Por: Oscar Montero
Los Pueblos Indígenas en Colombia requieren “intelectuales” integrales a la altura de sus sabios, sabias, mayores y mayoras; humildes, orgullosos de lo que son, conocedores de su origen, memoria e historia, defensores de la vida y del territorio y a disposición de sus pueblos. De no serlo, de nada servirán los títulos y pergaminos adquiridos.
Mañana 10 de noviembre se cumplen 38 años desde que, en Santander de Quilichao en el norte del Cauca, el Estado colombiano apagó una de las voces más fuertes, escuchadas y respetadas del Pueblo Nasa, del Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) y del movimiento indígena colombiano. Asesinaron a Álvaro Ulcué Chocué, el Nasa Pal (Sacerdote Nasa), el primer sacerdote indígena en Colombia, mataron su cuerpo, pero su espíritu y palabra empezaban a despertar y caminar la lucha y la resistencia de todo un puñado de jóvenes que hoy siguen luchando por el buen vivir de la tierra y sus cuidanderos.
Jóvenes que traen el legado y ven en Álvaro Ulcué Chocué un referente de vida y lucha indígena en Colombia, una lucha que el arraigo, desde la educación propia, en donde la cultura y la lengua son pilares fundamentales para el ser indígena; el padre Álvaro fue un líder innato que, aun estando inmerso en la iglesia católica, nunca olvidó quién era; como expresaba el mismo, nunca se avergonzó de ser indígena, de ser Nasa y llamó a los jóvenes a sentirse orgullosos de ser indígenas. Un orgullo que lo llevaba en su propia sangre y en su propio idioma, Nasayuwe, en el que, contra todo pronóstico, daba la homilía a los feligreses, a su comunidad.
Y es que el Padre Álvaro, había sido uno de esos jóvenes que la iglesia católica educó bajo sus doctrinas, bajo sus lógicas y dinámicas, era uno de esos jóvenes que la iglesia “empezó a educar porque eran salvajes”, esa era la tarea que le había encomendado el Estado con un concordato para civilizar a los “indios”. Se educó en un contexto distinto a su cultura, y aun así no dejo de ser lo que era. El ejemplo del Nasa Pal, un hijo del territorio de Sa´th Tama Kiwe, de Pueblo Nuevo un resguardo indígena en Caldono Cauca, es el llamado claro y contundente a los indígenas estudiantes del país que logran acceder a la “educación superior” en Colombia, a la Universidad; y es la de seguir siendo lo que son, estén donde estén. Más aún, porque estudiar en Colombia históricamente no ha sido fácil y acceder a la “educación superior” en el país realmente es un “privilegio” y no un derecho, situación mucho más compleja si se trata de miembros de pueblos étnicos.
Un tema realmente de racismo estructural, institucional y epistémico que demuestra que el país no tiene una política pública de acceso, permanencia y egreso de miembros de comunidades étnicas para tener el derecho a una educación “superior”, si bien ha habido algunas apuestas de “educación superior inclusiva” como si los indígenas, negros, raizales, palenqueros, afros y romaníes del país no fueran ciudadanos colombianos y hubiera que “incluirlos”. Además, lo que realmente se ha dado, ha sido por la incidencia y reclamos de los mismos Pueblos Indígenas y la voluntad de algunas universidades públicas y privadas de abrir programas de admisión especial para miembros de comunidades étnicas, lo que ha permitido la presencia indígena en la academia, en las universidades.
Se tiene registro que el primer indígena en haber ingresado a una universidad en Colombia, por allá en la década de 1950, fue un indígena Emberá Chamí de Karmatarrua Antioquia, quien se graduó de abogado en la Universidad de Antioquia, desde entonces poco a poco fueron ingresando indígenas estudiantes a distintas universidades del país, por sus propios medios, a diferentes carreras. Ya en la década de los 80, con la organización y nacimiento de las organizaciones indígenas a nivel nacional, universidades como la Universidad Nacional de Colombia abrió un Programa de Admisión Especial que denomino PAES, programa destinado a miembros de Pueblos Indígenas, ejemplo que siguió la Universidad del Valle, la Universidad Popular del Cesar, la Universidad del Rosario y la Universidad Externado de Colombia, por nombrar algunas universidades públicas y privadas que en distintos niveles brindan algunos “beneficios” para los indígenas estudiantes.
Los indígenas que ingresan a la universidad lo hacen como un acto de lucha, de resistencia y de rebeldía, van a un sistema educativo totalmente distinto al de sus pueblos y comunidades, van a cuestionar y confrontar a la academia, a los conocimientos de occidente y a intentar interculturalizar la academia, no solo con su presencia, sino también con sus sistemas de conocimientos (claro está, que no todos). Es allí en ese escenario donde nacen los diferentes procesos organizativos de los indígenas estudiantes en las universidades, conocidos hoy como Cabildos Indígenas Universitarios (CIU), conformados por miembros de comunidades indígenas de diferentes pueblos y carreras dentro de alguna universidad.
Espacios organizativos que han servido como puente entre las comunidades y las universidades, y que hoy en el país han tejido una Red de Cabildos Indígenas Universitarios (REDCIU) para tener incidencia y aportar a la construcción de una política pública en educación superior diversa, integral e intercultural, respetuosa de la diversidad étnica de la nación. La REDCIUD como un solo tejido de unidad de norte a sur, de oriente a occidente en cada una de las universidades en las que se encuentran los CIU exigen procesos educativos realmente multiculturales que ayuden a erradicar el racismo en las aulas pero también en la sociedad colombiana.
Sigue siendo un reto ingresar a la “educación superior” en Colombia para miembros de comunidades indígenas, aun con acciones de discriminación positiva, falta aún realmente procesos de reconocimiento e interculturalización de la educación, donde no solo se trata de garantizar el acceso con “cupos especiales”, que en muchos casos se han convertido en un fortín de la corrupción donde no siempre son beneficiarios realmente los mismos indígenas. Otra situación es la permanencia; la educación que aún se imparte en el país es eurocéntrica, individualista y capitalista, además de costosa para miembros de las comunidades indígenas, y población rural en general, que llegan a ciudades donde no tienen garantías de hospedaje y alimentación para su permanencia en la ciudad y en la universidad. Vivencias que son narradas claramente en el documental Hijos de la Madre Tierra, el cual narra la vida de los indígenas estudiantes en la comunidad, la universidad y de regreso a la comunidad como profesional, un documental del Ministerio de Cultura y los indígenas estudiantes bajo la dirección de quien escribe esta columna
Ante esto y en honor al primer sacerdote indígena en Colombia asesinado, el padre Álvaro Ulcué Chocué se crea el Fondo de Becas que lleva su mismo nombre para miembros de comunidades indígenas como un acto de reparación simbólica, el cual se mantiene gracias a la lucha de los indígenas estudiantes, los Cabildos indígenas universitarios y la Red de Cabildos Indígenas Universitarios, que la semana pasada en el marco de la Mesa Permanente de Concertación con los Pueblos y Organizaciones Indígenas logra protocolizar la reglamentación de la Ley 1986 de 2019 “por medio de la cual se convierte en política de Estado el Fondo Álvaro Ulcué Chocué para la promoción de la educación superior de los miembros de las comunidades indígenas, y se dictan otras disposiciones.”, el cual tiene como objeto: “otorgar becas en las comunidades indígenas del país para realizar estudios de educación superior a nivel de pregrado (técnico, tecnológico y universitario) y para posgrado a nivel semipresencial, presencial (especialización, maestría y doctorado)” permitiendo así brindar mejores condiciones y garantías de acceso, permanencia y egreso a los indígenas estudiantes en la educación superior en Colombia.
Finalmente, son muchos los retos del nuevo gobierno para reducir las brechas de desigualdad en el país, pero es desde la educación donde se debe combatir esta problemática, y eso es posible con mayores oportunidades para todos y todas, para que vean en la educación una oportunidad real de superación, una oportunidad real para lograr la paz total en Colombia.
Que los sueños truncados del Nasa Pal, Álvaro Ulcué Chocué, se vean reflejados en esos puñados de jóvenes rebeldes de los Pueblos Indígenas de Colombia que salen a luchar al mundo para ser embajadores de sus pueblos, pero sobre todo defensores de sus territorios, de sus culturas.