Por: Dumar A. Jaramillo-Hernández*
Hace 200 años nació Louis Pasteur, investigador francés que sentó en el siglo XIX las bases de la teoría del germen, como explicación del origen de los procesos de enfermedad, antes de este paradigma las enfermedades se explicaban desde la teoría de la abiogénesis, en donde los miasmas -efluvios dañinos- eran los responsables de la enfermedad.
Bajo el liderazgo de Pasteur, en 1887, el Instituto que lleva su nombre abrió sus puertas, desarrolló y perfeccionó cuatro vacunas a partir de la atenuación (disminución de la virulencia – capacidad de generar infección/enfermedad) de los microorganismos que ocasionaban cólera en aves, erisipela en cerdos, ántrax en ovinos y rabia en humanos. La vacuna para el control de la rabia fue la primera que se utilizó en humanos, antes solo existían reportes de “variolización”, un proceso en el cual las personas se exponían a cepas de viruela bovina para controlar la viruela humana, un método diseminado por el británico Edward Jenner 80 años antes del concepto de vacuna consolidado por el equipo de investigadores del Instituto Pasteur.
A partir de estas primeras experiencias exitosas en el uso de vacunas para prevenir y controlar enfermedades, tanto en animales de granja como en humanos, se consolidaron varios grupos de investigación en el mundo que entregaron un repertorio considerable de vacunas para el control de diversas enfermedades infecciosas que aquejaban grandes poblaciones. Por ejemplo, la introducción de la vacuna de la difteria en 1940 permitió controlar de forma significativa esta enfermedad 5 años después; lo mismo sucedió en la década de los 50 con la Bordetella pertussis (agente bacteriano responsable de la tosferina) y en 1968 con el sarampión (30 años después la notificación de casos de esta enfermedad viral fue de escasa a inexistente).
El primer momento de erradicación de una enfermedad en el mundo ocurrió después de administrar más de 500 millones de vacunas durante 10 años, que logró diezmar el virus de la viruela humana, así para 1980 el mundo se declaró libre de viruela humana. Esta proeza se logró con una inversión de 300 millones de dólares, entendiendo que a partir de 1980 el mundo se ahorraría cerca de 1000 millones de dólares al no tener que manejar y tratar a los enfermos de viruela. Ahí rompimos más de 3000 años de reportes y devastación de esa patología altamente contagiosa.
Sin lugar a duda la erradicación del hemisferio occidental de la poliomielitis, en el año 1994, es el mejor ejemplo sobre el uso de vacunas para el control de esta enfermedad que incapacitaba de forma vitalicia. En 1988 comenzó el programa mundial de erradicación de la poliomielitis a través del uso de la vacuna desarrollada por el equipo de Albert Sabin, programa en el cual más adelante se sumaría la exitosa vacuna de Jonas Salk (a la fecha más de 20 millones de personas se hubieran quedado paralíticas por esta enfermedad, sin la incorporación de la vacuna para su control).
En el año de 1992 se introdujo la vacunación contra Haemophilus influenza (responsable de procesos neumónicos y/o meningitis en niños menores de 5 años). Antes de la introducción de esta vacuna en países de bajo y medio ingreso como el nuestro, este agente infeccioso era responsable de al menos 8,13 millones de casos de enfermedad grave y causaba alrededor de 371 mil muertes en niños. Después del año 2000 se referencia un descenso de cerca de 90 por ciento de las enfermedades y muertes causadas por esta bacteria tras la introducción de su vacuna.
La Organización Mundial de la Salud estima que los actuales programas obligatorios de vacunación salvan entre 2 y 3 millones de vidas cada año, lo que contribuye a la marcada reducción de la mortalidad de niños menores de 5 años en todo el mundo. En el año de 1990 ocurrían 93 muertes por cada 1000 nacidos vivos, esta cifra ha descendido vertiginosamente a un 42% para el año 2018 (39 muertes por cada 1.000 nacidos vivos). 18 años después de incorporación de planes de vacunación en población infantil, donde los estados se vieron obligados por las políticas globales de prevención de enfermedades totalmente prevenibles a instaurar la vacunación, se nota un descenso importante en la mortalidad infantil en países de medios y bajos ingresos.
Con este derrotero histórico que detalla las hazañas científicas del mundo para el control de enfermedades infecciosas a partir del uso de vacunas, es imposible (pensarían los que se permiten pensar) que aun existan escepticismos sobre como las vacunas sustentadas en avances científicos pueden y dan mejor calidad de vida a todos los habitantes de este planeta. Por supuesto, cualquier intromisión biológica altera un sistema, en el universo de las vacunas y su uso (vacunación) es probable que se presenten casos atípicos y aislados de efectos adversos, por ello los sistemas de farmacovigilancia se vienen fortaleciendo y múltiples equipos interdisciplinares estudian los reportes espontáneos de casos adversos asociados a la inoculación de vacunas. Pero dejar a un lado, todo el desarrollo de pensamiento que existe en la producción de una vacuna, por escepticismos, raya en la verdadera locura.
“Vacunarme o no vacunarme” ese fue el dilema para pocos o muchos respecto al control del virus SARS-CoV-2 responsable de la enfermedad COVID-19, la cual nos tuvo en vilo con la vida durante el año 2020. En el 2021 pudimos acceder a vacunas de última generación, y hoy en día la comunidad científica de la mano de la industria farmacéutica continúa realizando estudios importantes para identificar la mejor vacuna para el control de esta enfermedad de cara a los procesos mutacionales del virus y sus formas de adaptación a nosotros (mamíferos), sus hospederos.
Hemos recorrido grandes caminos para alcanzar el control de ciertas enfermedades infecciosas históricas en el mundo a través de la vacunación (tanto de animales de producción como de nosotros, los humanos), esa tendencia es plausible con este nuevo virus frente al que el mundo científico se ha volcado para generar soluciones pragmáticas (como el uso de partículas virales del virus inactivado usada por los chinos) y altamente innovadoras (como la vacuna ARN mensajero ofertada por los estadounidenses). Para los años venideros y el control de futuras pandemias, es altamente necesario que como sociedad entendamos el preponderante papel que juegan las vacunas para el control de enfermedades infecciosas, y así los absurdos no estén en la mesa de las justificaciones que incentivan la involución humana.
*Profesor MVZ. Esp. MSc. PhD.