Por: Mauricio Jaramillo Jassir
Profesor de la Universidad del Rosario
@mauricio181212
Antes de empezar a pensar en la decisión de la justicia internacional sobre Israel, es necesario que el lector entienda que no se trata de un partido de fútbol con ganadores y perdedores, sino de la posibilidad de que por primera vez en la historia reciente (al menos en los 30 años corridos de Globalización) el Sur Global pueda imponer el principio de autodeterminación por encima de las consideraciones unilaterales y profundamente antiliberales de un Occidente que hace décadas extravió los ideales del humanismo. La lucha es desigual, el sistema internacional fue construido por las potencias que hoy sostienen el genocidio y que gozan de todos los poderes, institucional, militar y económico. Al Sur solo le queda el derecho, pero Sudáfrica ha reivindicado los ideales kantianos en nombre de los cuales hipócritamente las potencias de Occidente han pretendido dar lecciones.
Este resultado parcial favorable para buena parte de las reivindicaciones de Sudáfrica es un paso acertado en un complejo y extenso camino hacia el fin del genocidio, la ocupación y el establecimiento de un Estado palestino. La Corte dispondrá de algunos años para fallar de fondo en el proceso, pero por ahora, la noticia es alentadora, aunque no definitiva.
La Corte Internacional de Justicia tomó la decisión que se esperaba, aunque de forma expresa no haya exigido un alto al fuego, lo que generó descontento. Emitió medidas cautelares para, tal como lo había denunciado Sudáfrica, que Israel detenga el genocidio que está ocurriendo en contra de la nación palestina. En esta columna había aclarado hace un par de semanas, que la CIJ no se iba a pronunciar ni sobre la responsabilidad individual de la dirigencia israelí, ni sobre posibles castigos a los genocidas israelíes y criminales de guerra de Hamás (para eso hay una demanda en curso presentada por Chile y México ante la Corte Penal Internacional).
El caso que enfrentaba a Sudáfrica con Israel era un pulso entre la soberanía -como un atributo absoluto de los Estados- versus el derecho internacional, los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. En resumidas cuentas, la Corte le exigió a Israel prevenir el genocidio (tal como reza el espíritu de la Convención del 48 a ese respecto) reconociendo que hay razones de peso para que una situación así se esté presentando. Muchos se preguntan el porqué de que la Corte no haya exigido un alto al fuego, tal como lo pedía Pretoria. La corte lo ha hecho, pero de manera indirecta, pues no puede restringir las operaciones en el nombre de la legítima defensa que Israel lleva a cabo para el rescate de los rehenes. Sin embargo, al exigirle canalizar sus operaciones dentro de los márgenes del DIH (protección a la población palestina, y sobre todo castigar las apologías al genocidio y permitir ingreso de alimentos y medicinas) está haciendo insostenible las operaciones militares según los códigos militares israelíes, incompatibles con consideración humanitaria alguna. Desde finales de los 80, con la primera Intifada, Tel Aviv no sabe llevar a cabo una guerra respetando mínimos legales. Esto lo ignoran los simpatizantes del genocidio que vitorean la omisión de la exigencia del alto al fuego.
Con este fallo, será aún más difícil para Alemania, Francia y Reino Unido guardar silencio sobre el genocidio y fingir, como hasta ahora, que la respuesta se inscribe en la legítima defensa. Alemania, responsable del genocidio de los pueblos hereo y nama en Namibia y protagonista de la Shoa, no podrá ahora en nombre de una retorcida lectura de la historia de la Segunda Guerra Mundial negar los excesos. El 26 de enero de 2024 Israel fue advertida sobre un genocidio en curso y en un mes deberá rendir cuentas. No serán suficientes las palabras de apoyo alemanas o francesas, aliados en la ignominia de la masacre de inocentes árabes.
Ninguna sentencia o medida cautelar será suficiente al lado del sufrimiento de 26 mil asesinados, 8 mil desaparecidos y las imágenes devastadoras de montañas de cadáveres de niños a quienes el mundo Occidental presume como colaboradores de Hamás. El fallo confirma la responsabilidad de Israel en prevenir el genocidio y, ojo, ¡al aceptar su competencia asume su existencia! El derecho y la justicia han dado un paso, pero aún están lejos de su destino.