Por: Óscar David Montero De La Rosa
El agua tiene su propio ordenamiento, su propio sistema de vida y su espíritu; el agua es sagrada para los Pueblos de la Sierra y del mundo. El agua es la sangre de la tierra que permite su vitalidad.
Río Guatapurí arriba en la Sierra Nevada, Territorio Ancestral Kankuamo.
Antier, 14 de marzo de 2023 se celebró el Día Mundial a favor de los Ríos, el Agua y la Vida, días antes de la conmemoración del Día Internacional del Agua, declarado por las Naciones Unidas el 22 de marzo de 1992 en Río de Janeiro, Brasil.
El Corazón del mundo, la Sierra Nevada de Gonawindúa, la montaña costera más alta del mundo, mal llamada de “Santa Marta” recibe un gran reconocimiento y espaldarazo del actual gobierno del cambio del presidente Gustavo Petro en representación de su ministra de Medio Ambiente y Desarrollo Sostenible, Susana Muhamad, que entre otras cosas no es de ahora, sino que se debe a una lucha de siglos de nuestra gente, autoridades espirituales y políticas, y de muchos amigos y aliados de la Sierra, que se materializó en el corazón del Consejo Territorial de Cabildos Indígenas de la Sierra CTC, en el 2016.
De gobierno a gobierno, la ministra se reunió con las autoridades indígenas de los cuatro Pueblos de la Sierra en Ikarwa-Besotes, los Cabildos Gobernadores de los Pueblos Kankuamo, Kogui, Wiwa y Arhuaco, y a ellos entregó la Resolución 0136 del 17 de febrero de 2023 “Por medio de la cual se declara, reserva, delimita y alindera como parte del Parque Nacional Natural Sierra Nevada de Santa Marta un área ubicada en los municipios de Aracataca, Ciénaga, Fundación y Santa Marta en el departamento del Magdalena, Dibulla en el departamento de la Guajira, Pueblo Bello y Valledupar en el departamento del Cesar.” para la ampliación del Parque Natural Sierra Nevada de Santa Marta. Se reconocieron como nueva área protegida a 172.458,3 héctareas, para sumar un total de 573.312,6 hectáreas de parque, es decir como en los tiempos de antes lo que era el gran Magdalena. Este territorio que es vertido de agua pura desde los Chundwas (picos nevados más altos de Colombia) a todo el corazón del mundo por más de 36 ríos que bajan como venas y arterias para dar vida a toda la región.
Como un reconocimiento tardío, pero significativo y valorado recibimos esta “ampliación”, que ya desde el origen, desde antes de la República, acorde con el ordenamiento ancestral de los cuatro Pueblos Indígenas de la Sierra ya eran nuestros, es decir, no se está ampliando el territorio, se está recuperando el territorio ancestral para liberarlo. Un trabajo que ha sido posible gracias a la lucha reconocida en el decreto 2333 de 2014 que protege jurídicamente los territorios ancestrales, esos que históricamente han sido despojados y arrebatados a sus propios dueños por terratenientes, por multinacionales y por el mismo Estado que desde la figura jurídica “legal” de áreas protegidas y de parques naturales nacionales nos sigue “administrando” el territorio, ¿hasta cuándo?, es hora de acabar con el racismo institucional y de poner en práctica que el territorio no tiene dueño, el tiene su propia autoridad y su propio ordenamiento.
Ese territorio que esta demarcado desde el origen en la Línea Negra, dejado por nuestros padres y madres creadoras antes de nacer, ese territorio que conecta las nieves con el mar en un solo pensamiento y en una sola red vital. Hoy ese territorio reconocido así en las leyes prestadas de afuera, pero conectadas, adecuadas y desde una perspectiva intercultural y del pluralismo jurídico con las nuestras es el resultado el decreto 1500 de 2018, el cual aun sigue amenazado por el rezago del ordenamiento político territorial impuesto en el país dejado por la colonia.
Es de reconocer que esta resolución es un salvavidas para el agua y el territorio ancestral de los 4 Pueblos Indígenas que habitamos el corazón del mundo, pero también del mundo, es un paso para poner la vida primero antes que lo que han denominado “desarrollo”, ese que se traduce en minería, en embalses y grandes obras de infraestructura que atentan contra la re- existencia del territorio ancestral, de la misma agua que solo la ven para estar en represas y en botellas; pero además que son desviados por terratenientes para sus monocultivos o por multinacionales para la exploración y explotación de minerales.
Esta es la oportunidad para seguir insistiéndole al país sobre la necesidad de entender la importancia del agua y el territorio para la vida. Es necesario insistir en los reconocimientos jurídicos desde el derecho occidental para protegerlos, bienvenidos sean y es clave aquí destacar los avances en reconocer a los ecosistemas como sujetos vivos de derechos, ejemplo de estos han sido: el río Atrato en el Chocó, el Río Cauca y Magdalena, la región de la Amazonia colombiana y el mismo reconocimiento del territorio como víctima en el decreto 4633 de 2011 y hoy en las normas de la Jurisdicción Especial para la Paz- JEP, entre otros.
El agua es tan sagrada e importante para los Pueblos Indígenas, que para el caso de la Sierra Nevada este es un ordenador de las familias por cuencas, en el Cauca por ejemplo el Pueblo Indígena Misak son los hijos del agua y en el territorio del Pueblo Yanakuna nacen grandes ríos del macizo colombiano como el gran Magdalena, Cauca, Caquetá, por nombrar algunos.
Hoy con esta resolución el Rio Guatapurí, ese que nace en la Nevada más arriba de Suribaka, el de las aguas frías y cristalinas e inspiración de los juglares vallenatos que con sus canciones alegran nuestros días seguirá vivo recorriendo y cumpliendo con su ley, la de brotar de las lagunas y llegar hasta la madre mar. Que este sea el cerrar de la página del hostigamiento en contra de la vida del río con la idea de desarrollo de los gobiernos de la región de confinarlo con la apuesta de la represa de los Besotes.
El agua no tiene precio, el agua debe estar al servicio de la vida de todos los seres de la Madre Tierra. Que los ríos, quebradas, lagunas y mares sigan su cauce, sigan su camino dejado desde el origen.