Por Oscar Montero
La Palabra para los Pueblos Indígenas es sagrada y para el Pueblo Indígena Wayuu — la gran Nación Wayuu dividida por las fronteras de los Estados Nación de Colombia y Venezuela— es la que ayuda a resolver los conflictos y desarmonías que se presentan en el territorio.
Las violencias contra el Pueblo Wayuu no son nuevas, desde siglos atrás su cultura y sus vidas han sido violentadas, y el más reciente ciclo de violencias sigue violentándolos. En la madrugada del l9 de marzo de 2023 el Ejército de Liberación Nacional (ELN) cometió uno de los más graves hechos que atenta contra el corazón de los diálogos, paso el límite y la raya de incumplir con la palabra, y masacró a 9 miembros de las fuerzas militares de Colombia. Los asesinó mientras estaban dormidos e indefensos. Un claro delito de guerra, una infracción al Derecho Internacional Humanitario (DIH).
Todos eran jóvenes, la mayoría no pasaba los 25 años, y como muchos en Colombia la única oportunidad que les ofreció el Estado era "prestar el servicio militar", un servicio que en nuestro país lastimosamente ha servido para profundizar la guerra, la maldita guerra.
Ellos eran, 9 seres humanos, 9 familias,:
- Juan Benavides Bohórquez
- José David Pushaina Epiayú
- Kevin Acevedo Osorio
- Rafael Fallece Jiménez
- Hercel Fernández Bonivento
- Johan Gómez Gelvez
- Fabio Epiayú Ipuana
- Jaime Manuel Redondo Uriana
- Brayán Gómez Gamboa.
Todos hijos de esta patria herida que se desangra cada día más en la esperanza de una Paz Total. Cuatro de ellos eran Wayuu, colombianos al igual que sus otros compañeros, eran del E' irruku Pushaina, Epiayú y Uriana, y no solo los han asesinado a ellos, han asesinado a todo un territorio, a todo un sistema de vida, de cultura y de conocimiento que reposa en ellos como miembros herederos de Mma y Juya. El ELN faltó a la Palabra, faltó a los diálogos, a Colombia y al Pueblo Wayuu.
Muchos de ellos quizá fueron reclutados de manera "ilegal" por el Estado, sin oportunidades de ningún tipo porque en estos territorios de la "periferia" del país el Estado llega solamente a través de la militarización. Qué gran reto tiene el Gobierno del Cambio de arrebatarle los jóvenes a la guerra.
A pesar de que en Colombia el servicio militar NO es obligatorio para miembros de los Pueblos Indígenas de acuerdo a la Ley 48 de 1993, el reclutamiento del Estado sigue vigente, pero además en muchos territorios, especialmente en los indígenas, étnicos y rurales, es la única alternativa que se ve a la desesperación en los lugares empobrecidos y llenos de soledad y miseria, producto del saqueo y la avaricia del "desarrollo".
A pesar de que no tenemos que pagar el servicio militar, esto no nos exime de no tener la libreta militar de "segunda clase", hay que tenerla y pagar los servicios administrativos de gastos generados para tener el documento, importante requisito en este país para tener medianamente un empleo "digno". Aquí es importante mencionar el desconocimiento y racismo presente en el ministerio de Defensa y de los mismos batallones y sus oficinas. Aun cuando llegas con la certificación que indica que eres indígena y estando en el censo del Ministerio del Interior, se te cuestiona tu pertinencia indígena, peor aún si no llegas a realizar el trámite en "taparrabo, plumas y pintado" como si lo indígena fuera solo eso; les falta entender mucho la diversidad indígena del país, pero además de leer y conocer lo que se estipula en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo - OIT sobre los Pueblos Indígenas y su autodeterminación.
Al igual que ellos, los jóvenes militares del Ejército Nacional, los otros jóvenes, los que están en las filas del ELN también son colombianos, también con seguridad han sido reclutados por la incapacidad del Estado de salvarlos de la guerra y de darles una oportunidad distinta a condenarlos a la muerte. Simplemente es una guerra entre miembros del mismo pueblo empobrecido que los dueños de la guerra solo quieren ver ensangrentados, confrontados y diezmados para ellos seguir llenándose los bolsillos con la sangre derramada de nuestra gente.
Qué la sangre derramada de los jóvenes Wayuu sea reparada y limpiada. Qué los Putchipü' ui (palabreros) del Pueblo Wayuu manden la palabra al Estado y al ELN para acabar la guerra, que las Ouutsü (médicas tradicionales Wayuu) armonicen la sangre derramada para que no haya más desangramiento. Qué a los demás jóvenes acorde a su cultura y dignidad el Estado de las garantías para su siembra y acompañamiento a sus familias.
Toda la fuerza y energía para que los jóvenes heridos en este cruel ataque se recuperen, que el presidente de la República tenga toda la sabiduría necesaria para definir la ruta a seguir con los diálogos con el ELN, y que el ELN pida perdón al país, acoja un juicio con la justicia indígena Wayuu para reparar la falta si así los Wayuu lo solicitan, pero además que realmente si quieren seguir en la búsqueda de la Paz puedan dar de una vez por todo un ejemplo al país de verdadera voluntad de Paz.
El Reclutamiento forzado o disfrazado de oportunidad en el país mata, no le aporta a la construcción de Paz que requerimos. Brindar oportunidades de educación en Colombia y empleo digno es realmente salvar a los jóvenes de la guerra e ir acabando con la Guerra.