Por: Oscar Montero
No hemos entendido que somos hijos de la Tierra, que a ella debemos nuestra existencia, y el no cuidarla es condenarnos al exterminio físico de nosotros mismos.
Esta semana termina la Cumbre más grande e importante del mundo sobre cambio climático convocada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y, después de varios días de debates, el principal llamado es a la acción inmediata y de urgencia para salvar la existencia de la vida en la humanidad, para salvar a la Madre Tierra en su integralidad.
Para que esto sea posible, es necesario que la humanidad tenga un cambio de vida, un cambio de pensamiento que ayude a mitigar la extinción de los sistemas de vida existentes en la Madre Tierra. Ante esto los Pueblos Indígenas, Primeros Pueblos, Primeras Naciones, Pueblos Originarios o Nativos del mundo han dicho insistentemente y mandatado que sin el cuidado de la Tierra como madre no habrá vida; así se puede interpretar en un histórico discurso en la ONU por el entonces presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, el indígena Evo Morales Ayma, donde le expresó al mundo que la tierra puede vivir sin nosotros, pero nosotros sin ella no, porque somos sus hijos, más NO sus dueños.
Se estima que son los Pueblos Indígenas en todo el mundo los que conservan más del 80% de la diversidad biológica del planeta, pero de igual manera son los mayormente violentados y asesinados por el discurso de odio de “opositores del desarrollo”, simplemente por proteger la Madre Tierra y sus riquezas, simplemente por tener una relación armoniosa con la que se garantiza la vida.
Por lo tanto, es hora del cambio, pero de un cambio real en reconocer los aportes que los Pueblos Indígenas realizan para el cuidado de la Madre Tierra, desde sus sistemas de conocimientos, sus prácticas y usos tradicionales de todo lo que hay ella; un cambio que busque fortalecer sus gobiernos propios y sus sistemas culturales y espirituales que permiten equilibrar y armonizar los mundos en los que habitamos, ya sea el mundo del viento, el mundo del agua, el mundo de la tierra o el mundo de la oscuridad y la claridad. Y esto no es una tarea solo de los Pueblos Indígenas, es una tarea de la humanidad, es un asunto de la geopolítica en donde los que mayormente conocen de los cuidados de la tierra deben estar en la toma de decisiones, en la mesa proponiendo y direccionando el ordenamiento territorial, cultural, espiritual y ancestral de la Madre Tierra como espacio de vida dejado desde tiempos inmemoriales por los padres y madres espirituales creadores de la Tierra.
Por lo anterior, no es posibles legislar sobre la tierra, sin sus guardianes, sin sus cuidanderos; no es posible legislar sobre la tierra, desconociendo su propia ley, y simplemente lo que los gobiernos, los Estados y los seres humanos debemos hacer es respetar y entender las leyes del agua, del viento, del fuego, de las piedras y de todas las leyes que hay en la Madre Tierra. Desde esta concepción, hoy hay conciencia en algunos Estados sobre la importancia de respetar y reconocer las leyes de la Madre Tierra, ejemplos como el de Bolivia, Ecuador, Nueva Zelanda y algunos Estados de Estados Unidos que tienen dentro de sus normatividades alguna jurisprudencia en pro del cuidado de la Tierra. El caso de Colombia es particular dado que reconoció al territorio como víctima del conflicto armado interno en el Decreto Ley 4633 de 2011, a esto se le suma que recientemente adoptó el Acuerdo de Escazú en su bloque de constitucionalidad, primer tratado internacional de América Latina y el Caribe relativo al medio ambiente, y el primero del mundo que incluye disposiciones sobre la defensa y protección de los derechos de los defensores del medio ambiente, clave e importante para el país y la región, dado que en esta región tenemos por ejemplo el pulmón del mundo con la Amazonía y el Corazón del mundo en la Sierra Nevada de Gonawindúa en Colombia.
Es así que Colombia y el mundo no pueden seguir el discurso de protección de la Madre Tierra si no hay protección y garantías de derechos a sus guardianes, no es posible seguir sobreponiendo el petróleo sobre el agua, no es posible pensar en aire sano y puro, si sigue la contaminación de carbono en el planeta sin ningún tipo de castigo social y económico sobre los que mayormente generan los mayores niveles de contaminación en el mundo.
Por esto, no es suficiente tener tratados, conferencias y normas si no hay conciencia de la sociedad, si no hay cambio en los hábitos de vida que estamos teniendo como humanidad, si no hay una reciprocidad con la tierra y con todos los seres, lo que nos convocan a seguir pagando en pensamiento positivo como nos han enseñado los Mamos y Sagas de la Sierra Nevada para mantener el equilibrio y armonía de la humanidad.
Por eso, hoy las políticas de los Estados deben estar encaminadas en el corto, mediano y largo plazo a parar el ecocidio que hay actualmente en contra de la Madre Tierra. Y esta es quizás, una de las conclusiones de la COP27 que se lleva a cabo en Egipto y que aún no termina.
Es hora de reaccionar y mirar el presente y futuro. Sin COP o con COP somos nosotros los encargados de garantizar la existencia a nuestras futuras generaciones, no podemos seguir pensando en exploración y explotación de la tierra para un “desarrollo” que nos esta exterminando la vida. Como mandato de vida los Estados deben poner en marcha una serie de políticas que ayuden a mitigar el cambio climático y sus efectos reversibles sobre la existencia de todos los seres. Ya en la misma Cumbre el presidente de Colombia, Gustavo Petro ha compartido un decálogo de medidas que el mundo debería tener en cuenta al momento de la planificación de sus políticas ya no de “desarrollo”, sino de vida, de cambio de vida.
Estamos en el Tiempo de volver al origen, estamos convocados a entender las leyes naturales de la Madre Tierra, de permitir que el río siga su camino y no represarlo, de que los órganos y la sangre de la tierra sigan en su espacio, de que el oxígeno sea libre como el viento y no un negocio como lo quieren vender hoy. Es hora de que hoy sembremos para la vida y no para “alimentar” los carros. Volver al Origen es tener conciencia de la responsabilidad que tenemos en este momento de la historia para lograr el equilibrio y armonía de la Casa Grande, de la Tierra que nos ve nacer y a la que volvemos a ser semilla. Este es el llamado que los Pueblos Indígenas de todas las latitudes del planeta están mandatando a los Estados, de su cumplimiento va depender nuestra EXISTENCIA!