Por: Mauricio Jaramillo Jassir
Profesor asociado de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario
Los medios hegemónicos lo hicieron de nuevo. Simplificaron con el eufemismo “vaca” lo que en cualquier sociedad moderna sería el gobierno de los ricos o plutocracia enemiga de la democracia participativa. Sin analizar ni sopesar las consecuencias presumieron que la propuesta -con espíritu socarrón de orden- del expresidente Álvaro Uribe Vélez, de aportes o préstamos desde un millón de pesos para la ejecución de vías 4G en Antioquia era indiscutiblemente positiva. La iniciativa cuya buena fe se puede presumir, está llena de inconvenientes que desafortunadamente han sido omitidos o son desconocidos en buena parte de los medios, algunos de los cuales parecen hoy la oficina de prensa tanto del gobernador Rendón como del alcalde Gutiérrez. Fico convocó a una rueda de prensa de masiva asistencia para denunciar a su antecesor y que les sirvió a varios medios hegemónicos para sacar titulares y visibilizar una noticia cuyos fundamentos hoy no son del todo claros. Un dato no menor, esa misma semana que se difundió la rueda de prensa de Fico, el personero de Tame, municipio más golpeado por la violencia, hizo graves denuncias que fueron apenas reseñadas por algunos noticieros y portales de prensa.
La denominada vaca convocada por Uribe a través de un gobernador condescendiente con el exmandatario, significa una afrenta a la democracia participativa cuya esencia consiste en que se transforme “desde abajo” o desde la periferia y el centro de decisiones no sea siempre el área más rica o la de mayor poder político. Esta recolecta de sobre todo empresarios antioqueños o políticos -que se esmeran por publicar los comprobantes de transacción - traduce un gobierno de élites en donde el poder empresarial y político de los centros urbanos se impone sobre el resto del departamento. Sin ninguna deliberación recogen dinero entre los más prestantes, y lo peor, no hay participación popular para destinar un fondo que puede alcanzar dimensiones históricas, reveladoras sobre el nivel de concentración al que ha llegado el país. Mientras la democracia participativa avanza desde lo local para que sean municipios o barrios los que construyen desde abajo la priorización para la inversión en lo público, acá un grupo de pudientes deciden porque su riqueza así lo permite. Los presupuestos participativos donde juntas comunales, organizaciones barriales y líderes locales contribuyen con su perspectiva deben ser un ideal en un Estado que desde 1991 se define como una democracia participativa. En este régimen se transforma “de abajo hacia arriba, desde la periferia hacia el centro”, la lógica del gobernador y del expresidente es la opuesta, se decide en el centro y las periferias antioqueñas simplemente avalan, sin asomo de deliberación.
Los medios y los aduladores del gobernador que crecen al tiempo que revive el uribismo, también ha omitido la obligada mención histórica al surgimiento de parte del paramilitarismo cuando grupos de privados decidieron coordinar y liderar los esfuerzos para defenderse de la guerrilla. Con ese argumento comenzó la trágica historia cuyo desenlace conocemos (o creemos conocer…). Aquello comenzó como una iniciativa subnacional que por poco termina engullendo al Estado colombiano.
Colombia con un coeficiente de Gini cercano al 0,55 es uno de los países más desiguales del planeta, por eso enfrenta la tentación constante de favorecer un gobierno plutocrático, donde la influencia política y la capacidad decisional no provenga del constituyente primario o de la soberanía popular sino del dinero. Ésta es la plutocracia que no parece indignar a quienes están llamados a cuestionar y controvertir.