderada o grave; es decir, tienen el agente infeccioso prosperando en su organismo, pero no enferman o mueren por este. Esta situación se explica desde el cumplimiento de una regla ecológica especifica donde un parásito obligatorio no debe matar a su hospedero (hábitat), así podrá beneficiarse de la simbiosis adaptada a largo plazo, prosperando.
Cuando ese balance entre el reservorio y el agente infeccioso se fractura, situación que puede ocurrir por diversos motivos, ej., agotamiento de las fuentes de alimento para la población de animales sinantrópicos, se podría originar las condiciones propicias para que el agente infeccioso pueda ser trasmitido en altas concentraciones al entorno donde habita su reservorio, ese exceso de carga microbiana en el entono facilita en gran medida la transmisión hacia los humanos.
También es imperante mencionar que la mayoría de las zoonosis y sapronosis una vez que son transmitidas a nosotros (los seres humanos), la cadena epidémica, de transmisión – contagio entre individuos, generalmente se aborta, pero las consecuencias clínicas de esa infección en múltiples ocasiones pueden ser graves o fatales. Esta es otra regla ecológica, donde si un hospedero accidental (accidental = difícilmente el agente infeccioso puede prosperar, dado que habitualmente no infecta a ese organismo) es infectado, dado que no existe un proceso adaptativo de ese hospedero al parásito obligatorio, este hospedero puede enfermar gravemente o morir rápidamente por el curso de la nueva infección (recordemos qué pasó con el virus SARS-CoV-2 causante de la enfermedad COVID-19, en el año 2020 y el colapso del sistema sanitario mundial).
Regresando a los animales sinantrópicos y su transcendencia en las enfermedades zoonóticas, tengamos en cuenta los reportes en salud pública acerca del incremento de poblaciones de roedores en grandes nichos urbanos del mundo. Recientemente Nueva York (USA) y Bogotá (Colombia) han encendido las alarmas al respecto de caos urbano ocasionado por la innumerable presencia de roedores en sus calles, provenientes del sistema de manejo de aguas servidas. Pero si el solo hecho de obsérvalas causa pánico, imagínense si entendiéramos la diversidad de patógenos zoonóticos alojados por estos roedores reservorios, incluyendo virus, bacterias, helmintos, protozoos y hongos. Ademas, como estos patógenos utilizan varios modos de transmisión, incluyendo vectores (ej. Pulgas de la rata), contacto cercano y no contacto cercano.
En diciembre 2022 la prestigiosa revista Nature publicó un manuscrito (https://doi.org/10.1038/s41467-022-35273-7) que reunía una revisión sistemática detallada de todos los agentes infecciosos zoonóticos que los roedores sinantrópicos sriven como reservorios. Hallaron un total de 95 patógenos zoonóticos conocidos (34 virus, 26 bacterias, 17 helmintos, 12 protozoos y 6 hongos) que emplean todos los modos de transmisión conocidos (43 transmitidos por vectores, 32 de contacto cercano, 28 de contacto no cercano y 13 que utilizan múltiples modos de transmisión).
En este momento es preciso mencionar una anécdota histórica mundial de salud pública. Remontando la época de la inquisicion, a mediados del siglo XIV,, múltiples mujeres, muchas de ellas tenían felinos domésticos en sus hogares, eran objeto de muerte al ser declaradas herejes y condenadas a la hoguera. Estos felinos domésticos quedaban desprotegidos y muchas veces también morían.
Al diezmarse la población de felinos domésticos en ciertas zonas pobladas donde cultivaban y almacenaban granos como fuente de alimentación humana; los roedores aumentaron su número, con ellos también aumentó la probabilidad de trasmisión de agentes infecciosos zoonóticos, y así se gestó una de las causas de la epidemia que terminó con más de 20 millones de personas muertas en Europa, todo a causa de la bacteria Yersinia pestis, agente causal de la epidemia de peste negra (una de sus formas, la peste bubónica con un 75% de mortalidad en la época donde no se habían descubierto los antibióticos que tenemos hoy en día).
¿Pero cómo sucedió esta situación? Los roedores, en especial la rata negra (Rattus ratus) eran los reservorios de la bacteria Yersinia pestis, estos roedores a su vez estaban parasitaros por pulgas, la pulga de la rata (Xenopsylla cheopis), esta pulga se alimentaba de la sangre contaminada del roedor, entre más roedores existían (por la ausencia de felinos domésticos), más pulgas también proliferaban, cuando las ratas morían al cumplir su ciclo de vida, las pulgas buscaban otros hospederos y accidentalmente llegaban a los humanos del entorno. Donde trasmitían la bacteria que ocasionaba la peste negra y una de sus formas más letales, la peste bubónica, dado que los humanos no tenían un proceso adaptativo evolutivo a este agente infeccioso.
La mayoría de ustedes expresarán: “por supuesto, esto sucedió en el siglo XIV, en estos momentos, siglo XXI, contamos con avances sustanciales en higiene, sanidad pública y medicina. ¿Pero todos contamos con ello? Es bien conocido por estado y sociedad que la mayor parte de la población en países empobrecidos no posee las condiciones básicas de higiene (ej., la mayor parte de la población de escasos ingresos económicos no tiene fuente de agua potable), sanitización (solamente el 55% de la población mundial tiene acceso a letrinas o excusados) y mucho menos a condiciones dignas de atención médica. Recordemos que vivimos en un país con las mayores tasas de desplazamiento forzado por cuenta del conflicto interno, estas familias se agrupan en cinturones de “pobreza” (muchos los llamamos sitios de esperanza) en los grandes centros urbanos, son las menores condiciones dignas de vida.
Si sumamos la urbanización irrracional, la deforestación y el cambio climático; a la crítica condición de fluctuación de crecimiento poblacional de animales sinantrópicos en nuestras mega urbes (ej. Roedores en Bogotá), con su alta probabilidad de transición de agentes infecciosos zoonóticos y las condiciones de vida de las familias con escasos o nulos ingresos económicos dentro de estos grandes nichos urbanos; con la decidia del Estado para garantizar su bienestar y la indiferencia de la mayor parte de la sociedad para apoyar en la reclamación de sus derechos fundamentales (ej. Salud digna); como sociedad estamos gestando un excelente sistema de presión para una epidemia grave de enfermedad zoonótica.