Por: Oscar Montero
Me dijo una vez mi madre, ve a estudiar afuera a la universidad para que seas alguien en la vida. En mi mente retumbaban sus palabras y me preguntaba, ¿es que ya no soy alguien en la vida? Sí lo éramos y nos habían hecho creer que no.
Históricamente nos han hecho creer y pensar que lo nuestro no es válido, que lo nuestro no sirve. Y no es para menos, son más de 400 años de imposición y negación de nuestra sabiduría que en muchos casos nos han hecho creer que es cierto, hasta el punto que se ha interiorizado en nuestras mentes y cuerpos que es así.
Ha sido un colonialismo a sangre y fuego que se propuso acabar por completo con las identidades, las culturas, el pensamiento y las espiritualidades de los pueblos Indígenas. Es decir, genocidios físicos y culturales en donde la Iglesia católica tuvo la responsabilidad con el castigo y la cruz de imponer el español y la religión católica como únicas formas de comunicación, educación y espiritualidad, y lo que estuviera fuera de ella era considerado del mal, diabólico y del diablo.
Fue así que se quemaron bohíos ancestrales del pueblo Barí en el Catatumbo y kankwruas en la Sierra Nevada de Santa Marta, por ejemplo, imponiendo allí sus iglesias, santos y sitios de culto católico. En otros lugares como en el Vaupés y el Amazonas impusieron nombres como el de “maloca” a las casas de pensamiento, lo colocaron así porque según los religiosos los que iban a ese lugar era gente mala, gente loca que le iba hacer rituales paganos al mal, al diablo; y la palabra es “diciente”, desagregándola sería: “mal” y “loca”, la gente loca y mala del demonio, así nos lo explico una abuela en la casa de pensamiento de la comunidad de la Libertad frente al gran río Vaupés. Un término muy apropiado, de mucha connotación espiritual y de respeto en las comunidades, pero que, desde estas mismas reflexiones de las abuelas y abuelos, hay que profundizar y darle una lectura desde la Ley de Origen y los idiomas propios de los pueblos para dar con los verdaderos nombres ancestrales de estos sitios sagrados de armonía y de equilibrio de mundos.
Hoy el llamado es a desaprender, descolonizar y reaprender con las comunidades, con los sabios y sabias en los territorios nuestra propia historia, nuestra propia memoria, es revitalizar la cultura, los idiomas, el pensamiento y los conocimientos de los Pueblos Indígenas, desde el corazón, desde el amor y el sentir como nos ha llamado sabiamente nuestro hermano y maestro Abadio Green Stocel, líder indígena Gunadule.
Es así que actualmente la educación indígena es una de las estrategias claves para Volver al Origen de los mismos pueblos, apuesta que hoy se debe encaminar y materializar desde el Sistema Educativo Indígena Propio (SEIP), sistema producto de la misma lucha indígena en el país que inició con la ruta de la consulta y el consentimiento previo, libre e informado en el 2013, agilizada con la fuerza de la Minga indígena, social y popular en defensa de la vida, el territorio, la autonomía y la soberanía de los pueblos en el mismo año en la María, Piendamó, Cauca; la cual logró avanzar en la propuesta de decreto que crea un régimen especial que reconoce algunos sistemas de vida de los Pueblos Indígenas, hoy el decreto 1953 de 2014, más conocido como el decreto de los “sistemas propios”.
Con todo esto el SEIP tiene el principal reto de lograr descolonizar hacia adentro a nuestra propia gente, desde aquí hay que repensar y tejer la verdadera educación indígena, esa que se enseña alrededor del fogón, bajo la penumbra de la luna, en el sembrar y cosechar de la comida. La educación indígena esta en la familia, en la comunidad y en el territorio, guiada por los sabios, sabias, mayores y mayoras que guardan la sabiduría ancestral, esa que se ha mantenido de generación a generación con la tradición oral.
La educación indígena no esta en los libros, esta en las memorias vivas de su gente y sus territorios; en su cotidianidad, en sus tiempos y en sus procesos de lucha y resistencia que traen al presente el pasado que se resiste a ser olvidado. La educación indígena en el marco del SEIP debe transformar la realidad de los pueblos; además de ayudar a erradicar y eliminar el racismo que actualmente persiste sobre el conocimiento indígena, el cual debe ser valorado y reconocido desde sus principios.
Hoy la educación debe ser para la vida, una educación que respete la Madre Tierra, que eduque a la sociedad en la diversidad, la diferencia y el respeto; que permita diálogos de saberes realmente interculturales para entendernos como seres humanos, decolonial, antirracista y más humana.
Enamorar a nuestra gente es el reto, para que amen su cultura, su idioma, su vestimenta y su sabiduría, que esta en la montaña, en los ríos, lagunas, mares y en todos sus espacios de vida. Este reto no solo es de los Pueblos Indígenas, el SEIP no es solo para los indígenas, es un tejido de sabidurías que de igual manera debe interactuar con los conocimientos de afuera, para que se reconozcan, se respeten y de igual manera estén para la construcción del tejido social de diversos hilos y colores de lo que es Colombia.
El SEIP es la norma madre que permite a los 115 Pueblos Indígenas desarrollar sus modelos educativos propios, los cuales hoy deben caminar en Colombia, desde todos sus territorios, entretejiéndose y uniéndose como los ríos para ser un gran canasto de sabidurías y conocimientos a disposición de la humanidad.
Lograr materializar estos procesos educativos, es permitir que Colombia sea realmente un país multicultural, pluriétnico y diverso. Es contribuir a la pervivencia física y cultural de los Pueblos Indígenas, es ir materializando la paz total que anhelamos todos los colombianos.
Nuestras sabidurías son libros abiertos que hablan desde el corazón de la tierra, son libros antiguos que aún se leen en las piedras, en las montañas, en las aguas y en la infinites del tiempo y el espacio.