Por Oscar Montero
Dicen nuestros abuelos y abuelas que cada sitio sagrado de nuestra Madre Tierra tiene su encanto y su magia, son tan sagrados que para llegar a ellos hay que pedir permiso a los padres y madres espirituales dueños del sitio.
Selva de la Amazonía Colombiana, Óscar Montero, 2023.
Colombia aún no despierta del asombro de la supervivencia de cuatro niños indígenas de la Amazonía colombiana, hijos del Pueblo Muinane, perdidos luego de que una avioneta se accidentó y cayó en la espesa selva en donde habitan más de 64 Pueblos Indígenas de los 115 reconocidos en Colombia. Lograron sobrevivir durante 40 días, en medio de una selva que es su casa, pero donde los armados y la naturaleza imponen unas reglas difíciles de sobrellevar para unos niños de apenas 4 o 7 años.
Ellos, semillas de vida, los hijos y guardianes de la selva, no estaban en un lugar extraño; habían llegado ahí de manera inesperada, quizás por el llamado de la selva o por las mismas desigualdades que se presentan en esta región del país donde solo se ingresa por vía aérea o fluvial, pero donde las pistas aéreas, los aviones o avionetas están lejos de tener las mismas condiciones y garantías de seguridad que las que tienen aeropuertos de grandes ciudades. Fue el pasado primero de mayo, el día del trabajador, cuando el país conoció la noticia del accidente aéreo de la avioneta que cubría la ruta Araracuara - San José del Guaviare con siete ocupantes, entre los que estaban los cuatro niños, las semillas de vida de la selva, junto con su madre, el piloto y el líder indígena Herman Mendoza, quienes no sobrevivieron al fuerte impacto de la avioneta en medio de la manigua.
De tanto insistir y denunciar la Organización Nacional de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), finalmente logró, después de varios días del accidente, llamar la atención de las autoridades y del país para emprender la búsqueda de la avioneta y sus ocupantes. Un llamado y reclamo que por naturaleza debía tener la atención de la autoridades del país.
Pasados los días, la avioneta fue encontrada con los tres adultos fallecidos, pero lo extraño de todo fue no encontrar a los cuatro niños indígenas, situación que en medio de la tragedia y el dolor mantuvo cuatro llamas de esperanza para que en medio de la muerte renaciera la vida. Y así fue, renació. El pasado 9 de junio, después de 40 días y noches largas, fueron encontrados con vida. Una búsqueda que unió a distintos sectores, antes vistos como antagonistas, como lo fue Ejercito nacional y distintos guardias indígenas de diferentes pueblos, incluso, los Nukak quienes durante siglos han caminado estas selvas que ha sido su casa desde siempre.
La solidaridad y unidad indígena prevaleció y dio ejemplo al país: los Korebaju, los Murui Muina, los Andoques y hasta la Guardia Indígena Nasa se internaron en la selva en la búsqueda con bastones, valentía y coraje para buscarlos como sus propios hijos; orientados desde la espiritualidad propia de cada pueblo para pedirle a la selva, a la madre selva, que los devolviera.
Los días pasaron y las noches llegaron y los líderes de la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas (MPC), por medio de su Secretaría Técnica, exigían mayores esfuerzos para la búsqueda.
En mis ires y venires a Bogotá, a los espacios de diálogo y concertación, siempre con el pensamiento positivo y la palabra dulce preguntamos a nuestros hermanos indígenas amazónicos por los niños y siempre la respuesta fue: "los abuelos dicen que están vivos y protegidos por los espíritus de la selva".
Hoy, muchos se preguntarán: ¿cómo sobrevivieron? Es una respuesta que los pueblos indígenas sabemos y que reside en el hecho del conocimiento propio que durante siglos le hemos exigido al Estado que nos respete, reconozca y fortalezca. Se trata de nuestros sistemas de educación y salud, es decir, de nuestro sistema de vida armonioso con la madre tierra. Así sobrevivieron, con el conocimiento de la selva que su madre, sus padres, sus abuelos y comunidad aprendido desde que se crearon en pensamiento, desde que se materializaron en el vientre y desde sus recorridos por los ríos y selvas. Sobrevivieron por su resistencia, su lucha, su valentía y su entendimiento con la selva.
Que sea el momento para que realmente el Estado colombiano y la sociedad en su conjunto entiendan que cuando los Pueblos Indígenas insistimos en el fortalecimiento de lo propio, en la lucha para que nos respeten, es para esto, para educar semillas para la vida, desde lo que hoy seguimos intentando "interculturalizar" para que nos entiendan con el Sistema Indígena de Educación Propia (SEIP), desde el Sistema Indígena de Salud Propio e Intercultural (SISPI), por mencionar unos ejemplos.
Gracias abuelos y abuelas sabias de nuestros pueblos por no dejar olvidar lo que somos, hijos de esta selva, de la tierra, del agua, del aire y del fuego. Gracias Lesly Mucutuy por mantener con vida a Soleiny Mucutuy, a Tien Noriel Ronoque Mucutuy y a Cristin Neriman Ranoque Mucutuy, tu hermanito que cumplió un año de vida en la selva, ¡qué grandeza!
Esperamos a Wilson (perro rescatista de las Fuerzas Militares que se perdió en la selva, durante la búsqueda) de regreso. Él también es un milagro de la vida.